Reproduzco -traducido del francés- el artículo de Jade Lindgaard en Mediapart sobre la muerte del influyente antropólogo universitario norteamericano, especialista de la historia de los pueblos que vivieron sin Estado e inclusive contra él, que ha dejado una valiosa obra sobre las mil formas de resistencia al poder.
Octavio Alberola
Muere James C. Scott, el pensador de la sociedad sin Estado
Un gran investigador, autor y pensador de las sociedades sin Estado acaba de de desaparecer. James C. Scott, antropólogo norteamericano, ha muerto el 19 de julio, a la edad de 88 años. Las redes sociales se han llenado enseguida de mensajes en recuerdo del profesor comprensivo, del universitario curioso y atento, del colega simpático que siempre fue para todas y todos los que lo frecuentaron en las facultades donde trabajo, en particular en Yale, donde era un miembro célebre del departamento de ciencias políticas.
Esta celebridad le llegó por la difusión de sus libros deconstruyendo el relato dominante sobre el rol del Estado en las sociedades contemporáneas : El Ojo del Estado (editado en 1998 y traducido en francés en 2021), Zomia o el arte de no ser gobernado (2013 en francés), Pequeño elogio del anarquismo (2013), Homo Domesticus (2019), La Dominación y las artes de la resistencia. Fragmentos del discurso subalterno (2019).
Sus investigaciones contradicen la idea que la creación de un Estado es un signo irreversible del progreso para las sociedades humanas. A través de ellas ha documentado la larga historia de los pueblos que han vivido sin él e inclusive contra él (Zomia) y de aquellos que lo han abandonado después de haberlo ensayado (Homo Domesticus).
Como las investigadoras e investigadores Anna Tsing, David Graeber, David Wengrow, etc., Scott daba una gran importancia a la historia de los pueblos subalternos y dominados. No por fascinación fetichista por el hecho minoritario, sino por la convicción de que éste posibilita la comprehensión de la modernidad. No habiendo nacido ésta de la evidencia, ni de una supuesta naturalidad de las sociedades humanas, sino de decisiones políticas, muy frecuentemente embarradas de la sangre de la represión y las guerras, para imponer un régimen centralizado y vertical. Scott citaba frecuentemente la influencia del libro del antropólogo Pierre Clastres, La sociedad contra el Estado (1974).
Para encontrar la traza de otras formas de organizaciones sociales y políticas, hay que sumirse en los archivos esparcidos y a veces negligidos de pueblos ancestrales que han intentado otra cosa que el modelo tan expandido hoy de los Estados-nación. Lo que no impide a Scott reconocer la fuerza casi inevitable de este modelo en nuestro mundo actual.
«Vivir sin Estado es imposible, en todo caso en un porvenir próximo», explicaba este año a la revista Ciencias humanas, porque «se trata de una forma de organización política de la que es prácticamente imposible escapar. Estamos atrapados con el Estado. Del censo a través de las cartas nacionales de identidad, pasando por el otorgamiento de los empleos, los instrumentos de control y de conocimiento sobre nosotros del Estado han aumentado de manera exponencial, como también por su control físico del territorio, lo que hace que existan de menos en menos opciones para, como en los tiempos de la Zomia, huir y refugiarse en las colinas o las marismas en donde el Estado no pueda atraparnos».
El Estado y su pistola sobre la sien
Por tanto, sus libros son una invitación a no abandonar el imaginario de la auto-organización, del ejercicio horizontal del poder y de la subsistencia. En los momentos en que la guerra, el autoritarismo y los avances de la extrema derecha amenazan las prácticas democráticas, su lectura parece más necesaria que nunca. Como David Graeber, de una generación más joven y desaparecido a los 59 años en 2020, Scott era -en este sentido- una fuente de saberes y un punto de referencia política.
Jade Lindgaard