A mí me apasionan las definiciones, porque saber lo que significa una palabra, permite poder hablar de ella con otras personas que acepten la definición. ¿Cómo puedo definir el anarquismo? Para mí, ojo, para mí el anarquismo se resume en esto: no mandar, no obedecer. La anarquía es la ausencia de dominación, y reside en el corazón de todos y todas cuantos en un momento dado a lo largo de la existencia de nuestra especie, se han opuesto con lo que han tenido a mano a la opresión de los más fuertes, procurando a la vez no colocarse ellos o ellas a mandar posteriormente.
Esta manera de ver el anarquismo, es amplia. Defiende un anarquismo a lo grande y por lo tanto, muy variopinto e incongruente. Desde mi punto de vista el anarquismo ha existido desde mucho antes de que los anarquistas aparecieran de manera consciente en los siglos XVIII-XIX en Europa Occidental. Esta carajotada que os digo, no es una idea mía. Así lo han planteado muchos y muchas anarquistas, mostrando que multitud de movimientos sociales, en el 15-M, en Mayo del 68, en movimientos antiglobalización, pacifista, obrero, feminista, ecologista… O en los Cavadores ingleses (Diggers) de 1649, o en las Guerras Campesinas Alemanas de 1524-1525… En esos movimientos llenos de contradicciones y de actos sublimes, hubo anarquismo aún no habiendo en ellos anarquistas en muchos casos.
Es verdad que algunos anarquistas quisieran un anarquismo «solo para anarquistas». Defienden un anarquismo estrecho, chiquito, mínimo. Congruente. En consecuencia, son muy pocos los que piensan así. ¿Cuáles son las exigencias de estos anarquistas pequeños? En su arquetipo puro, tienen poca chicha que cortar: no votar, rechazar los partidos políticos, las subvenciones, el Estado, el nacionalismo, y organizar reuniones y conferencias de anarquistas, en las que unos se escuchan a otros, y luego otros a unos. De vez en cuando llega alguien nuevo al colectivo, momento que aprovecha algún otro para salir por patas.
Aunque se cree que este tipo de anarquista se ha leído a los clásicos (Bakunin, Kropotkin, Malatesta y Proudhon), en la mayor parte de los casos ocurre como con los católicos, que ni uno, ni siquiera los organizados en sectas y parroquias, se ha leído la Biblia. En serio, los católicos no conocen la Biblia, ni siquiera yendo a misa los domingos, porque entran en una especie de trance mientras el cura suelta el sermón.
Pues en una reunión de anarquistas chiquitos puede pasar y de hecho pasa, exactamente igual. Claro, esto lo que hace es que la clase obrera, las mujeres, el lumpen, las minorías… se inhiban de declararse anarquistas, porque les parece que para colgar el diploma de la pared, se tienen que tragar soporíferas reuniones a las tantas de la noche, para hablar muchas veces de asuntos extrañísimos, como quién es el último traidor revenío del pueblo.
Por supuesto que hay muchos más anarquistas a lo grande. Mujeres y hombres que toman partido real por los más pobres, no porque les idealicen, sino porque son los que van perdiendo la batalla. Y esos anarquistas se comprometen en movimientos sociales cuyo carácter es anarquista, aún no teniendo anarquistas al mando. Porque inscrito está en nuestras armas este lema: no mandar, no obedecer.
¿Queréis que el próximo levantamiento no quede vampirizado por trepas y políticos de medio pelo? Tomad posiciones ahora, convertid el anarquismo latente a vuestro alrededor en algo enorme, cálido, comprometido, sencillo y útil, que resuelva problemas, que venza, que avance y que sea reconocido por quienes lo practican sin saberlo.