En mi primera contribución (1) al debate sobre “la perspectiva de un sindicalismo revolucionario en el tiempo que se avecina”, por coincidir con los compañeros que me habían precedido en considerar el objetivo del sindicalismo actual muy alejado del objetivo emancipador del sindicalismo revolucionario y que por ello éste era hoy pertinente y necesario, propuse centrar el debate en responder a la cuestión de “por qué el sindicalismo no es o no puede ser revolucionario hoy”. Y, para avanzar en el debate, argumenté por qué pensaba que, “mientras nuestro deseo siga colonizado por la ideología propietarista y consumista”, el sindicalismo no podrá tener (en el mejor de los casos) otro objetivo que el de defender los derechos laborales y conseguir mejoras para los trabajadores dentro del sistema capitalista.
Pues bien, como sea que Lluis Rodríguez Algans (2) y Martín Paradelo Núñez (3), en sus contribuciones (posteriores a la mía) no solo consideran posible el sindicalismo revolucionario hoy sino que, además, considera el planteamiento actual de la CNT como la expresión del «sindicalismo revolucionario del siglo XXI», en mi segunda contribución trataré de mostrar por qué el sindicalismo actual (el de la CNT también) no puede ser revolucionario y, por muy combativo que se pretenda o sea, solo es y puede ser hoy reformista… Y ello a pesar de que su manera de funcionar sea más o menos asamblearia y radical.
La realidad del sindicalismo hoy
Precisamente, por parecerle una obviedad a Martín Paradelo, comienzo por repetir que “no es suficiente con desear mucho una cosa para que ésta ocurra”; pues es esta obviedad la que no permite considerar (y, desgraciadamente, de lejos) ninguno de los sindicalismos existentes hoy (incluido el de la CNT) como “sindicalismo revolucionario”.
Por supuesto, yo también desearía que lo fuese, que pudiera serlo. Pero, desgraciadamente, una cosa es el deseo y otra la realidad. Y la realidad hoy del sindicalismo realmente existente, del sindicalismo institucional que en España y en el mundo representa y encuadra a millones de trabajadores, es la de un sindicalismo funcionando (de buena o mala gana) en sintonía y dentro de las estructuras de mercado del capitalismo globalizado. Un sindicalismo que acompaña la terciarización de la economía y el trasvase de asalariados de un sector a otro, sin decir ni pío, y contribuye así al desclasamiento, a la masificación y conformismo de la clase trabajadora, además de favorecer conscientemente en ella su alienación ideológica por el consumismo y el individualismo de la vida privada capitalista.
No abundaré pues en “el papel del sindicalismo en la expansión del capitalismo global y en la conformación del nuevo sujeto narcisista de la sociedad de individuos consumidores”, puesto que Paradelo lo considera archisabido (“como si no fuesen temas tratados por extenso…”).
Efectivamente, no es necesario extenderse al respecto; puesto que todos somos conscientes (aunque no lo reconozcamos) del por qué han sido posibles tal “expansión” y tal “conformación”…
No obstante, no está de más precisar que no todos los participantes activos (al nivel que sea) en tal sindicalismo son conscientes de lo que éste es realmente ni tampoco son los principales responsables de tal “expansión…” y de tal “conformación…” Pues es obvio (otra “obviedad” obvia) que, sin la participación voluntaria de la mayoría de los trabajadores, ese sindicalismo no podría existir ni funcionar, y que, sin el consentimiento y la adhesión voluntaria de la mayoría de los “consumidores” al sistema de consumo capitalista, el capitalismo no sería -como lo es hoy- ni global ni hegemónico.
El sindicalismo revolucionario como deseo…
Frente a esta realidad del sindicalismo actual en general, Paradelo dice que lo interesante es analizar “de qué manera el sindicalismo puede articular procesos de autogestión económica al mismo tiempo que construye un espacio social de iguales”, que es sin duda alguna el objetivo del sindicalismo revolucionario. Y como “por algún lado hay que empezar”, propone “empezar por algo que con el tiempo suponga una base segura desde la que enfrentar los retos que implica un enfrentamiento revolucionario, de toma de los medios de producción”, y añade que, para conseguirlo, “la lucha por mejoras inmediatas es un paso ineludible”.
Paradelo reconoce pues que la lucha actual de la CNT es (como la de los otros sindicatos) “por mejoras inmediatas” y que es “con el tiempo” que (él supone) se producirá el “enfrentamiento revolucionario” por la “toma de los medios de producción”, que es, como sabemos, el objetivo del sindicalismo revolucionario. O sea que también para Paradelo el sindicalismo revolucionario solo es hoy un deseo y no una realidad, y por ello la CNT -más allá de practicar una acción sindical más combativa (aunque no siempre) que los otros Sindicatos- solo tiene la “toma de los medios de producción” y el “comunismo libertario” como horizonte teórico. Pues, aunque “la idea de negociación” defendida y practicada por la CNT sea “una parte del conflicto” y “no la solución”, la realidad es que se negocia con el Capital y, cuando se negocia la “toma de los medios de producción” se queda obligadamente para mañana… Y más si la negociación se realiza en el contexto de la actual relación de fuerzas Trabajo/Capital y a través de los “profesionales del asesoramiento laboral y social”, como parece proponer Luis Rodríguez Algans en su contribución.
Me parece pues que Paradelo reconocerá que, en tales condiciones, le será muy difícil al sindicalismo (por muy revolucionario que se pretenda) negociar mejoras, dentro del sistema de explotación y dominación capitalista, y “articular procesos de autogestión económica al mismo tiempo que construye un espacio social de iguales”.
Claro que, para cuantos deseamos un mundo sin explotación ni dominación, es mil veces preferible un sindicalismo, que no se contente con repetir la letanía de “principios, tácticas y finalidades”, amén, y apueste de verdad por ese mañana autogestionario e igualitario, a cualquier otro que se complazca o se resigne a ser un simple instrumento mediador, entre el Trabajo y el Capital. Es decir: regulador de los conflictos sociales.
Ahora bien, preferir ese sindicalismo a todos los otros, no debe llevarnos a olvidar la necesidad de descolonizar el deseo (individual y colectivo), colonizado por la ideología capitalista (“tener”), para que “ser” (“vivir”) sea de nuevo su sujeto: pues solo así el sindicalismo revolucionario y la lucha por la emancipación podrán ser realidad y no serán solo deseo…
De ahí que, mientras no logremos tal descolonización, coincida con cuantos desean y hacen todo lo posible por que la acción sindical (en el sindicato que sea y aún más en la CNT, la CGT y SO) pueda ser plural, no dogmática y combativa.
Esta es la razón de mi implicación -desde joven- en las luchas promovidas por ese sindicalismo y de mi intervención en este debate.
Octavio Alberola
NOTAS:
(1) http://kaosenlared.net/sindicalismo-y-emancipacion-social/
[Tomado de http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/37009.]