Recientemente, los titulares de los grandes medios de desinformación se han llenado de declaraciones de Yolanda Díaz, la gran esperanza actual de la izquierda parlamentaria, en las que aludía a la necesidad de un nuevo «contrato social». Como creo haber leído algo sobre el asunto en algún viejo manual de filosofía política, me parece recordar que eso del contrato alude a un supuesto pacto originario entre los hombres para ceder su libertad, fundar el Estado y a joderse todos sometiéndose a la autoridad política. Sí, creo que en otras teorías el contrato lo que funda es la sociedad civil, pero seamos serios, cada vez que alguien nos ha venido con esto, lo que se legitima con seguridad es una instancia coercitiva que, en nombre de unos pocos, arrebata el poder decisorio al conjunto de la sociedad. Como uno no recuerda haber hecho ningún pacto, ni contrato alguno, para ceder su potestad individual, ni pretendemos ahora realizar otro en similares condiciones, seguiremos empecinados en apostar por un acuerdo, precisamente, para desmantelar el Estado y ceder el poder a la sociedad civil. ¡Toma ya! Uno, que posee un encomiable espíritu ácrata, con algún que otro tic nihilista, considera que toda esta jerga retórica no es sino una artimaña para, una vez más, monopolizar la violencia en manos de unos pocos, de uno u otro pelaje, legitimar el privilegio y que las cosas continúen más o menos como estaban.
Y es que Yolanda Díaz, que tengo entendido que lleva toda la vida en el Partido Comunista, integrado a su vez en eso ya algo antiguo denominado Izquierda Unida, conjunción de diversos partidos que acabó siendo coaligada con Podemos, una especie de refundación de la izquierda a la izquierda de los socialistas, pero que acabaron gobernando en minoría con los mismos, ahora ha creado, o pretende hacerlo, no lo tengo claro, algo llamado Sumar. Pero, ¿qué diablos es esto ahora de Sumar?, ¿la enésima refundación de la izquierda parlamentaria?, ¿tal vez, ahora sí, les va a salir bien y la sociedad española va a caminar hacia un horizonte de trabajo digno, justicia e igualdad? El que suscribe ha tratado de ahondar un poquito en este nuevo proyecto tan ilusionante y, palabra, se ha encontrado con un sitio web con dos simples párrafos a modo de manifiesto. Debe ser que estos nuevos, o no tanto, políticos de la izquierda son conscientes de que el electorado, ni lee demasiado, ni necesita un proyecto político demasiado elaborado, que por otra parte no se va a cumplir en la vida. Al menos, sinceros parecen de entrada.
Pero, seamos justos, se ha dicho que esto de Sumar no es un nuevo partido político, sino una plataforma «capaz de reconectar a la ciudadanía con la política», creo que mediante ese nuevo «contrato social» (¡escalofrío!), y se ha asegurado que se dejan a un lado los partidos, las banderas e, incluso, los dirigentes; Yolanda, que ahora forma parte del gobierno como vicepresidenta segunda (sic), debe ser que está dispuesta a renunciar a todo cargo político y a ejercer autoridad política alguna. El proyecto, plataforma, o como queramos llamarlo, se presentó hace escasos días en un lugar cultural emblemático de la capital, con la asistencia de unos pocos miles de personas; como no podía ser de otra manera, Yolanda insistió en un discurso emocional sin dar demasiadas claves sobre el asunto. Creo que deben estar bien asesorados, ya que aludir al plano emocional, crear ilusión en definitiva, está ocupando el lugar de toda racionalidad crítica en contacto con la auténtica realidad social. La vicepresidenta segunda, además de que va a recorrer todo el Reino de España escuchando a diestra y siniestra, cuenta con toda suerte de expertos, activistas y colectivos que llevarán a cabo la confección de ese nuevo «contrato social», que no sabemos muy bien qué diablos va a fundar. ¡Sí, una vez más, escalofrío!
La redistribución de la riqueza pasa por la mejora de las condiciones sociales.
Los pobres no nos podemos creer ricos cuando una pequeña parte de la población almacena casi todas las riquezas.
El más avaro de los avaros diría «Todo es mío» pero es que entre los pobres también hay gente avara.
No me voy a poner en un férreo análisis de la pobreza, porque esta también tiene sus causas pero voy a decir que la gente excluida también almacena odio y por eso tiene que influir la educación.
En un sistema educativo donde te enseñan que dos más dos son cinco, ¿quién se educa?
Veo un problema muy grande en las clases sociales y en el «mal obrero» (entiéndase como una consecuencia, no como una categoría).
El Hombre no puede huir de este planeta y el hombre jamás va a poder dirigir todo.
Cuando tú tienes otro nombre para nombrar a La Naturaleza, te das cuenta que tu soledad depende de quién te rodées.
Un saludo.