Como es sabido para los que sigan este lúcido blog, soy un ateo recalcitrante, y no solo por por una obvia ausencia de creencia, también por ser un feroz combatiente (intelectual y moral, se entiende) de todo tipo de religiones y derivados. Podría resumirse, creo que también lo he aclarado en no pocas ocasiones, en que soy enemigo de todo dogma: es decir, de toda idea inamovible e innegable no sujeta a libre examen; esto es propio de la religión, pero también de ciertas doctrinas, que podríamos considerar herederas de aquella, aunque se presenten con cierto rostro diferente. Supongo que no es nada fácil ser un librepensador, pero al menos sí sabemos lo que es no serlo, lo mires como lo mires. Sí, podríamos entrar en un interesante debate sobre el dogmatismo (absolutismo) y el relativismo, pero trataremos hoy de emplear un lenguaje más mundano y accesible en nuestro irreductible crítica al pensamiento religioso. No abordaremos, algo que es francamente difícil de dilucidar y con lo que juegan los que pretender defender sus propias creencias, qué religión es más dañina. Una de las cosas que me irritan, de las muchas que lo hacen al observar tanta falta de actividad neuronal, es esa memez tan repetida, algo así como «sí, mucha crítica al cristianismo, pero no os atrevéis a meteros con la religión musulmana». Veamos.
En primer lugar, en este inefable país llamado Reino de España, uno ha sido inevitablemente educado en el catolicismo, por lo que conocemos bien sus rasgos y los dogmas en que se basa. Resulta por lo tanto lógico, cuando no se lanza una diatriba generalizada contra la religión (que también nos empecinamos en hacer, por supuesto), que nos centremos no pocas veces en la cultura cristiana y en la muy jerarquizada y autoritaria Iglesia católica, por su pretensión de universalizar la creencia y asegurar el control de las conciencias. Uno se opone a lo que ha sufrido con más fuerza, aunque sea evidente que otras creencias de otros lares sean igualmente dañinas, y creo que esto es fácil de comprender para el que no sea un reaccionario o un perezoso intelectual (ambas cosas, suelen ir unidas). En segundo lugar, recordaremos que el cristianismo es una religiones denominadas del libro, que comparte un tronco común con judaísmo (más antigua) y el islamismo (posterior). Es por eso que tantas veces, al criticar sencillamente el monoteísmo, como es la adoración papanatas a un déspota sobrenatural todopoderoso (llámese Dios, Yahvé, Allah o Monstruo de Espagueti Volador), lo estamos haciendo implícitamente al trío de creencias religiosas mencionadas. Ya otros señalaron en los inicios de la modernidad, el absurdo y las contradicciones de concebir y someterse un ser omnisciente, omnipotente y absolutamente benévolo, por lo que no insistiré más de momento.
He sabido, recientemente, de la existencia de un libro llamado Por qué no soy musulmán, del autor indio Ibn Warraq. Como puede suponerse, por las palabras escogidas para el título, Warraq realiza un homenaje a la obra de Bertrand Russell Por qué no soy cristiano. Si el británico, claro, hizo un feroz alegato contra la religión con la que se crio, el indio ha hecho lo propio con la musulmana. Aclararemos que Warraq es un ateo defensor del librepensamiento, por lo que no resulta sospechoso, al menos para el que suscribe, de exacerbar las críticas al Islam en beneficio de otras creencias. Veamos si podemos centrarnos en críticas muy concretas y diáfanas a la religión musulmana, así como las barbaridades que acaban realizando algunos de sus seguidores más fanáticos. Recordaremos hechos recientes como la persecución a Salman Rushdie, por mostrarse terriblemente crítico con el Islam en un libro (ha vuelto a pasar ahora con Warraq, lo cual corrobora la tesis de su obra), o el asesinato de varias personas en 2015, por haber realizado una caricatura del profeta Mahoma. Estos atentados nunca han tenido una condena incondicional y radical, por parte de los detentadores del poder a nivel internacional, en nombre de la libertad de expresión y crítica. Recordaremos la existencia de repulsivos regímenes teocráticos, que se justifican en la nefasta ley islámica para oprimir a sus súbditos y condenar a una persona a la muerte. Es necesaria una laicización de esas sociedades, algo que en Occidente solo se ha realizado en apariencia, por lo que entraríamos de nuevo en la denuncia de toda institución religiosa beneficiada, de una manera u otra, por el poder político (aunque se muestre democrático y liberal, pero no tarde en negociar y apuntalar esas dictaduras teocráticas). Lo dicho, nuestra crítica a toda religión (y a todo Estado, que puede ser el heredero político de Yahvé, Dios o Alá), resulta innegociable.
Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/01/25/contra-la-religion-tambien-claro-bodoque-la-musulmana/