Sigo sin desearle un Estado a nadie (…y tampoco un gobierno) – Entrevista a Tomás Ibáñez

En estas fechas, que rozan la navidad y que son propensas a formular deseos, aquí va la entrevista realizada por “Radio la Nevera” a propósito de mis artículos recogidos en el libro publicado por Pepitas de Calabaza: “No le deseo un Estado a nadie”.

1— Hablas de que se esta produciendo una deriva de una parte de los y las libertarias. ¿A que te refieres con ello?

Pues, me refiero, sencillamente, a que una parte del movimiento libertario en Catalunya está dejando de ser libertario. … Así de claro. Y voy a intentar explicarlo.
Efectivamente, se está produciendo una deriva, pero no es porque una parte de los libertarios y de las libertarias se estén desviando de una determinada línea recta que marcaría la trayectoria correcta, o la trayectoria canónica, que habría que seguir porque así lo exigirían unos supuestos imperativos ideológicos.
No. En realidad, no existe tal línea recta. Lo libertario transita por un espacio muy amplio entre unos lindes fronterizos que separan lo que es propiamente libertario y lo que, claramente, no lo es.
Por ejemplo, pese a que lo libertario se define como un espacio totalmente desprovisto de dogmas, es obvio que la explotación de los demás, la creación de jerarquías, y otras cosas por el estilo, son totalmente incompatibles con él.

Cuando los libertarios y las libertarias nos movemos por ese amplio espacio nos toca dibujar y trazar nuestro propio rumbo, nos toca definir nuestra propia trayectoria en base a nuestros propios criterios, y, eso significa que siempre caben varias trayectorias, unas trayectorias muy diversas dentro del campo libertario.
Así que, la deriva que se está produciendo desde hace ya algún tiempo no consiste en alejarse, o en desviarse, de un rumbo prefijado, como lo hace, por ejemplo, un barco cuando se extravía de la ruta que le ha sido asignada. Sino que esa deriva consiste más bien en perder el control sobre el rumbo que se pretende seguir, como lo haría un barco cuyo timón se habría roto.
En el caso que aquí nos ocupa la deriva libertaria no consiste pues en desviarse de una determinada ruta que sería la única ruta correcta en medio del actual conflicto, sino que consiste en dejarse arrastrar por las corrientes en lugar de decidir de forma autónoma la propia andadura.

Y ese tipo de deriva es especialmente preocupante, porqué el hecho de renunciar a la propia autonomía y de dejar que sean otros quienes decidan en nuestro lugar, eso sí que resulta totalmente incompatible con la idiosincrasia libertaria.
“Que nadie decida por ti”. Ese es uno de los grandes principios anarquistas que naufraga estrepitosamente en la actual deriva libertaria en Catalunya. Naufraga porque hay que renunciar a ese principio si se quiere participar en las convocatorias lanzadas por los dirigentes del procès, y en las luchas que estos promueven.
Y no estoy exagerando… Sin ir más lejos, la reciente participación de libertarias y de libertarios en las movilizaciones del tsunami democrático, un tsunami donde nadie sabe quienes toman las decisiones realmente importantes, ni tampoco como se toman esas decisiones, pero que todo el mundo acata como si se tratase de órdenes, constituye una buena muestra de ese tipo de deriva, que resulta totalmente opuesta a una actitud libertaria.

2— Defiendes que hay que luchar contra los nacionalismos dominantes, pero denunciando también los nacionalismos ascendentes. ¿Es esto lo que las y los libertarios están haciendo? ¿hay que denunciar también al nacionalismo ascendente?

Por supuesto. Pero resulta que aquellos sectores libertarios contra los cuales me manifiesto se olvidan por completo de denunciar los nacionalismos ascendentes. No lo hacen ni aquí en Catalunya, ni en muchos otros lugares del planeta donde determinados colectivos que están siendo reprimidos por los nacionalismos dominantes, están luchando para escapar de esa represión.
De hecho, me temo que se está produciendo una gran confusión entre lo que significa, por una parte, promover activamente las luchas contra los nacionalismos dominantes, cosa con la cual me parece que todos los libertarios y las libertarias estaremos de acuerdo, y, por otra parte, apoyar o involucrarnos en las luchas que los nacionalismos dominados desarrollan contra esos mismos nacionalismos para alcanzar su liberación nacional.
Es, concretamente, esa vertiente de las luchas contra los nacionalismos dominantes la que ningún libertario o libertaria debería asumir si pretende mantener cierta coherencia con sus propias ideas.

