El problema de los refugiados y las migraciones, acá en Uruguay, no tiene el impacto explosivo que produce actualmente en Europa; nosotros tenemos solo una pequeña inmigración de origen latinoamericano donde pesan los dominicanos y algunos centenares de refugiados políticos, la mayoría colombianos.
Por otro lado, durante el pasado gobierno del demagogo e ilusionista presidente Mújica se trajeron, en octubre de 2014, cinco familias de refugiados sirios y al año de su llegada al país ya estaban protestando con un campamento en Plaza Independencia, frente al edificio de la presidencia, reclamando que el gobierno les permita salir del país y ser acogidos como refugiados en otra nación.
En diciembre de 2014, después de largas negociaciones con Obama, el gobierno de Mújica acuerda dar refugio a 6 expresos de la cárcel de Guantánamo, quienes algunos meses más tarde acamparon por 19 días en los jardines de la embajada de EE UU, ya que el gobierno de Mújica no daba respuesta a sus reclamaciones. Los vecinos los apoyaron con comida y ropa y solo unos pocos colectivos se solidarizaron con su lucha. La situación no es sencilla, dos esposas uruguayas casadas con expresos de Guantánamo denunciaron, recientemente, a sus cónyuges por malos tratos y violencia doméstica.
Las distintas realidades son muy complejas y contradictorias y requieren de la acción colectiva mucha audacia, imaginación y creatividad pues no hay respuestas a copiar. Necesitamos evitar mirar las realidades con la lente del pensamiento dominante para no terminar repitiendo soluciones que nos llevan de vuelta al mismo lugar o terminar encerrados en un callejón sin salida.
Sabiendo los limites y todas las dificultades, comparto estas reflexiones que, si bien aparecen como singulares, son el resultado de pensares colectivos.
Algunos conceptos
La ayuda mutua surge naturalmente con los primeros grupos humanos como instrumento colectivo que les permite estar en mejores condiciones para enfrentarse a las adversidades de la naturaleza y adecuarse a los cambios que se producen en el planeta. Las relaciones de producción en la comunidad primitiva son de cooperación y ayuda mutua, relaciones armónicas libres de la dominación y solidarias en la defensa de lo común. Según Cappelletti, desde los orígenes, “podemos afirmar que el principal papel en la evolución ética de la humanidad fue desempeñado por la ayuda mutua”.
Con el surgimiento de los Estados modernos, esta es redimensionada y lentamente va siendo marginada. La historia de la humanidad es también la historia de la ayuda muta contra la competencia propiciada por el Estado.
La ayuda mutua no puede imponerse, es voluntaria; es una práctica libertaria que necesita de autonomía y libertad, no acepta jerarquías ni verticalidades, solo reciprocidades entre iguales. No hay ayuda mutua sin creación y resistencia, es por lo tanto presencial, se da entre cuerpos y codo a codo, no existe el anonimato. Su potencia es su práctica y desarrollo desde el territorio, desde la reinvención de lo comunitario para pensar juntos aquello por lo que nos vinculamos comunitariamente. La cooperación entre iguales frente al modelo dominante, que promueve la competición social, marca profundamente el territorio y la vida cotidiana en un sentido no capitalista y emancipatorio, pues cambiar el modo de vida de manera duradera es también la manera en que se produce el cambio evolutivo.
