Como es sabido (o debería serlo), los términos «izquierda» y «derecha», provienen de la primera Asamblea Constituyente tras la Revolución francesa. A la derecha del presidente se sentaron los partidarios del antiguo régimen y a la izquierda, los del nuevo. De esta manera, nacieron estas denominaciones políticas, que hoy parecen en decadencia.
Gran parte de la gente, no se considera ni de izquierda, ni de derechas, aunque definirse como «de centro» resulte de una ambigüedad más bien conservadora. Es posible que, históricamente, se haya abusado de dicho dualismo, cayendo no pocas veces en un maniqueísmo atroz, pero hay que decir que el propio lenguaje resulta esclarecedor a priori: lo diestro alude a algo correcto y positivo, mientras que lo siniestro evoca lo perverso y diabólico. En cualquier caso, a las concepciones y actitudes políticas, siempre variables en el tiempo, es necesario darles un contenido sólido, ya que, a menudo, estas etiquetas sirven para enmascarar la realidad.
Para concretar, podemos hablar de actitudes progresistas, que corresponderían a la izquierda, que desean los cambios sociales. Las derechistas serían las partidarias del orden establecido, las que se muestran conformes con las instituciones y con la sociedad establecida. Por supuesto, esta definición, de una generalización excesiva, no puede satisfacer sin más.
Personas que se definen de izquierdas, cuando los suyos están al frente de las instituciones, suelen tener una actitud tremendamente conservadora (es decir, derechista). Tenemos ya un matiz importante, para tener una actitud verdaderamente progresista (izquierdista, si se quiere) es necesaria una permanente actitud de crítica al poder establecido y a las instituciones en general. No, todavía no llegamos al anarquismo. Si retomamos esa definición maniquea de izquierda y derecha, es necesario emplear bastantes matices. Probablemente existe, aunque no la hemos visto apenas, al menos en España, una derecha liberal e ilustrada, que puede ser partidaria de ciertas reformas y de cierto progreso social. Esa condición liberal, incluso, puede hacerles mantener una crítica al poder. Ya digo que, no digo que esto no exista, sino que es difícil verlo más allá de ciertas actitudes individuales. El Partido Popular, por sus orígenes franquistas, renunció prácticamente al término «derecha», ya que se identificaba con lo más autoritario y cavernícola (lo cual viene a ser el enmascaramiento al que aludíamos al principio, ya que se corresponde bastante con la realidad), y otras fuerzas políticas directamente se definían de centro. Los nuevos partidos, por su parte, poseen una calculada estrategia de ambigüedad, conforme a los nuevos tiempos que corren.
La derecha, por lo tanto, puede dividirse en liberal, con sus matices, y en conservadora, con los suyos (por ejemplo la actitud reaccionaria, que desea, no ya conservar, sino volver a una sociedad antigua). Qué ocurre con la izquierda, a la que hemos definido de forma generalizada como partidaria del progreso y del cambio social. En alguna ocasión, he escuchado a personas que, con cierto orgullo, manifiestan estar a «la izquierda de», algo que descoloca. Es decir, ¿cómo se establecen esos grados? Tal vez es más fácil en la derecha, pero en la izquierda, cómo colocamos en una línea horizontal al anarquismo, el comunismo o a la socialdemocracia. Podemos decir, en la teoría, que el comunismo es más radical que la política socialdemócrata. No obstante, el deseo de la izquierda marxista de volver a una praxis, que se ha dado ya en muchas sociedades, les convierte técnicamente en reaccionarios. En cuanto a los socialdemócratas, puede ser una actitud aparentemente progresista que confía en cierto proteccionismo del Estado dentro de la democracia liberal y capitalista. Más allá de un asistencialismo puntual, que no suele cuestionar las estructuras de forma radical, ¿supone un verdadero cambio social? No parece fácil identificar, entonces, a ciertas definiciones de izquierda con un verdadero cambio social.
Como dijimos al principio, muy a menudo las autodefiniciones sirven para maquillar o enmascarar la realidad. ¿Qué ocurre con el anarquismo? A algunos anarquistas no les gusta etiquetarse de izquierdistas, algo que hay que diferenciar de cierta actitud conservadora, e incluso reaccionaria, que niega la distinción con la derecha. Particularmente, puede ser acertado identificar el anarquismo con una actitud izquierdista, si estamos hablando de un verdadero progreso social. Y el auténtico cambio social es apostar porque sea la sociedad, sus miembros de forma libre y solidaria, los que gestionen sus problemas y se den sus propias normas. Potenciar la sociedad, apostando por el apoyo mutuo y por el enriquecimiento cultural, frente al Estado y el capitalismo. Ciertas actitudes izquierdistas, que solo observan la conquista del poder político, como concepción de una determinada sociedad, parecen abiertamente reaccionarias si se esfuerzan en engordar el Estado. Ciertas actitudes derechistas, que se consideran liberales e inclusos progresistas, no cuestionan en última instancia el poder político ni económico.
