EL ODIO ANARQUISMO

«El odio (La Haine)», violencia policial y marginación social

El reciente asesinato del joven de 17 años Nahel, a manos de un policía mediante un disparo a quemarropa, después de golpearle dos veces en la cara por el gran delito de conducir sin carné y tratar de escapar, como es sabido, ha provocado nuevas revueltas en la sociedad francesa, con importantes disturbios producto de una ola de rabia de una intensidad que supera a las producidas en los últimos años. Estos excesos policiales, que se producen en cualquier Estado, pero la gran y democrática república francesa parece llevarse la palma, excesos no siempre muy publicitados, se vienen sucediendo durante décadas. De hecho, un caso apenas conocido es que en marzo de este mismo año 2023 hubo en la localidad francesa de Saint-Soline durante una manifestación ecologista un ataque policial nada menos que con granadas explosivas, que dejo centenares de heridos, algunos muy graves. El sistema, como es obvio, no puede poner una verdadera solución a los excesos policiales, ya que necesita estas fuerzas para mantener el orden vigente y reprimir cualquier contestación.

Algunos sociólogos, aludiendo al problema del hostigamiento policial en los suburbios, han destacado que su origen no son solo las desigualdades económicas, evidentes por otra parte, también las humillaciones constantes y violencia por parte de la policía que sufren los habitantes de los barrios más humildes, especialmente personas de etnias diferentes a la blanca.

De hecho, la película de 1995 El odio (La Haine) está inspirada en hechos reales, cuando en abril de 1993 un chico de 17 año moría a manos de la policía cuando estaba esposado en una comisaría de París, lo que produjo un estallido social y el enfrentamiento entre los jóvenes del barrio y las fuerzas policiales; como vemos se trata de una obra, desgraciadamente, de plena actualidad donde la realidad, casi tres décadas después, continúa siendo la misma y deja corta la ficción. El film está dirigido por el también actor Mathieu Kassovitz y sus protagonistas son tres jóvenes marginados de un suburbio de París; un judío (Vinz), un árabe (Said) y un negro (Hubert), víctimas de ese odio del título por parte de la policía y el sistema; por cierto, los nombres en la ficción de cada protagonista corresponden a los nombres reales de los actores que los interpretan.

Inspirada en ese asesinato real, en la ficción una paliza a un joven que ha quedado en coma ha sido el desencadenante para duros enfrentamientos entre residentes del barrio y la policía; el film se inicia a la mañana siguiente de una noche con uno de estas batallas donde uno de los protagonistas, Vinz, se hace con la pistola de un agente y jura, en el caso de que el joven en coma acabe por morir, matar a un policía para vengarle. La película recoge magistralmente la marginación de estos barrios, dentro de supuestas sociedades desarrolladas, y el permanente hostigamiento de la policía, algo que no ha mejorado con el paso de los años en una sociedad supuestamente avanzada, pero llena de contrastes y miserias.

Una pequeña historia, contada al principio y al final de la película, funciona como perfecta simbología del mensaje: un hombre va cayendo desde una altura de 50 pisos, para tranquilizarse durante la caída va repitiendo “hasta ahora, todo va bien… hasta ahora, todo va bien”; sin embargo, lo importante no es la caída, sino el aterrizaje. Otro elemento importante en la película es esa pistola arrebatada a un policía, que funciona como símbolo de poder y corrupción; uno de los protagonistas, Vinz, interpretado por un joven Vincent Cassel, se hace con ella y presume de poder convertirse así en un tipo duro, pero comprobamos que solo es fanfarronería cuando ni siquiera es capaz de emplearla con un neonazi del que se defienden; esta secuencia es también estremecedora, ya que Hubert le pone a prueba y le insta a emplear la pistola argumentando que es posible que haya algún poli bueno, pero con seguridad ese skin-head es basura y merece morir (por cierto, el neonazi está interpretado por el propio director).

Aquí, precisamente, el director se moja y de qué manera, ya que deja entrever que las fuerzas policiales no tienen ningún miramiento en emplear las armas, tal vez ellos son los verdaderos representantes de ese odio del título (aunque, a priori, Vinz también parece estar lleno de odio, consecuencia con seguridad del ambiente que ha respirado durante toda su vida). Los otros protagonistas, Hubert, parece representar la razón, y Said, la inocencia.

Se establece una clara dicotomía entre razón y odio, con la inocencia siempre oscilando entre ambos de modo neutral o tal vez tratando de conciliar, aunque a veces es inevitable dejarse llevar por la rabia como vemos en alguna secuencia del film. Es destacable ese diálogo en el que Hubert, la razón, trata de hacer pedagogía y advertir a Vinz que el odio solo atrae el odio, algo que sabría si hubiera ido a la escuela; ante esto, recibe la respuesta de “yo no he ido al colegio, soy de la calle, y eso me ha enseñado que si ofreces la otra mejilla te dan por el culo”.

A pesar de toda su simbología, metáforas, e incluso alguna secuencia enigmáticamente mágica, la obra es de un tremendo realismo y quizá no haya mejor retrato de los suburbios. He mencionado una secuencia mágica, como es aquella en que los tres jóvenes están bromeando observando una panorámica de París y uno de ellos dice que estaría bien tener el poder de apagar las luces de la Torre Eiffel para terminar diciendo “eso solo ocurre en las películas”; sin embargo, cuando abandonan la escena y la cámara permanece sobre la ciudad, observamos cómo se apagan las luces de la torre. Hay quien ha visto esta secuencia de modo esperanzador, yo no lo tengo tan claro, sencillamente nos recuerda que estamos viendo una obra de ficción, de una crítica social y un realismo tremendos, que es lo importante, pero también una obra de ficción de la que, supuestamente, estamos disfrutando.

El director Mathieu Kassovitz, junto con los tres protagonistas, fueron a vivir durante meses al mismo barrio donde se desarrolla la película con el objetivo de conocer bien el ambiente que allí se respira y mezclarse con los residentes; es posible que en gran medida gracias a eso, tenemos una gran obra que respira veracidad en cada fotograma.

La historia de la película se desarrolla durante 24 horas con un estupendo blanco y negro, una atractiva banda sonora y unas impresionantes interpretaciones; cada cierto tiempo, se muestra la hora en pantalla dando a entender que algo terrible va a ocurrir y de qué manera en el colofón de la película como bien anuncia la historia del hombre que va cayendo. Una obra que plantea muchas reflexiones e interrogantes, como algo evidente, de donde surge la violencia, el odio y el rencor social, algo evidente a pesar de que la propaganda oficial quiera hablar solo de estallidos sociales surgidos de la indignación. Me resulta muy complicado encontrar algún fallo a este valiente y necesario film, del que su director anunció hace tiempo una secuela; hoy, visto lo visto en la sociedad francesa, supuestamente una de las más avanzadas del planeta, urgen obras como esta.

Capi Vidal

Un pensamiento sobre “«El odio (La Haine)», violencia policial y marginación social”

  1. Yo vengo de lo que se conoce como «clase media».

    He jugado mucho en la calle y he conocido a muchos tipos de personas.

    He llegado a conocer a gente armada… No me gustan para nada las armas.

    Tuve un amigo que me recuerda a esta película. Siempre se ha reído de los hijos de «madero» y nunca se ha dado cuenta que él mismo es hijo de policía.

    Siempre ha fardado de su pistola… Nunca ha comprendido que hay cosas más importantes que la violencia.

    ¡Buena película! Se aprende mucho.

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