Mientras se deciden temas trascendentales, todavía en un infernal agosto, como cuál va a ser el color de la coalición de gobierno en este inefable país o si dimite por fin el calvo ese impresentable que está al frente de no sé qué federación balompédica, este mundo en el que no has tocado vivir continúa su trágico devenir. Así, en lo que va de 2023, se han acreditado 3.472 muertes de personas migrantes, siendo una de la rutas más peligrosas la del Mediterráneo Central; por supuesto, la verdadera cifra de fallecidos por inacción de los que gobiernan nunca la sabremos, mientras que nuestros mezquinos medios solo se van a ocupar coyunturalmente de ello sin indagar lo más mínimo en las causas de un mundo deshumanizado. En este mes de agosto, se han cumplido también 500 y pico días de otra guerra cronificada que, poco a poco, no va ocupando ya tantos titulares, a no ser que se produzcan hechos excepcionales como la muerte de no sé qué dirigente mercenario; mientras tanto, siguen produciéndose víctimas civiles en un conflicto bélico producto, como todos, de mezquinos intereses. Se habla de hasta 57 guerras activas en la actualidad, con una cifra de muertes de 10.000 al año, sin que haya el más mínimo análisis, ni conciencia sobre ello, en nuestras inicuas sociedades «desarrolladas».
Por hablar de un ejemplo concreto, hace escasas semanas, se produjo en Níger un golpe de Estado, por parte (claro) de los militares. No se tardó mucho en acusar al ejecutivo ruso de apoyar a los golpistas y querer desestabilizar la región, ya que (claro) antes de eso el mundo tendía hacia la paz, la unión y la concordia. Recordaremos que Níger es uno de los países más pobres del mundo, y es decir mucho en un continente tan maltratado como el africano, y eso con un gobierno democrático o, como ahora, con una junta militar. Y es que, aunque los «liberales» se den patéticamente golpes en el pecho proclamando el gran progreso que nos trae el capitalismo, las cifras de personas que pasan hambre en el mundo oscilan este año 2023 entre 700 y 800 millones. Si el hecho de que los datos sean mucho más positivos que hace 200 años, que se lo digan a los que sufren a diario por causas políticas y económicas; es decir, producto del mundo que ha creado el ser humano y, por lo tanto, perfectamente paliables si nos concienciamos de que tienen que producirse transformaciones radicales, en todos los ámbitos, y procurar que la solidaridad y el apoyo mutuo sean los paradigmas predominantes frente a tantos mezquinos intereses.
Todos hemos oído hablar de la Agenda 2030, creo que establecida ya hace algunos años, con objetivos tan loables como acabar con la pobreza en el mundo, garantizar una vida digna para todo hijo de vecino, lograr la verdadera igualdad, la paz mundial, que el crecimiento económico sea sostenible y todo un montón de nobles propósitos. Nada nuevo, por otra parte, ya que llevamos mucho tiempo escuchando cosas parecidas por parte de los poderosos del planeta, mientras el mundo continúa por una senda donde, no ya que esos objetivos sean imposibles de llevar a la práctica, sino que reincidimos en un desastre tras otro como podemos comprobar en los últimos años. Claro que, el nivel de distorsión y estupidez está llegando a tal nivel, que un montón de bodoques reaccionarios critican de manera abstracta dicha Agenda, no por exigir cambios profundos para que se cumplan de verdad esos propósitos para un mundo mejor, sino reincidiendo en despreciables sociedades del pasado y criticando dicho «buenismo» (otra cosa despreciable en el facherío, la jerga que usa). No es difícil de entender que, como mal menor, muchas personas pretendan asentar gobiernos progres, pero uno observa que el mundo, lo dirijan unos u otros, sigue generando mucho sufrimiento a diario y que en el horizonte no se vislumbra algo mejor por esta vía. Menos mal, como creo que ha declarado cierta deportista hoy muy presente en los medios, que al menos «somos campeonas de este puto mundo».