Quisiera desmontar esa idea que repite mucha gente de que no se puede ser anarquista porque eso implica casi la perfección en cuanto a la manera de vivir y de ser. Soy partidaria de negar cualquier trascendencia al término «anarquismo» puesto que es obra del ser humano. El anarquismo es creación, o mejor dicho autocreación. La idealización del término queda siempre desmentida por la realidad puesto que el ser humano es imperfecto y contradictorio.
A esa idea de perfección que yo rechazo en aras de un anarquismo humano le va muy bien el término ser consecuente mejor que ser coherente. Me gusta el término consecuente en la línea de Diana Torres[1] cuando dice:
«Seré consecuente, que no es otra cosa que responsabilizarme de las consecuencias de mis acciones y mis palabras y de las hermosas contradicciones que las conforman».
Partiendo de esta humanización del ser anarquista, veamos algunas opiniones sobre qué es ser anarquista.
Empiezo por David Graeber[2], que ha muerto hace tres meses de forma inesperada (2 de septiembre) y que hablaba de los «anarquistas con minúsculas» refiriéndose a aquellas personas que estaban dispuestas a colaborar en coaliciones amplias siempre que funcionaran sobre principios horizontales, dando relevancia en su manera de entender el anarquismo a la democracia directa.
Él entendía el anarquismo como una sensibilidad política amplia. Es, afirmaba, un «movimiento político que aspira a generar una sociedad auténticamente libre, y que define “sociedad libre” como aquella en la que los humanos solo establecen relaciones entre sí que no dependan de la constante amenaza de la violencia para ponerse en práctica».
El anarquista italiano Amedeo Bertolo[3] entendía el anarquismo como una mutación cultural al cuestionar la dominación. Los anarquistas son mutantes que tienden a transmitir su anomalía cultural (anomalía en relación con la normalidad, o sea, con el modelo dominante) y al mismo tiempo crear las condiciones ambientales favorables a la mutación, o sea, a la generalización del carácter mutante.
Otro anarquista, Uri Gordon[4] considera que el anarquismo histórico puede inspirar y dar ideas pero que el movimiento anarquista actual difiere de muchas maneras de la visión de hace cien años y eso nos indica su manera de entenderlo:
1-Las redes de colectivos y grupos de afinidad sustituyen a los sindicatos y federaciones como patrón de organización.
2-Los programas del movimiento son más amplios: ecología, feminismo, liberación animal son tan importantes como las luchas antimilitaristas y obreras.
3-Un mayor énfasis se da en la acción directa prefigurativa* y la experimentación cultural.
*(Concepto (A) que hace referencia a los modos de organización y tácticas realizadas que reflejan con exactitud el futuro de la sociedad que se busca= Lo que queremos es ya lo que hacemos).
4-El compromiso con la modernidad y el progreso tecnológico ya no es ampliamente compartido en los círculos anarquistas.
Estos cambios cualitativos se suman a una especie de paradigma en el anarquismo que en la actualidad es bastante heterodoxo y está cimentado en la acción y el propósito de vencer.
Y por último una mujer, Emma Goldman[5], que haciendo referencia a la revolución rusa afirmaba que « (…) el triunfo del Estado significa la derrota de la Revolución». Y se preguntaba: « ¿Qué es el progreso si no la asunción general de los principios de la libertad frente a los de la coacción?».
La libertad es la clave, decía, es la que debe vetar la tiranía y la centralización para luchar por transformar la revolución en una reconsideración de todos los valores económicos, sociales y culturales.
El anarquismo, por tanto, nunca ha sido algo acabado y cerrado sino diverso y poliédrico. Ayuda a ello la actitud adogmática, atenta a evitar toda teoría que sea rígida y sistemática unido a la insistencia en la libertad de elección individual.
Hay muchas maneras de entender el anarquismo que no tienen por qué ser contradictorias pero que han provocado enfrentamientos y divisiones importantes por no entender ese carácter diverso y poder colaborar y convivir.
[1] Diana J. Torres (2017): Vomitorium. Ciudad de México, p. 26.
[2] David Graeber (2014): Somos el 99%. Una historia, una crisis, un movimiento. Madrid, Capitan Swing.
[3] AMEDEO BERTOLO (Antología) (2019): Anarquistas… ¡Y orgullosos de serlo! Barcelona, Fundación Salvador Seguí, pp. 353-354.
[4] Uri Gordon (2014): ANARCHY ALIVE! Políticas antiautoritarias de la práctica a la teoría. Madrid/La Laguna, LaMalatesta/Tierra de Fuego.
[5] Emma Goldman (2018): Mi desilusión en Rusia. Barcelona, El Viejo Topo.