El apoyo mutuo
El anarquista y geógrafo ruso Piotr Kropotkin utiliza el término de apoyo mutuo, que tomó del zoólogo ruso Fiodorovic Kessler, cuando en 1902 publica en libro sus investigaciones sobre la cooperación de comunidades animales y humanas al que titula El apoyo mutuo: un factor de evolución. Kropotkin adhiere al evolucionismo darwiniano: “no niego la lucha por la existencia, sino que sostengo que a la evolución de todo el reino animal y en especial de la humanidad no contribuye tanto la lucha reciproca cuanto la ayuda mutua”. Sin embargo, publica esta obra en polémica contra lo que se denominaría el darwinismo social, que afirma la lucha feroz por la existencia, de todos contra todos, como factor de la evolución humana. Esta posición, apoyada con matices por Herbert Spencer, es expuesta en toda su crudeza por el darwinista T. Huxley en 1888 en la revista inglesa Nineteenth Century. Esta ideas filosóficas de la competencia y la supervivencia del más fuerte las hace suyas la burguesía, nueva clase dominante, y el Estado que para legitimarse destruye o coopta todas las experiencias sociales de ayuda mutua, contando, para eso, con el apoyo, fundamental, de los intelectuales al servicio del poder. Los Estados desde Hobbes, nos dice Kropotkin, justifican su surgimiento y su razón de ser en que “la guerra de uno contra todos era la ley dominante de la vida”.
Para Kropotkin la evolución, tanto en el mundo animal como en las sociedades humanas, está apoyada no solo en la lucha por la existencia, sino sobre todo en la cooperación y el intercambio recíproco y voluntario de los recursos disponibles. Para él la evolución social y el apoyo mutuo se complementan de la misma manera que la sociabilidad y la inteligencia se posibilitan mutuamente.
Casi cien años después de que Huxley publicara sus escritos, los científicos Lynn Margulis y Dorion Sagan, en su libro Microcosmos publicado en 1986, cuestionan radicalmente la postura de los darwinistas sociales pues ahora, según ellos, la biología y la microbiología han confirmado que la ayuda mutua y la cooperación entre las distintas formas de vida son aspectos determinantes en la evolución. Dicen: “La vida no conquistó el planeta con combates sino con alianzas”.
El mutualismo sindical
La ayuda mutua es desarrollada y propuesta por el naciente proletariado y sus sindicatos como una forma de solidaridad y resistencia de clase ante la explotación y opresión del capital; siendo, también, las base fundamental de las clases pobres, para realizar su vida cotidiana.
A fines del siglo XIX los trabajadores en Europa y América organizan sociedades de ayuda mutua, centros sociales o círculos internacionales, donde encaran diversos temas como el mutualismo en la salud, vivienda, educación no estatal, autodidactismo, cajas de resistencia. Son sociedades que alcanzan además del trabajador a su familia, se organizan por fuera del Estado y contra el Estado.
Influenciados por las ideas de Proudhon, anarquistas y sindicalistas españoles, italianos y franceses traen al Río de la Plata las ideas de mutualismo. En el caso de Uruguay estas ideas lograron resistir por décadas hasta que estas sociedades libres, mutuales y de apoyo mutuo, son capturadas e institucionalizadas dentro de la estructura estatal capitalista como lo fueron también los sindicatos. Es así que se institucionalizan mutuales de salud, cajas obreras de asistencia y ahorro, de vivienda y el Estado substituye la ayuda mutua horizontal entre iguales por la asistencia social, y para algunos organismos de esta asistencia incluso usa la denominación de ayuda mutua. Sin embargo, resisten algunas experiencias recientes de educación, de ocupaciones colectivas y de huertas urbanas, bancos de semillas y colectivos de agricultura orgánica.
La ayuda mutua es conveniente
La ayuda mutua es inmanente, es aquí y ahora, es local y se desarrolla en otros territorios que no son estatales, potencia lo colectivo y singularmente a sus participantes. Nos permite la experiencia de vivir de otra manera, abriendo nuevos espacios de vida, explora otras formas de pensar y de búsquedas colectivas que renuevan el entusiasmo en la alegría de la experimentación y la creación. También es un formidable impulso a la autoorganización en la medida que potencia la energía de quienes participan.
Permite encontrar respuesta a los problemas inherentes a la vida, a las inquietudes espirituales y materiales sin reproducir las maneras y formas estatales que nos sujetan y modelan. Resolver nuestras necesidades, no desde el lugar de víctimas ni de carenciados, que nos vuelve a atar a las instituciones estatales, sino produciendo autónomamente respuestas a las necesidades cotidianas de alimentación, vivienda, salud, educación, producción. Ese es el gran desafío, pensarlo colectivamente desde las pequeñas experiencias territoriales, locales, e ir avanzando, de a poco, en el ejercicio autónomo de nuevas posibilidades de vida comunitaria.
