Pues sí, está en boca de todos que se ha cumplido un año de una guerra iniciada, no lo olvidemos, con la agresión militar del ejecutivo ruso sobre el territorio de Ucrania. Con todos los matices que se quiera sobre el conflicto, que los hay y por supuesto que hay que insistir en ellos, resulta peculiar que haya quien siga insistiendo en la criminalización del régimen ucraniano y únicamente en el imperialismo de la OTAN y, aunque no se diga de esta manera, en que Putin y su gobierno no habrían tenido así más remedio que iniciar la ofensiva militar. En el otro extremo, como relato oficial de los países atlantistas, estaría que el ejecutivo ruso es el único culpable de la guerra, que no quiere en absoluto negociar, y sí una victoria militar en toda regla, y que el pueblo ucraniano necesita defenderse, por lo que tenemos que ofrecerle toda nuestra solidaridad. Ambas lecturas son un insulto a la inteligencia y un atentado contra la moral, lo cual por supuesto no me sitúa en equidistancia alguna. Tampoco me coloca en una abstración pacifista, ni me hace lavarme las manos sobre cualquier conflicto donde, como siempre, quien está sufriendo es el pueblo llano e incontables jóvenes que, en nombre de toda suerte de ficciones inicuas, son empujados a ponerse un uniforme y portar un arma para morir o matar. Resulta indignante que esta guerra, como tantas otras en activo, no provoque nuestras protestas masivas como así ha sido cuando el culpable claro son los Estados Unidos.
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