La paciencia de los señoritos de alta alcurnia en plena cuarentena de la Covid-19 se ha acabado, ya están hartos de no poder ir al club de golf los fines de semana, ya no aguantan más sin que una sirvienta les prepare la comida, no soportan ni un solo día más sin pasearse por todas las tiendas de la «milla de oro» de Madrid.
Desde mediados del mes de mayo los adinerados vecinos del barrio de Salamanca comenzaron a reunirse con iniciativas esporádicas en redes sociales en la calle Nuñez de Balboa, saltándose todas las medidas de cuidados y responsabilidad sanitaria colectiva, y para protestar por el fin del confinamiento armados con cacerolas y banderas españolas. El mismo barrio que en plena Guerra Civil española no fue bombardeado por la aviación franquista, que bien sabía que debía proteger a su gente afín; aquellos a quienes nunca se habrá visto moviendo un dedo por la sanidad pública, ni contra los desahucios o por la educación inclusiva.
Anatomía de los Cayetanos: estructura y componentes básicos
«Todos mis amigos se llaman Cayetano» – «Cayetano», Carolina Durante
La revuelta de los cayetanos, la Caye Borroka, o la rebelión de los pijos son algunos de los ingeniosos nombres con los que se ha etiquetado a estas minoritarias movilizaciones. Decenas de memes y parodias inundaron las redes sociales rápidamente, y se hicieron eco de unos sucesos que lejos de implicar una gran dimensión social, tomaron protagonismo por lo ridículo de algunas de las imágenes que nos dejaban a su paso. Imposible borrar de nuestra memoria a ese individuo que golpeaba con su palo de golf una señal de tráfico, y que tanto nos recordaba al icónico personaje del cojo manteca y su muleta en las manifestaciones estudiantiles del año 1987. El nacionalismo rancio es la base sociológica del entramado del autoritarismo del Estado español, y sin embargo, se presenta públicamente como un entremés cervantino representado en un teatro de comedias de época.
https://twitter.com/loloylbc/status/1262007107433480192?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1262007107433480192&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.todoporhacer.org%2Fpataleta-ricos%2F
Esta pataleta de cuatro pijos en el barrio de Salamanca es la movilización de quien sale a la calle para gritar «libertad» cuando quieren decir realmente «privilegios». La pantomima folclórica de quien se sabe controlador de los medios de explotación y de las instituciones de poder. Salen a protestar como medio lucrativo, alentados por partidos como PP o Vox, aferrados a la idea de ser los defensores de las libertades individuales.
Escribió al respecto Pastora Filigrana: «La empleadora que te paga 600 euros como interna, el casero que te echó para alquilar el piso en b&b, y el dueño del restaurante que nunca has visto y que te da de alta 4 horas de las 10 que trabajas han salido a la calle a exigir libertad para seguir explotándote».
La actitud de la policía nacional ha sido de completa inacción e incluso, en algunos casos, de apoyo al circo de estas manifestaciones. Las muestras de complacencia han sido la tónica general, e incluso un sindicato policial otorgaba defensa jurídica a sus afiliados para no intervenir en estas concentraciones.
Pese a ello, el discurso de los cayetanos es victimista y se consideran la diana de un gobierno tiránico y represor. Denuncian la ingente cantidad de multas que se imponen, plagiando el discurso de la izquierda sobre la Ley Mordaza (aprobada en 2015 por el gobierno de Rajoy) a pesar de que los dos barrios de Madrid que más multas acumulan son Puente de Vallecas y Carabanchel, donde la policía se ha cebado interponiendo sanciones en aplicación de la Ley Mordaza (por no hablar de algunas imágenes de brutalidad policial que se han presenciado). Pero, pese a criticar las multas como una auténtica injerencia contra la libertad individual, defienden a ultranza a las fuerzas y cuerpos que las imponen. La cuenta de Twitter de Resistencia Democrática se define como «un movimiento pacífico por la Democracia y Constitución Española SIN AFILIACIÓN CON NINGÚN PARTIDO. Apoyamos a nuestras HEROICAS Fuerzas de Seguridad del Estado y Ejército y RECHAZAMOS toda ingerencia anti-española especialmente el COMUNISMO CHAVISTA» (las mayúsculas son suyas).
