Son ya dos años de gobierno de la, llamada, coalición del gobierno más progresista de la historia de este inefable país. Tal vez, eso no sea decir mucho. El caso es que, ¿puede decirse que ha habido una verdadera transformación respecto a cuando gobierna la derecha? Veamos. Una de las promesas de los que gobiernan fue la derogación de la reforma laboral, «recuperaremos los derechos laborales arrebatados», aseguraron; incluso, en pleno estado de alarma tras estallar la pandemia del coronavirus, se reafirmaron en ello. Muy pronto, el Partido Socialista se desdijo de aquello, es cierto que sus socios de gobierno clamaron al cielo en alguna ocasión, pero Yolanda Díaz, ministra de Trabajo, acabó declarando que en realidad aquello era inderogable por no sé muy bien qué cuestiones técnicas. Hay quien asegura que lo que dijo Díaz, militante del Partido Comunista, era más falso que Judas, pero a estas alturas ya parece dar un poco igual. A finales del año pasado, llegaron una serie de reformas laborales, pero hay que recordar que prometieron, e incluso firmaron, derogar la reforma laboral del PP en 2012. Sí, son anatema las políticas del PP, pero hay que echar para atrás, hacer un poco de eso tan necesario en este bentido país que es la memoria, y comprobar lo que los gobiernos socialistas de González y Zapataro hicieron con las leyes laborales; todo atado y bien atado para una paulatina precarización del mercado de trabajo, gobiernen unos u otros.
Otro supuesto caballo de batalla para la denominada coalición de progreso ha sido la llamada ley mordaza, que daba mayor libertad a las fuerzas policiales para actuar aplicando sanciones desproporcionadas; durante la pandemia, los llamados cuerpos de seguridad tuvieron oportunidad de usar alegremente esta ley y, a pesar que de que el defensor del pueblo aseguró investigar si se habían producido excesos, hoy todavía seguimos esperando. El caso es que el gobierno formado por socialistas y podemitas afirmaron también derogarla para, tiempo después, aplicar solo algunas reformas de escasa importancia. Sí, los de Unidas Podemos suelen hacer declaraciones de vez en cuando lamentándose de lo poco que pueden hacer frente a sus socios de gobierno, aunque habría que comprobar la verdadera política transformadora que podrían llevar a cabo en un sistema donde casi todo parece estar trazado; ya dijo alguien, con una lucidez no exenta de fino sarcasmo, que los del «partido del cambio» iban a dar menos guerra en el gobierno que en la oposición.
Uno se pregunta si la irrupción de Podemos hace unos años en el panorama político no ha sido, esté o no diseñado de antemano, para sencillamente terminar de consolidar un proyecto liberal en este indescriptible país apaciguando a parte de las masas deseosa de cambio; es decir, se aplica sí alguna medida que parece favorecer el avance y los derechos individuales, como por cierto otros gobiernos conservadores ya habían aplicado en otros países europeos sin tanto revuelo, pero los pilares del sistema permanecen intactos para que, más temprano que tarde, acabe gobernando la derecha. Y es que claro, hay que observar también a la diestra patria que sufrimos, esa misma que califica de «socialdemocracia» a un gobierno que lleva a cabo políticas liberalmente inofensivas; derecha y ultraderecha, que son muy parecidas, que siempre han tenido un problema cultural con el liberalismo, si por tal cosa entendemos una mínima concepción de progreso. Sea como fuere, unos y otros no parecen más que las dos caras del sistema. Hay que recordar, una vez más, la metáfora del ferrocarril que, por mucho que se modernicen las locomotoras, se pinte los vagones y cambie la tripulación, acaba siempre yendo por las mismas vías. Lo que habría que hacer, lo habéis adivinado, es dinamitar las vías. Ojo, que es una metáfora.