Hay quien considera, con una línea argumentativa preescolar, que algunas personas odian tanto a su país, que se muestran incapaces incluso de nombrarla. De esa manera, usan eufemismos como «este país» o «Estado español» (concepto este, por cierto, que siempre he detestado y me parece hacerle el juego al enemigo). Veamos si soy capaz de explicarlo aumentando el nivel de lucidez habitual de este blog, que ya es decir, aunque no me responsabilice de la dificultad de comprensión de lectura de nadie. En primer lugar, se quiere observar tantas veces como un problema dicotómico entre izquierda y derecha, siendo los primeros los enemigos de la patria, supuestamente, y los segundos los que la aman profundamente. Esto, no es que sea solo de un maniqueísmo que tira de espaldas al que tenga un poquito oxigenado el cerebro, es que para llegar a semejante conclusión hay que reducir notablemente conceptos más bien poliédricos y no tener una visión de la historia como repugnante culto a los poderosos. Del mismo modo, sería necesario clarificar a estas alturas qué diablos es izquierda, pero bueno, quizá podamos entender por derecha a todos los que reivindican la historia de este inefable país (obsérvese la habilidad del que suscribe, no exenta de cierto animus iocandi, para no mencionar a la sacrosanta patria).
Hablamos de una historia que se desarrolla para estos elementos reivindicares de la tradición desde las raíces visigóticas, pasando por el enorme imperio hispano que llevó la felicidad hasta los confines del mundo, hasta no sé muy bien qué (no, no suelen mencionar al generalísimo, aunque de modo directo o indirecto dejan ver que fue un salvador de los que atentaban contra esa nación unidad de destino en lo universal). Nos estamos refiriendo, por supuesto, en esta versión patriótica abiertamente repulsiva a los más reaccionarios, que suelen loar las grandes gestas bélicas (comprobemos algunas estatuas erigidas en los últimos años, claro, sufragadas por estamentos como el ejército). A estos tipos no parece gustarles mucho el Estado moderno, suelen aludir más a la nación (repetida hasta el hastío), aunque no al pernicioso nacionalismo (porque, claro, el nacionalismo es el de los otros, que son el infierno). Pero, no seamos reduccionistas, no todos los que se consideran patriotas o los que portan con orgullo la bandera rojigualda (de este peculiar país) son unos fachas sin remedio. Al fin y al cabo, la bandera es solo un símbolo del lugar ordenado como nación donde hemos nacido por mero accidente geográfico. Lo mismo la puede llevar en la muñeca un pobre diablo, por haber ganado la selección algo, que otro por considerar que la patria se disgrega y hay que imponerla a otros a machamartillo y, si es preciso, manu militari.
Pongámonos un poquito rigurosos con los conceptos que nos ocupan, inevitablemente vinculados: patria, nación, Estado… Es posible que antes se llamara Dios, y ahora reciba otro nombre, pero todo esto parece una cuestión también de creencia, en una instancia superior abstracta, para asegurar una estructura muy real, jerarquizada y autoritaria. Como antes ocurría con Dios y la religión, que no se sabía con certeza si uno daba lugar a la otra o al revés, lo mismo pasa con ahora con la nación y el Estado, si es la primera la que da lugar al segundo justificando el patriotismo o, en cambio, es al revés gracias a la propaganda patriótica. El caso es que el personal tenga fe en supuestos intereses nacionales, aunque vayan contra los suyos propios y encubran en realidad la voluntad de poder de una minoría. Resulta más necesario que nunca combatir toda mistificación patriótica y reivindicar al conjunto de la humanidad y eso tan bello que es la fraternidad universal. Ya otros han dicho que el desarrollo de la modernidad no puede verse como un mero enfrentamiento entre imperialismos y nacionalismos, o entre unos conceptos de la nación y la patria con otros (que no deja de ser la sustitución de una dominación por otra). Afortunadamente, también existen las ideas anarquistas y, solo desde esa reivindicación moral inmensamente superior a algo tan estrecho como la idea de patria, de modo sarcástico me refiero tantas veces a este inefable país (llamado España).
Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2024/01/15/este-inefable-pais/
Nieva en mi pequeña ciudad.
Quiero decir: que también nos afecta el cambio climático.
Nunca se va a poder predecir el clima al 100% pero se nota la temperatura: hace frío.
Sigo guiándome por La Luna y hoy es Luna creciente. Lo que quiero decir es que empieza otro ciclo en el calendario.
Estamos en un ciclo en el que el día se alarga, por lo tanto se alarga el día y por lo tanto empieza a haber más temperatura.
Todavía me recuerdo tirando bolas de nieve por estas fechas… Y mucho antes… Estoy esperando a ver si esta es la nevada.
Un saludo.
Sugerente, pero no aborda el problema de fondo: ¿Cómo se construyen y fomentan vínculos de afecto y solidaridad entre las personas (ciudadaonos) que comparten la pertenencia a un estado? ¿Cómo se genera un relato histórico que pueda ser compartido, admitiendo divergencias en el mismo relato? Habermas lo planteó bien: ¿cómo se logra un patriotismo constitucional? Si llega algún día la acracia, si nos acercamos a ella, ¿fomentaremos vínculos afectivos con ese proyecto de una sociedad ácrata?
El estado nación de España nace con la constitucion de 1812 (muy posiblemente) y durante el siglo XIX y el XX hubo muchos golpes de estado, siendo el de Franco el último: https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Golpes_de_Estado_en_Espa%C3%B1a
Félix García Moriyón
Interesante y fundamentalmente de acuerdo….