Las luchas por la liberación nacional de determinados colectivos no nos conciernen para nada, pero sí nos importan, sin embargo, y mucho, las luchas contra los nacionalismos, y más aun si son dominantes, por supuesto, pero, también, si son “dominados”.
Es obvio que luchar contra la represión y contra la dominación es lo nuestro, siempre lo ha sido. Sin embargo, apoyar un nacionalismo, por muy “dominado” que este pueda ser, nos resulta totalmente ajeno, o, por lo menos, así debería ser.
Por supuesto, en la medida en que tenemos un enemigo común, es comprensible que se produzcan confluencias entre, por una parte, las luchas contra los nacionalismos dominantes y, por otra parte, las luchas por las liberaciones nacionales. Sin embargo, esas confluencias no pueden propiciar ninguna alianza, y mucho menos ninguna fusión, ni nada que se le parezca.
Los enemigos de mis enemigos no tienen porque ser mis amigos, y de hecho pocas veces lo son, como así se demostró ampliamente en el 36.

Esta claro que se puede coincidir en una determinada trinchera y apuntar hacia un mismo blanco, pero sin perder nunca de vista las insalvables discrepancias que impiden hablar de una lucha común.
Se trata de unas luchas que pueden ser coincidentes por momentos, pero nunca de una lucha común. Algunos y algunas luchamos contra el nacionalismo dominante, el nacionalismo español en este caso, porque rechazamos todos los nacionalismos, y, por supuesto, este también y además de forma muy contundente.
Otras y otros luchan contra ese mismo nacionalismo porque quieren promover su propio nacionalismo disfrazado, eso sí, con la máscara del independentismo.
Por lo tanto, por mucho que tengamos un enemigo común, eso no quita que sigamos siendo enemigos, y eso significa que no puede haber paz entre nosotras, y ni siquiera un efímero, y frágil, armisticio, porque aún luchando contra un mismo enemigo no podemos dejar de luchar contra el enemigo que tenemos a nuestro costado.

3— Hablas de una mitificación de las jornadas del 1 y del 3 de octubre y de una sobre valoración de la capacidad de auto organización popular que se manifestó en torno a la defensa de las urnas. explícanos esto.

En cuanto al primero de octubre, resulta que se suele presentar las cosas como si, tanto la iniciativa del referéndum, como su convocatoria, y como su organización practica, hubieran constituido una iniciativa popular surgida desde abajo.
Y, claro, eso oculta por completo que, en realidad, fue todo el enorme peso, y todo el enorme poder delas instituciones gubernamentales de Catalunya, lo que estaba haciendo posible el referéndum. y lo que estaba alentando a la población para que acudiera a las urnas.
De hecho, se empieza a mitificar el primero de octubre tan pronto como se oculta, o como se minimiza, el entramado institucional que hizo posible el referéndum de aquel día.
Cuidado, eso no quita que las personas que acudieron a las urnas lo hicieron por voluntad propia, y que una parte de ellas opusieron una admirable resistencia frente a los intentos represivos de impedir la votación.

Pero, tampoco hay que pasar por alto que buena parte del “protagonismo” de esa resistencia recayó sobre la militancia, fuertemente motivada, de los colectivos y de los partidos nacionalistas. Una militancia que, cada 11 de septiembre, había demostrado sobradamente su extraordinario sentido de la disciplina, obedeciendo de forma milimétrica y ordenada, casi militar, las consignas organizativas dictadas por la Asamblea Nacional de Catalunya.
Si se toma en cuenta ese adiestramiento de los militantes y de las militantes nacionalistas, así como el papel que esa militancia desempeñó en la organización y en el desarrollo de la resistencia, y si se añade a todo esto la intervención, que fue bastante decisiva a mi entender, de las instituciones catalanas, lo que entonces resulta es que la autoorganización popular durante el 1 de octubre no fue ni tan ejemplar ni tan extraordinaria como así se nos repite de forma bastante machacona.

En cuanto al 3 de octubre… pues, pasó tres cuartos de lo mismo. No hay que olvidar que a la huelga general se sumó el “paro de país” convocado por las propias instituciones gubernamentales y por una parte de la patronal catalana.
Por supuesto, no se trata de restar importancia a aquella huelga general, pero, tampoco debemos mitificarla. Y se la mitifica, de forma clarísima, cuando se oculta el peso que tuvo el respaldo institucional y patronal para conseguir su éxito.
Huelga general y paro de país en una misma entrega… Eso demuestra, una vez más, y por si aún hiciera falta, que el nacionalismo siempre, siempre, es interclasista.
Creo que con lo dicho hasta aquí queda bastante claro el porqué hablo de la mitificación de las jornadas del 1 y del 3 de octubre.
Lo que me entristece es que sean sectores que siento como muy cercarnos, quienes contribuyan a mitificar esos eventos. Me entristece porque quienes sacan el verdadero provecho de esa mitificación son los partidos, las instituciones y las asociaciones nacionalistas que, no en vano, se han apresuradoa grabar esas fechas con letras de oro en su santoral patriótico, casi a la misma altura que el 11 de septiembre.

4— Manifiestas que cuando un movimiento de lucha incluye un importante componente nacionalista las posibilidades de un cambio emancipatorio son estrictamente nulas. ¿No crees que todas estas movilizaciones pueden llegar a servir para adquirir practicas de lucha hoy ya olvidadas que pueden llegar a traspasar el ciudadanismo e incluso el nacionalismo en beneficio de otras luchas?