Ayuda mutua para salir de la domesticación y el paternalismo, para salir de la tristeza, para ser pensantes, para disentir, para perder el miedo, contra el pensamiento único, para poder crear.
Para Kropotkin no hay dudas sobre su conveniencia: “la fuerza que ellos adquieren practicando la ayuda mutua y el apoyo mutuos, y también a tener conciencia del placer que se puede hallar en la vida social”.
Los diferentes no son los otros
Visualizamos a los otros como diferentes a nosotros aunque ellos no nos ven así, pues la diferencia es un concepto inventado por el pensamiento occidental para neutralizar las luchas de las minorías étnicas y sexuales e integrarlas en la sociedad de consumo. La lógica de la diferencia solo existe en la cultura occidental, forma parte de lo que llamamos agenda de los nuevos derechos, y aunque los emigrantes y refugiados simulen compartir los valores hegemónicos de occidente en realidad no creen en ellos y hasta nos pueden ver como “bárbaros” y salvajes. La lógica de la diferencia funciona mientras el otro está distante, cuando su proximidad se torna riesgosa entonces es cuando aparece el racismo. Repensar entonces la máxima zapatista de un mundo donde quepan todos los mundos que niega la hegemonía cultural.
¿Cómo relacionarnos entonces con ellos sin partir de los derechos humanos, que tanto se nombran y tanto faltan? ¿Cómo vincularnos sin caer en la lógica del asistencialismo y de la representación que termina negándolos? Es posible desde la ayuda mutua, desde nuestra experiencia y conceptualizaciones establecer vínculos que se abran a la vida y experiencias de los refugiados y emigrantes sin reproducir la forma Estado y que reconozca también la dignidad de la vida de los otros y que permitan combatir el etnocentrismo, el racismo y los microfascismos que invaden como algo natural nuestra vida cotidiana.
Cuando los bárbaros están entre nosotros ¿o somos nosotros?
En la época de las dictaduras en América Latina los exiliados recibían el apoyo de los Estados y grupos sociales, pero estaba muy lejos de la ayuda mutua, pues era una ayuda en la lógica estatal y los latinoamericanos se cuidaban muy bien de no criticar o luchar contra el Estado que los acogía y asistía. Claro, muchos de ellos se preparaban para integrar los nuevos cuadros del ciclo de gobiernos progresisistas en América Latina que no cambiaron nada, que mantuvieron las formas de dominación y explotación del capitalismo global, siendo sus brazos ejecutores en sus respectivos países.
Hoy son nuevos bárbaros, refugiados y emigrantes, que no se parecen a nosotros, que vienen con otras culturas y religiones, los que están presionando las fronteras del mundo occidental.
Sin embargo, es necesario deshacer el relato occidental, heredero del Imperio romano, de que los bárbaros eran salvajes y sanguinarios, inferiores en su cultura. Fue la conquista militar de los bárbaros lo que posibilitó las bases del Estado moderno destruyendo formas de vida comunales y de ayuda mutua en las aldeas, con sus formas de propiedad comunitaria, con su justicia más cerca al derecho natural que al derecho romano.
La ayuda mutua puede ser hoy un potente instrumento ante la emergencia de los refugiados y migrantes que presionan las fronteras de Europa, que no son necesariamente incultos, sino que traen nuevas costumbres y nuevas visiones del mundo que, perseguidos por la miseria y sobre todo por las guerras, han decidido emigrar hacia Europa. Si los grupos humanos, desde las sociedades primitivas, lograron avanzar cooperando entre ellos; hoy desde el apoyo mutuo los refugiados y emigrantes, que escapan a situaciones ya no más soportables, podrán integrarse en nuevas realidades que ellos también participaran en su creación. Sin duda, nuestro devenir será otro si logramos difundir las prácticas de ayuda mutua en detrimento de la ley del más fuerte y del poder estatal. Las alianzas, contra la descomposición de la civilización occidental, son entre los que quieren cambiar el estado de cosas, con los que están insatisfechos con el capitalismo, y están dispuestos a transitar un camino de ayuda mutua y autonomía, construyendo, así, colectivamente una nueva ética, desde una convivencia que escape al moralismo normativo y al individualismo atomizante de la cultura occidental.