En la sociedad posmoderna, la de una modernidad líquida (es decir, sin grandes asideros ni ideologías), parece tenderse a la negación entre izquierda y derecha. Si bien, como hemos dicho, resulta confuso establecer una concepción simplista y definitiva de ambos términos, aun con sus matices, esa tendencia resulta falaz. Sin caer en el maniqueísmo habitual, es necesario otorgar un contenido histórico y político a los conceptos. Desgraciadamente, es un bagaje cultural que no interesa que las personas tengan. Es posible que una mezcla de desconocimiento político, propio de una sociedad de la apariencia, junto a la continua decepción de partidos supuestamente progresistas en el poder, haya llevado a ese estado de cosas. El anarquismo, moderno o posmoderno (una tensión entre ambas épocas es lo adecuado, en nuestra opinión), es históricamente de izquierdas, ya que apuesta por el verdadero cambio social basado en la liberación de la tutela estatal y en la abolición de la explotación capitalista en base a profundos valores humanos. Es socialista, porque considera que hay que socializar (y autogestionar) los medios económicos para disfrute del conjunto de la sociedad. Tiene una condición también liberal, ya que confía plenamente en la libertad individual (pero de una forma bien diferenciada del liberalismo). El anarquismo es, entonces, la síntesis entre las dos grandes corrientes políticas de la modernidad.
Más que las diferencias entre anarquismo y progresismo, me interesa la relación teórica entre anarquistas y progresistas a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX.
Marcos nielsen; una cosa es que el anarquismo se parezca en algo al liberalismo y otra muy distinta es que persigan el mismo fin, peor aún decir que el anarquismo es una radicalización del liberalismo.
En la conciencia y actuar liberal pesa una motivación económica individualista ‘quitarse el estorbo del estado con fines personales de enriquecimiento’. En el anarquismo pesa, en cambio, una conciencia social que termina favoreciendo la individualidad. El anarquismo no busca quitarse el estorbo del Estado con miras al enriquecimiento, sino con miras a la liberación real (material y espiritual/intelectual) y el despliegue de la mayor potencialidad de cada ser humano. Son dos cosas sobradamente diferentes.
El liberal, y hoy más propiamente neoliberal, busca oprimir. El anarquista busca liberar, busca deshacerse del Estado, más no de la sociedad. Deshacerse de la sociedad, si se viera como la máxima expresión del anarquismo individualista, significaría quedarse solo, y quedarse solo es sinónimo de extinción de la humanidad; en cuyo caso, entonces, el anarquismo no tendría ningún sentido, puesto que ni somos dioses ni somos inmortales aún. El anarquismo es humano y es ético, no atenta contra el individuo.
Para ganar una miseria no necesitas conocer a nadie, ni estar en nada, de política ni de religión ni de sectas de poder económico, te vales por ti mismo, así funciona esto… ¿Sin política, qué obtienes por ahí? Miseria, temporalidad y paro, sueldos por debajo de mil euros, explotación e incertidumbre, y a los cincuenta años sin trabajo hasta la jubilación, que cobras lo mínimo, a no ser que tu padre sea el dueño de una empresa y te meta. No hay mercado laboral en realidad, es un mercado de familiares y amiguetes, solamente lo público puede hacer que cobres un sueldo digno que te permita hacer una vida para siempre, tener una familia, una mujer y sacar adelante unos hijos, pero para eso tienes que estar bien situado políticamente… Fíjaros lo que ha ocurrido con el mercado laboral privado, 6 millones de parados con la crisis de los últimos diez años, hasta los enchufados se han visto en la calle, con su vida rota por no cobrar nada o un subsidio de hambre, separaciones conyugales, conflictos, enfermedades y sufrimiento, mucho sufrimiento, mientras que lo público se ha mantenido, eso sí con una congelación de salarios. Y los que han logrado salir del desempleo, lo menos viejos, trabajan con salarios miserables, en muchos casos de la mitad que antes de la crisis, y en la eventuralidad total.