Vamos a ver. Si, por una parte, concedemos cierto crédito a la tesis de que las luchas con un fuerte componente nacionalista no conducen nunca a ningún desenlace emancipatorio, cosa ampliamente demostrada en la historia, y si, por otra parte, admitimos que las actuales luchas en Catalunya sí tienen un fuerte componente nacionalista, cosa que me parece difícil negar, entonces la conclusión se desprende por sí misma, y cae por su propio peso con una lógica aplastante.
La puesta en relación de esos dos hechos deja meridianamente claro que las luchas actuales no pueden desembocar sobre ninguna perspectiva emancipatoria.

Pensar, como lo hacen algunos libertarios y libertarias, que esas luchas pueden dejar paso a unas luchas desvinculadas de cualquier motivación nacionalista, y transformarse en algo totalmente diferente de lo que hoy tenemos, es tomar los propios deseos por realidades, y sucumbir de lleno al pensamiento mágico.
Porqué, claro: ¿por qué extraño milagro la enorme energía, y hasta la pasión, que impulsa las actuales luchas en Catalunya dejaría de ser nacionalista para transformarse en una energía y en una pasión de carácter más o menos libertario, y, por lo tanto, de signo radicalmente antinacionalista?

Esa transmutación de una cosa en su contraria apela a conceptos que son más propios de la alquimia que del pensamiento político.
En definitiva, para creer en la posibilidad de ese milagro, hace falta o bien una enorme ingenuidad, o bien, cosa bastante más preocupante, una gran necesidad de encontrar y de formular argumentos que permitan ocultar, consciente o inconscientemente, las propias inclinaciones hacia el nacionalismo por parte de algunos de los libertarios y de las libertarias que se involucran en esas luchas.

5— En tu ultimo articulo del libro expones que “es imprescindible recapacitar acerca de los errores cometidos y, sobre todo, no engañarnos a nosotros mismos magnificando los momentos más espectaculares de las luchas y sobrevalorando algunos de sus aspectos más positivos”. ¿Crees que en todo el tiempo que ha pasado se ha hecho una reflexión sobre los aciertos y errores de la participación libertaria en el procés?

Quiero pensar que sí. Quiero pensar que, efectivamente, quienes se han involucrado en estas luchas han llevado a cabo una reflexión sobre los aciertos y sobre los errores de la participación libertaria en el procés. Ahora bien, confieso que por mi parte no he sabido encontrar en todo lo que se ha publicado hasta ahora, una exposición clara de cuales son los logros alcanzados hasta hoy.
Me refiero, por supuesto, a unos eventuales logros de carácter libertario, y no a la simple constatación de que las movilizaciones convocadas por los protagonistas del procés no pierden fuelle con el paso del tiempo.
Y tampoco he sabido encontrar un relato bien argumentado acerca de los errores cometidos. Por lo tanto, ni exposición de los logros, ni análisis de los errores.
Lo único que podemos leer son múltiples justificaciones de esa participación, así como contundentes criticas contra quienes rechazamos involucrarnos.

Por mi parte, sigo sin ver los logros por ningún sitio, y, a la inversa, me parece que el gran error de la participación libertaria es clamoroso.
Basta con pensar, por ejemplo, en la manera en la que los compañeros y las compañeras que levantaron sus tiendas en la plaza Universidad fueron utilizadas para engrosar las protestas contra las sentencias del procés, y fueron abandonadas posteriormente por los sectores nacionalistas.
Digo bien, por los sectores “nacionalistas”, aunque estos disimulen su compromiso nacionalista tras la etiqueta “independentista”.
Involucrarse en el procés es ponerse al servicio de las estrategias nacionalistas y, comprar poco a poco su propio discurso, debido tanto al roce con los activistas del procés, como a la necesidad de justificar esa colaboración. Una de las características del discurso que se compra consiste en magnificar los episodios de lucha, y en presentar la contienda como una batalla contra la represión y en defensa de la libertad.

Ese discurso permite captar las simpatías de quienes militamos, precisamente, contra la represión y en defensa de la libertad, pero siempre y en todos los planos, no solo cuando afecta a las luchas por la liberación nacional.
Ya sé que no puedo demostrarlo de forma irrefutable, pero estoy convencido de que ciertos sectores del nacionalismo catalán, concretamente ciertos sectores de la CUP han elaborado una estrategia política que consiste en intentar integrar el movimiento libertario, tanto sus militantes como sus referencias históricas, en la hoja de ruta nacional-independentista.
El hecho de que una parte del movimiento libertario caiga en esa trampa no deja de producir cierta desazón, y francamente, lo encuentro lamentable.
Por mi parte sigo sin desearle un Estado a nadie …y tampoco un gobierno.

Tomás Ibáñez

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