Redes de solidaridad y apoyo mutuo
La pregunta que nos hacemos, en esta nueva situación de descomposición del mundo capitalista, cuando el egoísmo social no parece ser una ventaja, es: ¿por qué por medio de la ayuda mutua no buscamos el encuentro entre distintas realidades y culturas poniendo en discusión, al mismo tiempo, la cultura occidental que tantas catástrofes está produciendo en el planeta? No nos olvidemos de que el occidente busca una solidez, que no tiene, construyendo un enemigo como el Islam y el fundamentalismo islámico, que ellos ayudaron a crear y crecer.
La solidaridad, muchas veces, en el pasado reciente y en el presente se ejerce desde la desigualdad enorme de las realidades de vida, para sacarse culpas y lavarse la conciencia, haciendo caridad y beneficencia que no cuestiona ni pregunta y que tiene la tendencia a representar a quienes se considera víctimas. Sabemos que el sistema ha aprendido a mercantilizar todos los aspectos de nuestra vida y nos preguntamos ¿no estará haciendo lo mismo con los refugiados y emigrantes y con nuestra solidaridad? Resulta claro entonces que no podemos ser consumistas compulsivos, ni trabajadores compulsivos ni tampoco solidarios compulsivos. Es necesario pensar el problema desde otro lugar que no sea el del pensamiento hegemónico, lejos de los Estados, las iglesias y las ONG, preguntarnos sobre lo que pasa y nos pasa, de manera que con voluntad de cambio, ir construyendo otros caminos que no van ser perfectos, que van a ser cambiantes y llenos de contradicciones y dudas, pero que van ser transitados desde una ética-política libertaria, actuando con mente abierta, con identidades no cerradas, sin verdades únicas, sabiendo que la convivencia, el mestizaje y el internacionalismo van de la mano y que estos espacios comunes de ayuda mutua pueden dar lugar al nacimiento de algo nuevo.
¿Cómo hacer converger el mundo que llevamos dentro con el mundo que vemos fuera cuando las presiones externas e internas son muy grandes y ante esa emergencia la ayuda mutua aparece como una ventaja conveniente? ¿Cómo unir las acciones concretas y cotidianas de apoyo a los migrantes y de denuncia a las políticas excluyentes y racistas de los Estados con la solidaridad internacionalista urgente, con las experiencias revolucionarias y no estatales que se llevan adelante en Chiapas y Rojava, experiencias comunitarias de autogobierno sin Estado, que alumbran otro mundo y que surgen en territorios fuera de los países centrales en un caso después de un alzamiento armado y en el otro en medio de la guerra?
Vemos en este periodo, con mucho interés y como algo nuevo, que en algunos países la solidaridad que brindan grupos locales libertarios a los refugiados y estos, al mismo tiempo, apoyan y participan en las luchas de esos grupos. En Europa se han construido redes de solidaridad y socorro desde abajo donde se apoya y recoge a los refugiados sin respetar las fronteras ni los muros que han levantado los Estados. Ha habido luchas en Estados Unidos con la participación de los extranjeros y los locales en defensa de la vivienda y contra los bancos, o la del sindicato de servicios por el aumento del salario mínimo donde emigrantes y nativos participan juntos desde el apoyo mutuo y la solidaridad. El ejemplo de los emigrados kurdos que reciben el apoyo y la solidaridad de los colectivos libertarios y ellos participan en las luchas locales.
Establecer redes no jerárquicas de apoyo mutuo con refugiados y migrantes es ya una manera de enfrentar o al menos resistir el poder del capitalismo que absorbe y normaliza.
Pepe Carballa
Publicado en Tierra y libertad núm.332 (marzo de 2016)