Nunca he sido partidaria de exponer mis emociones en público, una educación sobria hasta el límite, en una familia obrera que migró del campo a la ciudad en momentos de dura crisis (una rama familiar antes de la II República y la otra en la década de 1950) y una convicción propia de que había que controlar las emociones en aras de la racionalidad, me convencieron de lo peligroso que podía llegar a ser conducirse exclusivamente por sentimientos.
He procurado a lo largo de mi vida mantenerme en esa línea de actuación, acompañada por la idea de que era necesario actuar colectivamente buscando la justicia social y la libertad. Esas convicciones no forman en mí un barniz que se puede rascar para sustituirlas por otras sino la idiosincrasia de mi forma de ser. Nunca he pretendido ocupar cargos ni beneficiarme en nada de mi activismo y eso me ha permitido ir construyendo un perfil muy personal vinculado al anarquismo sin que esté determinado por ninguna organización aunque he estado afiliada más de 30 años a la CNT, posteriormente CGT. Abandoné esta organización hace tres años por disconformidad con la línea nacionalista adoptada en Cataluña y que en las últimas semanas se ha mostrado en toda su desoladora magnitud.
Sin embargo hoy rompo esa línea de actuación y hablo de emociones y sentimientos, con mucho pudor, porque el nacionalismo ha colocado en el centro del debate político una ideología que se sitúa exclusivamente en el terreno subjetivo de las emociones. Sobre los sentimientos del nacionalismo catalán se habla continuamente en los medios de comunicación proclives a la independencia, sobre los del nacionalismo español algo parecido en otros medios. Esa confrontación de subjetividades emocionales ha creado dos mundos paralelos en los que los “otros” no tienen cabida y sirven para reafirmar identidades excluyentes, rencores, rabia y odio.
Pero yo no me sitúo en ninguna de las dos reacciones identitarias: no me gustan las banderas, ni las señas de identidad lingüística, ni los agravios egoístas, no me emocionan los himnos patrióticos, ni sentirme fuerte arropada por una masa que busca la unanimidad y rechaza la discrepancia, ni busco en la historia la confirmación de mis deseos.
Ese control de las emociones me ha conducido a una incómoda situación, estoy en tierra de nadie, no me ampara ninguna organización, no me consuela la convicción de sentirme en posesión de la verdad, no me siento arraigada a ningún pedazo de tierra, a ninguna categoría de superioridad ética (ni étnica). En esa tierra de nadie hace frío, hay confusión, no tengo raíces que me sujeten a tradiciones o creencias, mi nombre circula en listas de malos patriotas, la amenaza de graves palabras (traidora, deshonesta, renegada, fascista…) ronda alrededor mío, de mi familia y de mis amistades que como yo estamos instalados en esa tierra de nadie.
¿Qué me queda tras años de compromiso social y activismo?
¿Acabar hablando en público de emociones y sentimientos?
Laura Vicente
Tomado de: http://pensarenelmargen.blogspot.com.es/2017/10/cuando-el-nacionalismo-p…
Te arropa el calor de la anarquía. De un pensamiento libre o al menos todo lo libre que puedas.
Rafa, Mikel y Octavio, muchas gracias por vuestra empatia.
Salud y un fuerte abrazo!!
Carles, amb la teva resposta em dones la raó. Els territoris no tenen problemes, els tenen les persones i aquestes tenen identites múltiples (com a dona, de classe, culturals, edat, etc.). El problema és que a Catalunya i a Espanya existeixen persones que donen prioritat a una sola identitat (la nacional) i la converteixen en única i primordial, superior a les demés en qualsevol circumstància (de fet la problemàtica social que és molt greu a Catalunya ha quedat totlment desplaçada per la nacional i avui no té cap actualitat,,, gran victòria pel nacionalisme). Les persones que no tenim aquesta identitat primordial o simplement és un aspecte més de les moltes que ens defineixen, quedem en terra de ningú.
Salut
Me encanta leerte
Siempre estoy de acuerdo contigo
No estás sola en tierra de nadie, muchos estamos contigo
Tu opinión es muy respetable. No obstant, el problema Catalunya España es más que nacionalismo si usted lo interpreta así su posición es muy coherente. Y me recuerdo que internocialismo no es antonimo ni de nacionalismo ni patriotismo.
Un saludo,
Gracias por tus aportaciones que sigo siempre que puedo coninteres…
Lo mejor del vivir son las emociones, sin ellas «lo racional» nos acerca a las maquinas y la vida racionalizada carece del calor y del riesgo de la amistad, del amor, de la aventura del convivir… no te lo deseo. Salud y emoción !
Querida Laura;
En esa tierra de nadie, que es la tierra de todos y no la de unos o la de otros, estamos muchos/as y cada vez estaremos más para hacer frente a los nacionalismos, esas falacias identitarias que generan odio y divisiones con su obsesión de imponer banderas y fronteras para crear Estados que acaban siempre consolidando el Capital.
Hoy más que nunca debemos proseguir el combate por un mundo ecosostenible y de libertad e igualdad parar todos y todas.
Salud
Octavio