Por un lado, el acentuado control social en la era de la pandemia. Por otro lado, la presencia de la derecha en los movimientos de rebelión y «por la libertad». No hay posible confusión con esos partidarios de la «libertad» de explotación y opresión.
El lado de la libertad se precipita hacia una peligrosa pendiente cultural, especialmente para quienes, como l@s anarquistas, abogamos por un tipo de sociedad fundada en este valor. La representación del concepto y la visión que está adquiriendo la palabra libertad se ha vuelto muy complicada, además de difícil de definir y comprender. A nivel discursivo y perceptivo ahora hay más de uno. Es inevitable evocar el «Newspeak» en el famoso 1984 de Orwell, donde «la libertad es esclavitud» es uno de los tres lemas del socing (socialismo inglés en Newspeak).
¿Estamos arruinando la aspiración existencial de ser libres? ¿La libertad está intentando suicidarse y saltar voluntariamente al otro lado? Paradójicamente, en algunos aspectos también podría entenderse de esta manera. Afortunadamente, este no es el caso en absoluto. Dado que es una condición del ser, independientemente de las interpretaciones y distorsiones con las que el devenir cultural intenta transformarlo y camuflarlo, no puede dejar de ser lo que es. Antes de definirlo, de hecho, hay que vivirlo, porque cuando quieres definirlo antes de vivirlo, inevitablemente lo mortificas y te arriesgas a matarlo.
El coronavirus ha proporcionado una coartada
Lamentablemente, el caos que se está haciendo es inmenso y en este caos su significado más auténtico no es del todo obvio. Necesitamos poder salvaguardar su profundo significado. Entonces podríamos decir que más allá de cualquier declinación, la libertad indica hacer y actuar sin ser forzado ni obstaculizado. Dado que, como todas las cosas de esta tierra, no puede expresar un concepto absoluto y, sobre todo, la realidad misma está llena de condicionamientos, esta ausencia de coacciones no significa ausencia de impedimentos. Así, la posibilidad de ser libre se mide en la capacidad de moverse y operar en relación con el contexto existencial.
Cuando hablamos de libertad nos sumergimos inevitablemente en la condición social y contextual donde se puede lograr. Dado que la anarquía es la única concepción que aspira a la mayor libertad posible y lleva a desearla, vivirla y hacerla efectiva, planteando seriamente el problema de cómo realizarla concretamente para cada individuo en armonía y colaboración con los demás.
Es en este punto en que entran en juego nuestras propuestas y nuestra visión anarquista. Desde un punto de vista ideal, l@s anarquistas la viven pragmáticamente como una posibilidad y tratan de preparar las condiciones bajo las cuales se puede realizar. La libertad individual y colectiva, por tanto, armoniosamente fusionadas, que se expresan a través de la solidaridad social y las responsabilidades individuales. Incluso en la crítica al poder, l@s anarquistas intentamos entender cómo se mueve este teniendo en cuenta los límites objetivos del contexto en el que opera, para contrastarlo mejor con prácticas y alternativas antiautoritarias.
Hablamos, pues, de la libertad como referente privilegiado capaz de arrojar luz en medio del intrincado y agresivo bosque significante que envuelve su significado original hasta el punto de ocultarlo. Un ejemplo sorprendente de esta metamorfosis semántica lo proporciona la erupción del coronavirus en nuestras vidas. Con su invasión invisible, proporcionó a los poderes que están de servicio la excusa para planificar desde arriba comportamientos y plazos en la vida personal de todos. En cierto sentido, la simbología distópica de socing se ha hecho realidad y actualizada.
Por un lado, el gobierno de turno, para justificar la salvaguarda de nuestra salud, ha impuesto reglas de conducta obligatorias y sancionadoras. Una actitud sumamente paternalista, con la típica discreción autoritaria del pater familias, que básicamente sugería otra consigna de tipo orwelliano, “la represión es protección”.
Por otro lado, la oposición de derecha, después de haber acusado sistemáticamente al gobierno de ser de izquierda, con una actitud especular lo acusa de aplicar un giro hiperautoritario y anticonstitucional. Hay algo de farsa e incongruencia al mismo tiempo en este escenario de derecha. Estas fuerzas, claramente de inspiración autoritaria, se declaran con calma amigas y simpatizantes de los peores déspotas del momento sobre la faz de la tierra, Trump, Bolsonaro, Orbán, Putin y similares.
