Hace tiempo que tengo la sensación molesta de que la derecha se apropia de términos que no les han pertenecido y que los medios de comunicación, ¡¡cómo no!!, ayudan en la consolidación de dicha apropiación.
Nos ayudaremos para demostrarlo del excelente libro de Daniel Colson titulado: Pequeño léxico filosófico del anarquismo. De Proudhon a Deleuze[1]. Digamos en primer lugar que el término Movimiento Libertario fue utilizado en España con profusión durante la década de 1930 para referirse a la vinculación y coordinación de la CNT, la FAI y las Juventudes Libertarias, mientras que el Partido Libertario (Libertarian Party) fue fundado en Estados Unidos en diciembre de 1971. Estoy segura de que el término «libertario» ha aparecido también con anterioridad a la década de 1930 en España y en otros países sin el contenido liberal y reaccionario del Partido Libertario yanki.
Bien, nuestra manera de entender lo libertario hace referencia a una fuerza colectiva de prácticas y opiniones enamorada de la libertad y que no tiene ninguna relación con el resentimiento tan particular que utiliza la derecha libertariana. El pensamiento libertario no tiene nada que ver con la identificación del individuo como un ser sin cualidades singulares, un ser dependiente y reducido a la pobreza mecánica y exterior que presuponen e imponen los propulsores del mercado o quienes defienden la lógica electoral. Por lo mismo, no comparte con la derecha libertariana que se reduzca el Estado a su mínima expresión, pero a la vez sea feroz y todopoderoso, soberano absoluto, vigilante del estricto juego impiadoso donde, como nuevos «robinsones», los individuos se comporten con ferocidad en la lucha por el beneficio y el éxito, siendo multitud en los supermercados, estadios y actos políticos o religiosos.
Para lo libertario, la persona tiene un papel clave como tal y además actuando colectivamente, las personas libertarias se intentan capacitar para pensar de forma diferente a como quieren que lo hagamos y trata de resistir la dominación por cualquier grieta que encuentre siendo relevante vivir de otra forma dejando de desear lo que nos ofrece el capitalismo. El Estado reducido a la mínima expresión en lo económico pero omnipresente en la vigilancia y el control nunca podrá contar con el apoyo de lo libertario. Libertad no es consumir, no es la servidumbre de los mercados, no es dejarnos gobernar por estos y sus dulces cantos de sirena. Esta posición implica, como señala Tomás Ibáñez en su libro: Anarquismo no fundacional. Afrontando la dominación en el siglo XXI[2], desarrollar un arte de no ser gobernado que requiere una ética de la revuelta que defina una manera de estar en el mundo, donde la persona se enfrenta constantemente al poder y se esfuerza por ser ingobernable.
Que la derecha más reaccionaria se sienta cómoda con el término «anarcocapitalismo» molesta e irrita puesto que la defensa de una anarquismo de libre mercado o de propiedad privada, nada tiene que ver con el término anarquía y ni siquiera con el termino anarquismo que ha rechazado mayoritariamente la propiedad privada y el libre mercado capitalista.
Anarquía o an-arkhé es la negación del arkhé que tiene una doble cara: la del poder, que ha sido la contemplada por el anarquismo político, y la del rechazo de todo principio inicial, de toda causa primera, de toda dependencia de los seres frente a un origen único (Colson). Este significado tiene su origen en Grecia que estableció la necesidad de referir el mundo a ese principio primero que permitiese entender su constitución. Ese principio instaura de facto una cadena de mando, una jerarquía sin la cual impera el desorden (an-arkhé).
Resulta evidente que el llamado «anarcocapitalismo», o neoliberalismo, ni rechaza el poder ni mucho menos ese principio primero, todo lo contrario. Como señala Amador Fernandez-Savater en su libro: Capitalismo Libidinal. Antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar[3], este capitalismo implica una forma de organizar el mundo y la vida que hace de la competencia la norma universal de los comportamientos. El «anarcocapitalismo» gobierna a través de la presión ejercida sobre las personas por las situaciones de competencia que crea. Esa razón es mundial y «hace mundo», atraviesa todas las esferas de la existencia humana. Es un verdadero proyecto de sociedad y cierta fabricación del ser humano.
El anarquismo, como ya hemos dicho, ha rechazado el poder tradicionalmente (un tema que debemos revisar en el sentido de qué y cómo entendemos el poder… eso para otro día) pero debe rechazar esos principios primeros para afirmar que es la práctica la que a partir de sí misma elabora su propia justificación y construye sus propios principios que serán tan múltiples como la propia multiplicidad de las situaciones vividas (Ibáñez). La anarquía es, por tanto, la afirmación de lo múltiple, de la diversidad ilimitada de los seres y de su capacidad para componer un mundo sin jerarquías, sin dominación, sin otras dependencias que la libre asociación de fuerzas radicalmente libres y autónomas (Colson).
En conclusión, nada que ver con la dictadura del mercado, de la competencia, de la propiedad privada que atraviesa todas las esferas de la existencia humana y convierte a las personas en seres dependientes de unos deseos creados por el capital para generar más beneficios y más pobreza material y del pensar.
Proclamemos a los cuatro vientos que «su» anarquía y «su» libertarianismo es una apropiación indebida y que los «muebles» forman parte de nuestra genealogía de la que nos alimentamos siempre desde el pensamiento crítico y no desde la idea de principios inamovibles y únicos.
Laura Vicente
[1] El libro es de 2001, traducido en 2003 por la editorial Nueva Visión de Buenos Aires.
[2] El libro es de 2024 y ha sido publicado por Gedisa.
[3] El libro es de 2024 y ha sido publicado por Ned.
Un gran saludo a Octavio Alberola, gran pensador.
Querida Laura,
Con mi comentario no desvalorizaba la. tarea genealógica para combatir la recuperación lexical de lo libertario por esa nueva derecha fascista, solo pretendí recordar que lo que confirma que un comportamiento es libertario o anarquista son los hechos no las palabras. Que es en la convivencia social que sabemos si un comportamiento es solidario o autoritario. De ahi la necesidad, para los que nos proclamamos anarquistas, de -como bien dices- equilibrar práctica e ideas.
Abrazos!!
Querido Octavio,
No se trata de propiedad, se trata de genealogía, de un recorrido del que me considero partícipe y como decía Amedeo Bertolo: Anarquistas… ¡Y orgullosos de serlo!
Por otro lado para saber que comportamiento es libertario o anarquista necesitamos ideas que lo confirmen… o ¿cómo lo diferenciamos del libertarismo reaccionario?
Un equilibrio de práctica e ideas (que no ideología) es lo que considero acertado.
Pero respeto mucho tu opinión como bien sabes y creo que compartimos mucho.
Abrazos!!
Querida Laura,
Como diría Tomás, como somos enemigos de la propiedad, no nos pueden robar nada: ni términos ni símbolos.
Lo qye ese «robo» nuestra es que si la derecha y la ultraderecha pueden utilizar nuestros «muebles»es porque estos son multiusos, como los que se compran en las tiendas del capitalismo. Que lo único que cuenta es lo que hacemos con ellos.
Dicho de otra manera: que lo importante no es reclamarse libertario sino comportarse como tal.
Abrazos
Octavio