Este libro es una lectura apasionada de una de nuestras fuentes de inspiración: Emma Goldman. No es nuestra intención convertirla en un mito, sino recordarla, y pensarla en presente. Tras los ochenta y dos años transcurridos desde su muerte, nos gustaría hablar de ella desde su vida y desde su pensamiento. El reconocimiento de Emma Goldman se fundamentaba en su vida, en la heroica aventura de una mujer judía, inmigrante y anarquista que ajustó su vida a sus ideales. La mitificación de su vida redundó en subestimar su pensamiento y su contribución al anarquismo en el plano teórico.
Sin embargo, ella siempre celebró la unidad de la vida. Entendió el anarquismo sin destacar unas esferas de la vida (la teoría, el pensamiento) y ocultar otras (el cuerpo, los afectos, la manera de vivir). Desde el anarquismo se ha entendido y construido su genealogía sobrevalorando la esfera del pensamiento y postergando, de esta manera, a las mujeres anarquistas que entendieron la importancia de unir todo lo que constituye la vida.
Ella misma destacó en más de una ocasión cómo entretejió vida y pensamiento en un todo, podemos considerarla una maestra de la unidad de la vida. Su manera de vivir la existencia según los ideales de libertad a partir de las relaciones más íntimas con los demás, era para ella un fin en sí mismo y un aspecto crucial del cambio social. Rechazaba la contraposición entre emoción y pensamiento, entre vida personal, vida social y compromiso político.
Esta es la Emma Goldman que nos interesa tanto a Agustín Comotto, autor de la portada y de otras ilustraciones en el interior del libro, como a mí misma. Ha llegado el momento de reconsiderar nuestra genealogía anarquista y dar cabida como se merece a Emma Goldman.