Irónicamente, dadas sus referencias internacionales y los supuestos soberanos en los que basan abiertamente su trabajo, uno pensaría que las oposiciones de derecha atacan al gobierno culpándolo de antidemocrático porque se siente usurpado. Considerándose probablemente los únicos auténticos custodios de las opciones autoritarias más efectivas, les gustaría ser quienes decidieran cómo y con qué medidas imponer restricciones a la circulación de los ciudadanos para, como en este caso, «defendernos» de la pandemia, lamentablemente no de ellos. ¿Cuestión de envidia hacia quienes ocupan «ilegalmente» ese puesto del que se consideran los únicos competentes? Más que nada, pensamos, un deseo desmesurado de poder a toda costa: no se sienten libres para imponerse como quisieran.
Un marco uniforme
Más allá de estas polémicas instrumentales, el problema que se sigue planteando obstinadamente es que los modos de comportamiento y las posibilidades de movimiento se definen según modalidades establecidas desde arriba e impuestas. Un verdadero marco uniformador que contiene en sí el germen de educar para normalizar, casi una profilaxis de la disciplina social destinada a perpetuarse. Todo se parece mucho a la implementación de tecnologías de control avanzadas, la preparación de un inmenso y sofisticado “panóptico digital” (el panóptico o panóptico es una prisión ideal diseñada en 1791 por el filósofo y jurista Jeremy Bentham). Otros ya han descrito muy bien la calidad aterradora del control político-policial que existe en China, promocionado como útil para combatir el coronavirus.
Para el poder, la ocasión del momento es la agresión pandémica que ha golpeado repentina y peligrosa; y al menos según los técnicos acreditados, no se ha encontrado otro sistema eficaz para combatirlo. Al mismo tiempo, las metodologías implementadas inevitablemente resultan ser un experimento demasiado ambicioso para actualizar los métodos de control social.
Represión y control social
Con las perspectivas que se vislumbran en el horizonte, crisis económica de proporciones gigantescas, aumento descontrolado del desempleo, expansión desproporcionada de las desigualdades, aumento de la pobreza y la miseria, acentuación del problema del hambre a nivel mundial, trastornos climáticos por causas antropogénicas, es fácil prever rebeliones aisladas y masivas, como levantamientos y motines, de diversa índole e intensidad. Con una acumulación de enormes injusticias que aumentará sobre nosotros, las angustias individuales y colectivas se están extendiendo.
Los poderosos de turno, como siempre, no tienen intención de renunciar a los estratosféricos privilegios de los que se han adueñado con descarada prevaricación en detrimento de masas humanas cada vez más difíciles. Quienes administran el dominio no pueden permitirse el lujo de soportar los inminentes levantamientos de abajo y están preparando las defensas de sus «arcas». Tanto la represión implacable de cada tumulto, como el brutal control social, preventivo y eficaz, que hace pleno uso de cada innovación tecnológica.
Revueltas gestionadas por la derecha
Es fácil prever que por parte de los rebeldes sociales será inútil soplar sobre las rebeliones más o menos insurreccionales y contar con ellas para la deseada redención social. Los poderes de turno los esperan y están preparados para enfrentarlos y aniquilarlos. En este nivel se ha vuelto prácticamente imposible luchar contra ellos, y mucho menos vencerlos. Los anhelos de rebelión serán sofocados.
Si por casualidad hubo alguna «victoria» de los manifestantes por vehemencia sobre las distintas fuerzas policiales, difícilmente surgirán situaciones de auténtica liberación, mientras que probablemente triunfarán nuevos despotismos. Se vislumbra la sombra del «reinado del terror» de 1793, consecuencia de la Revolución Francesa de 1789.
No cometamos el error de engañarnos, en muchos casos cualquier motín será gestionado por la derecha que, como viene haciendo desde hace tiempo, pretenderá estar del lado de los más débiles y querrá devolver a los pueblos la «libertad de sus tiranías».
Manteniéndonos lúcidos, sin dejarnos abrumar por la fuerza de las contingencias, podríamos y deberíamos construir una red internacional alternativa, en solidaridad y reciprocidad, de relaciones sociales autogestionadas basadas en la plena libertad.
Andrea Papi
Artículo originalmente publicado en italiano en la revista A # 445, Milán, verano 2020, accesible en http://www.arivista.org/?nr=445&pag=19.htm. Traducido por la Redacción de El Libertario.