Las ideas permanentes en el cerebro

Michael Shermer, fundador de la Skeptics Society, editor de la revista Skeptic, columnista divulgador en Scientific American, productor de programas sobre la ciencia y autor de, entre otros libros, Por qué creemos cosas raras, es uno de los más conocidos defensores del escepticismo científico y defensor de una filosofía humanista. Su obra está dirigida, principalmente, a las personas que no resultan tan escépticos y necesitan argumentos sólidos para tener una mirada más crítica sobre sus creencias.

Por qué creemos cosas raras, publicado en 2007 (con edición española un año más tarde), y como su propio título indica, se esfuerza en desentrañar el motivo por el que las personas creen en tantas cosas extrañas. La primera parte de la obra, como puede esperarse de un divulgador de la ciencia y del pensamiento crítico, puede considerarse todo un manifiesto del escéptico; el antídoto para las supersticiones y para las falsas creencias es el pensamiento racional y el método científico. Los más variados temas, como las abducciones extraterrestres, las experiencias del más allá o los rituales satánicos, son abordados en el resto del libro. Un tema muy interesante es lo que denomina «epidemias de acusaciones», que pueden desencadenar olas de histeria y cazas de brujas; por ejemplo, el acceso por hipnosis a recuerdos reprimidos de supuestos abusos sexuales en la infancia. No podía faltar en en el libro la polémica entre creacionismo y evolución, entre los biólogos que defienden la teoría evolucionista y los partidarios del diseño inteligente.

Algo que también hemos insistido desde este blog, es que las creencias en cosas raras no implica, necesariamente, ignorancia o falta de inteligencia. Muchas personas incluso brillantes defienden creencias a las que, según Shermer, han llegado por medios no racionales prestando atención solo a las pruebas que les favorecen (el llamado sesgo de confirmación) al mismo tiempo que se ignora o subestima todo aquello que combate la certeza. El ejemplo más recurrente del sesgo de confirmación es cuando alguien quiere ver una conexión entre su pensamiento y un hecho que acontece; si pensamos en alguien e inmediatamente suena el teléfono y es esa persona, muchos querrán ver una especie de poder síquico en ello, pero simplemente se trata de una coincidencia a la que se presta atención de manera puntual, mientras que se ignora la inmensa cantidad de veces que no se produce.

Shermer también se ha mostrado extremadamente crítico sobre la certeza de que algo puede estar «impreso en nuestro cerebro» de forma permanente, algo que combate enérgicamente; entre otros conceptos, el de Dios y la religión. De hecho, se critica que en la modernidad, al menos desde que Darwin teorizara sobre las características impresas en el cerebro del ser humano, multitud de científicos han encontrado el apoyo necesario para la pervivencia de la idea de Dios. Shermer, que al parecer también llegó a estar convencido de ello, cree que ya es hora de desterrar la teoría de que Dios y la religión son conceptos impresos, de forma irreversible, en el cerebro de las personas.

Así, la fe religiosa y la creencia en Dios, al igual que otras tendencias y propensiones, son subproductos de otros procesos cognitivos. Shermer va más lejos y considera que, no solo que cualquier idea permanente puede ser atenuada gracias a la evolución y a una investigación científica independiente, sino que la misma idea de Dios tiene fecha de caducidad y perecerá dentro de cierto tiempo. En cualquier caso, y lo que resulta más interesante, es que la idea de que está impresa en nuestro cerebro, al igual que cualquier otro concepto absoluto, debe ser definitivamente apartada.

 

 

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