Leo que los anarquistas ucranianos se dividen, ante la agresión militar rusa, entre el antibelicismo o forzarse a intervenir con las armas. Una vez más, la elección entre dos males, pero no se trata en ningún caso de defender el Estado ucraniano o de mantenerse firmes en sus principios contrarios a todo militarismo, sino de tener que luchar finalmente por sus vidas. Que no nos veamos en un escenario así. Hay quien ha querido hacer ciertas comparaciones entre la guerra en Ucrania, sobre todo a la hora de armar a la población civil, y el conflicto militar en España iniciado en 1936 tras el golpe militar de Franco y sus secuaces. No entraré en semejante despropósito, pero es hora de recordar otros hechos en territorio ucraniano, hace más de un siglo, que sí es posible que pudieran compararse con la guerra civil (y social) en escenario hispano. Los anarquistas ucranianos, hoy, son una fuerza testimonial, pero hubo un tiempo en que tenían una influencia considerable, no solo en aquel país, también en el conjunto de Rusia. No es demasiado conocida la historia del Néstor Majnó, junto a la revolución que se llevó a cabo en Ucrania enfrentada al zarismo, a los llamados ejércitos blancos y a un poder emergente bolchevique, que acabó reprimiéndola severamente.
En 1918, lo trabajadores y campesinos ucranianos sufrirían uno de los momentos más trágicos de su historia, tras hacerse el Imperio alemán con el control del país e instaurar una dictadura, que suprimió derechos y libertades. Alemanes y austriacos saquearon los víveres de los campesinos, para tratar de mantener a sus milicias en la Primera Guerra Mundial, lo que provocó una gran insurrección, que se extendió con rapidez; en ese escenario, Majnó fue convertido en uno de los organizadores de los guerrilleros obreros y campesinos. El líder revolucionario se reunió con otros anarquistas, como el también ucraniano Piotr Archinov, que a la postre escribiría un libro sobre la revolución majnovista, o el propio Kropotkin, ya anciano y muy crítico con la incipiente revolución rusa. También, Majnó tuvo su entrevista más intensa, con el líder bolchevique Lenin, y ahí se enfrentaron dos visiones de la realidad y de la revolución irreconciliables. El campesino ucraniano decidió llevar la insurrección campesina hasta sus últimas consecuencias enfrentándose a los terratenientes y continuando con la propaganda y agitación.
Hasta mediados de 1919, en el sureste de Ucrania, los campesinos ensayaron nuevas formas de orden social, sin poder político, con comunas y soviets libres; uno de esto, recibió el nombre de Rosa Luxemburgo, lo cual demuestra que no todos eran anarquistas, pero sí deseaban una verdadera revolución social, que lo bolcheviques no tardarían en traicionar. Tras la derrota de Alemania en el conflicto alemán, el tratado que le otorgaba el control de Ucrania fue considerado nulo por Lenin, que acabó invadiendo el país. Los majnovistas decidieron aceptar una unión con el Ejército Rojo, en lucha con el gobierno ucraniano y el Ejército Blanco; pero la intención de lo bolcheviques era absorber a los batallones majnovistas, por lo que iniciaron una gran campaña para denostar su revolución, les negaron los víveres e iniciaron una represión, que solo fue en aumento. En aquella guerra civil y social, con diversos actores en juego, y tras diversas alianzas y traiciones, lo majnovistas se enfrentaron dramáticamente a blancos y rojos hasta su derrota final a finales de 1920. Los bolcheviques se hicieron con el control total de Ucrania, aplastaron y denigraron la revolución majnovista y el resto es historia, aunque hay parte de ella negada por aquellos que triunfaron. Al parecer, la figura de Majnó es distorsionada e incluso nacionalistas ucranianos, hoy en día, lo han llevado a su terreno convirtiéndole en lo que aquel campesino revolucionario nunca fue. Los majnovistas, junto a todo anarquista, no lucharon por patria alguna, ni tampoco por conquistar el poder, sino por eso tan denostado hoy en día llamado justicia social.