Me comentaba un compañero de un partido de izquierdas, que tenía que reconocer que en materia social este Gobierno había hecho grandes avances, y me señalaba el tema de la Renta Vital Mínima, contra la que brama la patronal. Cierto. La patronal se queja. Temen quedarse sin esclavos, pero quisiera tranquilizarles al respecto. Parece que el miedo de la patronal, es que si le dan dicha renta a un tipo que cumpla los requisitos, no va a querer trabajar, por ejemplo, en el campo. Claro que querrán trabajar. Os lo explico.
Los requisitos para cobrar esa renta son, para alguien solitario: ser mayor de 23 años, residente en vivienda propia, empadronado correctamente, con un año cotizado, la declaración de la renta hecha, ingresos mensuales declarados en 2019 menores de 452 €, y sin bienes ni propiedades superiores (excluida vivienda habitual) a 16614 € (1)… Si justifica esos datos puede tener derecho al Ingreso Mínimo Vital, cuyo importe sería la diferencia entre sus ingresos mensuales y 462 €. O sea, que si ganaste 400 € al mes, te darán la principesca cifra de 62 €. Y eso evitará –dice la patronal– que ese personaje, que normalmente es una mujer, opte por quedarse en casa comiendo macarrones, antes que irse a vivir dos meses a Lleida, o a Huelva o a Almería a algún invernadero, a vivir en un barracón, con tres baños para cuarenta personas, diez de ellas tosiendo, con una cocina y tres fuegos, pagando por el alojamiento al dueño, metida doce horas bajo plástico a 50ºC, comiendo macarrones. Resumen: explotación, machismo, racismo y aporofobia servidos en un mismo plato, para que lleguen los arándanos al Barrio de Salamanca, tan buenos para la infección urinaria. Si al pobre le dan limosna, no va a querer trabajar, dice el amo.
En fin, esa es la mentalidad de la patronal agraria, similar en líneas generales, a la de toda la patronal española y mundial. Y dice la izquierda que hay que dar sueldos y condiciones de curro dignos… Y en esto de la dignidad del sueldo y el trabajo yo ya no me pregunto por el «cuándo», si no por el… ¿Cuánto habría que pagar a una mujer marroquí, que viene a trabajar de jornalera, y que se infecta del coronavirus, para que el asunto salga por lo digno? No sé, ¿mil, dos mil? ¿Cuánto cuesta la dignidad de los frutos rojos? El asunto me inquieta. Por lo siguiente.
Imaginad a una mujer de dieciocho años. Su madre, que lleva trabajando en una lavandería industrial toda la vida, ha conseguido que la hija entre contratada y siga sus pasos. Trabajo fijo, algo que se celebra mucho. Imaginad a esa muchacha cincuenta años después, cuando se consigue jubilar a los sesenta y ocho años, con suerte. Ha tenido empleo para en medio de vapor y ruido, recibir, descargar, cargar, lavar, sacar, planchar, doblar, empacar… De ocho a cuatro, ganando entre 900 y 1100 euros, y haciendo doble jornada cuidando la prole. Esa chica joven, acabará su vida laboral no solo hecha polvo, sino absolutamente embrutecida, mermada, siendo una simple pieza de una lavandería. Y sin embargo es una trabajadora de un servicio esencial, que capaz es de haber metido a otra hija en el siniestro engranaje.
Entonces se me ocurre que los trabajadores tenemos la batalla ideológica perdida, porque pareciera que una limosna que se llame «renta vital» pa no morí de jambre, es un éxito gubernamental. En un país en el que el fraude a Hacienda asciende a unos cien mil millones de € al año, y en donde las SICAVs tributan el 1%, mientras que esa lavandera en el primer tramo tributa un 19%, lo que nos están haciendo es un genocidio. A los trabajadores y trabajadoras, nos matan. No hay ninguna dignidad en un salario de mierda y en unas condiciones de trabajo brutales, en manos de unos tipos sanguinarios. Dicen que tenemos un Gobierno de izquierda. ¿Por qué no le meten mano a los ricos? ¿Porque no quieren, porque tienen miedo, porque no pueden?
Hace más de un siglo Kropotkin proponía abandonar fórmulas ambiguas, tales como el derecho al trabajo o el derecho a la vivienda. ¿En un país con millones de desempleados y millones de pobladores de infraviviendas? Lo que nosotros, anarquistas desacomplejados proclamamos, es el derecho al bienestar, el bienestar para todos y todas. No es un sueño. Vivir bien, con tiempo para satisfacer deseos, gustos, aficiones sin explotar a otras personas ni destruir el medio ambiente, está al alcance de la mano. Todos podríamos ser ricos, cuidándonos unos a otros, produciendo lo que necesitamos, y no lo que beneficia a los poderosos. Todos podemos dejar de trabajar, si nos ponemos a trabajar todos. Y para ello hay que plantar batalla. La batalla no es política, ya está más que claro. La batalla es sindical, organizativa, social, cultural, simbólica, ideológica, dejando a un lado egos, divisiones, nacionalismo, religión, machismo y racismo. Digamos tranquilamente que hay que acabar con el capitalismo y con el Estado. Porque poner esperanzas, a estas alturas, en Gobiernos de cambio por miedo a los fachas de mierda y a cuatro mequetrefes sin media hostia, viene a ser, francamente, dejar que la zorra cuide a las gallinas.
Acratosaurio rex
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(1) Otro requisito imprescindible, es haber solicitado las pensiones y prestaciones a las que pudieras tener derecho excluidos salarios sociales, rentas mínimas de inserción o ayudas análogas de las comunidades autónomas.