Dicen de los anarquistas que son terroristas, que ponen bombas, que queman el mobiliario de las plazas públicas, que atentan contra los bancos, las multinacionales y los organismos responsables de la deforestación, el calentamiento global y los abusos gubernamentales, en cambio, nosotros jamás hemos conocido a un solo anarquista violento, jamás hemos conocido a un anarquista que no esté dispuesto a luchar por los derechos de los refugiados, que abandone a un amigo en apuros, que no se esfuerce al máximo para cambiar los hábitos perjudiciales para la naturaleza y para los animales que la habitan, inclusive los humanos.
Jamás hemos conocido a un anarquista que no cuestione su propia vida y su forma de actuar ante las injusticias para poder exigir en un futuro, alejado de la hipocresía, cambios reales y sustanciales. El potencial del anarquismo radica, entre otras cosas, en la subversión del orden establecido, el anarquismo es capaz de combatir la desidia de la sociedad, colapsando y entorpeciendo el libre transcurso de la rutina asfixiante e inerte que teletransporta a los transeúntes a un mundo apático e insustancial. Los medios de comunicación los acusan de odiar la democracia y el Estado, mienten a medias, los anarquistas aman la democracia y odian al Estado. Los anarquistas no delegan en nadie más que ellos mismos para tomar decisiones vitales que inevitablemente condicionarán su futuro. El empoderamiento personal y la lucha por la libertad es un pilar elemental para cualquier anarquista. Por ese motivo son constantes las discusiones internas, los debates, las asambleas, las fragmentaciones, las alianzas y las disputas. El anarquismo no tiene estructuras políticas jerarquizadas ni dependientes de ningún organismo que represente la autoridad moral o política impuesta a base de doctrinas del shock, leyes restrictivas o operaciones represivas contra centros donde se imparten clases magistrales sobre valores tan básicos como la solidaridad, la cooperación y la ayuda mutua.
El anarquismo derriba muros para construir puentes. El anarquismo no cree en las fronteras, en el capitalismo ni en el especismo. El anarquismo es muy autocritico, en ocasiones, demasiado. A veces incluso nos peleamos con nosotros mismos por no actuar escrupulosamente en pro de nuestras creencias, tenemos eternos debates públicos y personales para encontrar el camino hacia la libertad. Somos extremadamente libres, tan libres como queramos ser. Somos radicales, ya que radic significa «raíz», llegamos a la raíz de nuestros problemas.
El anarquismo enseña autogestión, auto-organización, defiende la libertad y el respeto a la comunidad, difunde valores importantes como la educación libertaria, promueve estudios para cuidar el planeta, dispone de bibliotecas, realiza estudios y publicaciones que abren los ojos y el corazón de muchas personas, no se vende, no se hipoteca, lo da todo y no pide nada a cambio, con el anarquismo no sirven los sobornos… y a los poderes establecidos no le gustan estos ejemplos, porque no pueden doblegarlos.
Si permitimos que las multinacionales, las instituciones capitalistas y los Estados sigan destruyendo el mundo natural, seremos cómplices de la destrucción de nuestras propias vidas, ya que si destruimos nuestro hábitat, nos destruimos nosotros mismos. La organización subversiva, el sabotaje y la acción directa son elementos necesarios para subvertir el orden establecido. Un orden perverso, sádico y cruel, dominado por la oligarquía, la mafia ultraneoliberal y los «Marks zugerbergs». La economía capitalista alentada por grupos ansiosos por el enriquecimiento neoliberal, repentino y extremo, busca establecer el sentimiento generalizado de que la economía debería estar basada en la lógica de crecer o morir. Si seguimos creciendo de esta forma depravada y genocida acabaremos por intoxicar todos los ríos con productos creados exclusivamente por humanos, pronto el calentamiento global será una realidad irreversible. Los anarquistas no son hipócritas ni cínicos, los anarquistas primero cambian ellos mismos, para después poder cambiar su entorno, a través de valores tan elementales como la solidaridad, la cooperación y la ayuda mutua.
Somos libres, somos salvajes, y proclamamos abiertamente que todos los pueblos tienen la obligación de recuperar la rabia de quién toma el poder de la acción justa, y luchar por la libertad, la justicia y la paz, con todos los medios a su alcance. No tenemos tiempo, los refugiados se ahogan en oscuros océanos, los ríos se secan, nuestros bosques desaparecen, los mares se tambalean entre tsunamis y polución.
La solidaridad anarquista es más que una palabra escrita.
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