Cláxones, motores revolucionados y gritos desde los coches o de manifestantes a pie, apelotonados aunque con mascarillas, para pedir la dimisión del Gobierno y la creación de un Ejecutivo de concentración con Abascal, Rosa Díez, Casado y Felipe González. La Castellana y Serrano, la «milla de oro», colapsadas. Banderas de España, algunas constitucionalistas («carlistas», como las denominan los falangistas) y otras franquistas. Simbología de la Guardia Civil, de la Monarquía y de la Legión. Gritos de «Presidente» (a Abascal) y de «Viva España y viva el Rey y viva Vox«. Arribas a España. Carteles contra el Partido Comunista chino-español. Contra Sánchez e Iglesias. Por la «libertad». Cochazos de lujo. Otros algo más modestos. Una imagen deprimente.En Barcelona se llenó la plaza de Francesc Maciá. En Málaga, una policía local dirigiendo el tráfico, aplaudió a los manifestantes. En Santander, la caravana obstaculizó el paso de una ambulancia, con las luces puestas.
https://twitter.com/PepeDamianRS/status/1264250712223080448?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1264250712223080448&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.todoporhacer.org%2Fpataleta-ricos%2F
Y a pesar del estruendo que provocan en la calle, en el Congreso y en los Juzgados, a golpe de querellas (contra el Gobierno, las feministas, humoristas, etc), Vox cae en todas las encuestas a favor del PP.
Los barrios obreros de Madrid responden unidos frente a la extrema derecha
En pocos días estas movilizaciones de señoritos y aristócratas ligados al nacionalismo español arcaico que tributa en Suiza u otros paraísos fiscales, se extendieron a otros barrios de la misma ralea, como Aravaca o Chamberí. Con todo y eso en las peores semanas de la cuarentena se veía más gente haciendo cola en los supermercados de barrios obreros que en las concentraciones patrioteras. La semana siguiente se produjeron concentraciones similares en algunos de estos barrios obreros al sur de la capital donde, aparte de no prosperar por lo residual de su seguimiento, encontraron un rechazo frontal espontáneo por parte de las vecinas que paseaban por sus calles.
Este ha sido el caso de Carabanchel o Vallekas, que han vivido respuestas frente a esas caceroladas; y el barrio de Moratalaz, o el pueblo de Alcorcón, que organizaron concentraciones contra la extrema derecha y en defensa de la sanidad pública. Esta tendencia de dar un paso al frente en los barrios de Madrid con fuerte arraigo obrero parece que está prosperando con la convocatoria de numerosos paseos populares antifascistas. Se quiere organizar un rechazo social que silencie las cacerolas de quienes salen a protestar ataviados de la bandera rojigualda, y que protegen a grupos neonazis organizados. Frente a ello se responde contra la precariedad laboral y los recortes sanitarios, por unos barrios unidos contra la crisis, y contra el auge del fascismo y los discursos de odio.
Detrás de sus consignas y banderas, los cayetanos aseguran ser un movimiento apolítico, lo cual demuestra la inconsistencia de su propio discurso, aunque viene siendo ya marca de la extrema derecha borrar cualquier identidad política en sus acciones netamente políticas. Los medios de comunicación mayoritariamente blanquean sus actuaciones, y les presentan como humildes ciudadanos españoles que protestan contra el gobierno y las injusticias.
Es cierto que la estrategia de la derecha liberal ha hecho aguas completamente durante toda la emergencia sanitaria y social de la Covid-19, desacreditándose la estrategia privatizadora y neoliberal. Nadie plantea, abiertamente, acabar con la sanidad pública en estos momentos. Pero la derecha no se ha rendido, ni se ha quedado de brazos cruzados, por lo que los movimientos sociales de izquierdas no podemos permitir que la extrema derecha española tome delantera en la agenda política con narrativas de odio, y mucho menos en tomar las calles para sus privilegios de clase dominante.
La pataleta de los ricos y la respuesta en los barrios obreros de Madrid