Por el hecho de pertenecer a un partido político, tener un carné y pagar una cuota mensual o trimestral pequeña, no significa necesariamente que te den algo que valga la pena, un trabajo fijo y bien pagado, en lo tuyo, pagándote la titulación universitaria, tienes que tener contactos con la dirección, con gente que tiene capacidad de liberar fondos con poder con su firma para contratarte o sacar un plaza fija en algún organismo público… Pero si no conoces a nadie te da igual estar que no estar, a lo mejor pueden darte migajas, alguna subvención temporal pero que no te soluciona, sin contactos estar puede ser algo sentimental y emocional, de corazón, pero nada más… Hoy día ya no existe ni izquierdas ni derechas como hace unas decadas, solamente hay gente que tiene dinero y gente que no lo tiene, esas son las diferencias ideológicas y de clase en la actualidad.
Un partido político es como la sociedad misma, si no conoces a nadie, nadie te da nada. Para que un partido político te meta y te acepte, te haga diputado o te de un cargo bien pagado sin contactos, tienes que ser alguien famoso por tu actividad profesional, como un partido nuevo que ha aparecido hace unos años que tiene varios artistas en sus filas, y algunas tías muy buenas muy agradables a la vista, tienes que ser alguien bien valorado socialmente… que les venga bien tenerte en sus siglas como publicidad para obtener más votos en las elecciones. Los que son de verdad de un partido sea de izquierda o derecha son los que llevan un pastón todos los meses y se solucionan la vida para siempre… el resto de militantes porque vayan a pegar carteles en las elecciones o de interventores o apoderados en las mesas de las votaciones, no lo son realmente porque no se llevan nada o apenas nada… La fidelización a algo siempre está en el dinero, así es la vida.
ARTURO KORTÁZAR AZPILIKUETA MARTIKORENA ©
Incorrecto asociaron anarquismo a la izquierda. El anarquismo es la radicalización del liberalismo, tanto en conceptos como en metodología. No se por que actualmente lo asocian a un concepto de izquierda. La anarquia aboga por la desaparición de los organos estatales y la plena libertad individual. La izquierda en todas sus variantes abogan por un estado regulador y protector. No pueden ser mas diferentes
Lo que no comparto es que el anarquismo sea «la síntesis entre las dos grandes corrientes políticas de la modernidad.»
Eso no lo puedo digerir. Y prefiero ni siquiera masticarlo jajaja
Izquierda y derecha son simples referencias espaciales a las que se les otorga un significado político específico. En términos de la epistemología la alusión directa es contrariedad, es decir, son opuestos, contrarios. Si la derecha quiere el poder, la acumulación de capitales, el beneficio propio, el control absoluto en manos de unos pocos, el desarrollo a costa de la esterilización del planeta, entonces, la izquierda debe significar y abogar por lo contrario.
Pero vemos con indignación que factores o grupos de izquierda caen atrapados en el error y la seducción mortal del desarrollo (el vivir bien, en riqueza). Esto liquida la auntenticidad epistémica de la izquierda, la mueve de su posición y la arrastra hacia terreno diestro. Por eso observamos como algunos «izquierdistas» terminan siendo más de lo mismo, terminan comportándose como vulgares conservadores con un discurso de justicia que les hace creer que tienen más derecho.
En esto consiste lo que llamo el ardid de la derecha, en hacer que la izquierda se comporte igual. Así, izquierda y derecha serían lo mismo, y los actos de resistencia no harían más que retroalimentar al sistema.
El anarquismo, por tanto, siendo de izquierda, mantiene y debe mantener una actitud disidente, de no ser igual, de ser la izquierda de la izquierda. Y si la izquierda toma el control y hace más de lo mismo, pues el anarquismo debe mantenerse vigilante siempre y sin descanso en su crítica al poder.
Algunos expresan no ser de izquierdas ni de derechas, sino de abajo. Decirse de abajo se ha convertido en un neologismo para distanciarse de esa izquierda que terminó siendo lo mismo, pero en el fondo, significa lo mismo ser de izquierda y estar abajo, así como es lo mismo ser de derecha y estar arriba. Es una brutal contradicción ser rico y ser de izquierda, pues el rico no espera perder su comfort y el izquierdista no espera perdonarle nada al rico. Es tan contradictorio, y de una ignorancia tal, como ser pobre y de derecha.
Entonces, políticamente, sólo existe lo diestro y lo siniestro. Lo diestro está con los de arriba, lo siniestro está con los de abajo. El rol y papel del anarquismo, pues, ha de ser nunca, jamás, casarse con los valores de la derecha, anhelar o desear lo que esta desea.
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