ACRACIA ANARQUISMO NIHILISMO

¿Alguien sabe qué diablos ha pasado en Perú?

La pregunta del titular de este nada modesto blog es (casi) retórica, ante la imposibilidad de acceder a una mínima verdad debido a la avalancha de intoxicación informativa. No sé si esto es por el principio de incerditumbre ese del tal Heisenberg, pero creo que no, que es pura y dura manipulación mediática por parte de toda suerte de sinvergüenzas. Creo recordar que el año pasado, el premio Nobel peruano Vargas Llosa, tan talentoso en lo literario como inicuo en lo económico y político, aludió a «la gente que no vota bien». No hace falta mucho recorrido intelectual (o moral) para dilucidar que lo que este fulano quiso decir es que las elecciones en su país, celebradas poco antes, las habían ganado los que no eran de su cuerda. El caso es que, efectivamente, un maestro rural ganó la presidencia en el país y la izquierda (parlamentaria) de este inefable país se congratuló por ello. El mismo tipo, llamado Pedro Castillo, hace escasos días, acabó disolviendo el Congreso, creando un gobierno de excepción y dando lugar a nada menos que un toque de queda para convocar elecciones constiruyentes unos meses después. Ciertos medios han insistido que las accciones de Castillo suponían un golpe de Estado de tomo y lomo; no me gusta en absoluto estar de acuerdo con la inmensa mayoría de ellos, pero a mí me parece que todo eso olía, efectivamente, a autoritarismo puro y duro. También se ha dicho que el golpe o disolución, o como narices quiera llamarse, fue debido ante la amenaza de una inmediata destitución, gracias a una moción de censura, del hoy ya expresidente.

Se ha insistido, igualmente, en que todo era debido a que Castillo se encontraba acorralado por numerosos casos de corrupción, pero otros han asegurado que eso es mentira podrida. Esto, ya ha pasado con otros mandatarios latinoaméricanos (supuestamente) izquierdistas, procesados por una corrupción que otros niegan (sería lo contrario de lo que ocurre en este indescriptible país, denominado Reino de España, donde los que están en lo alto de la cúspide resultan intocables ante flagrante tramas corruptas). Del mismo modo, como no podía ser de otro modo, se ha comparado la intentona golpista (o disolutoria) con lo ocurrido hace tres décadas, en aquella ocasión teniendo como protagonista a otro presidente de infausto recuerdo, el tal Fujimori. Uno de los puntos que más invitan a la perplejidad es que algunos, por ejemplo, Juan Carlos Monedero, exdirigente de Podemos y hoy estrella mediática, han señalado con tono algo exculpatorio hacia Castillo la debilidad de las instituciones peruanas; sin embargo, otros medios no abiertamente reaccionarios, como eldiario.es, indicaron exactamente lo contrario, la solidez democrática de aquel país, lo que explica que las acciones del expresidente quedaran solo en papel mojado y el tipo acabara en prisión acusado de rebelión y conspiración. Al parecer, el resto del poder ejecutivo, las fuerzas armadas, la policía, el Tribunal Constitucional, el Defensor del Pueblo e incluso creo que el sursum corda afirmaron de manera tajante que no tolelarían ninguna alteración del orden constitucional (o algo así). ¡Qué cosas!

Por otra parte, algunos personajes mediáticos más a la diestra, más bien tendenciosos y algo repulsivillos, han insistido en que la izquierda, en general, ha reaccionado tarde y mal ante un tipo al que apoyaron convertido finalmente en golpista. Tengan o no parte de razón, unos u otros, lo que sí es cierto es que algunos de ellos, aun reconociendo que no está bien lo que ha hecho Castillo e incluso señalando su ineptitud para según qué cosas, sí parece que han buscando un tono justificatorio aludiendo a la gran cantidad de poderes fácticos que no toleran el mínimo asomo de comunismo (sic), a los numerosos intereses en juego, a lo inicuo de la derecha peruana e incluso creo que también mencionando a Estados Unidos (cuya probada promoción de dictaduras en Latinoamérica le convertiría en sospechoso de casi cualquier cosa). Por otra parte, la tradicional separación de poderes teórica del liberalismo, que no se ha creído nadie casi nunca, provoca un nuevo caso curioso sobre lo ocurrido en Perú; mientras unos señalan que lo que hizo Castillo es intentar concentrar malévola y tiránicamente todos los poderes en sus manos, otros matizan que esa división no ha existido nunca en el país. En fin, la verdad estricta nunca la sabremos y, lo más terrible, podemos aplicar esto a la ingente e intolerable intoxicación informativa que se produce a diario sobre cualquier cosa. Pero, al margen de eso, hay una lectura obvia que debiéramos sacar de todo ello desde la perspectiva, claro, de querer cambiar las cosas a mejor en lo político y económico. Y es que, sean o no más o menos honestos en origen los que acaban dirigiendo gobierno, las posibilidades de transformar algo son una o ninguna. Si deseamos de verdad, un mundo más libre y solidario, la cosa no pasa por conquistar un poder, que acaba conquistando o corrompiendo a sus conquistadores, sino por seguir trabajando de modo horizontal prácticando de verdad el apoyo mutuo. ¡Algo solemne, pero ahí queda!

Juan Cáspar

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