Stanley Payne Anarquismo

Stanley Payne y los anarquistas rusos

Desayuno esta mañana con la breve glosa que, en la «Revista de libros», y en el marco de un largo texto, Stanley Payne -el historiador de cabecera de la derecha revisionista española- despacha mi trabajo sobre el anarquismo ruso. Dice así: «Había una pequeña fuerza a la izquierda incluso de Lenin, y se trataba de los anarquistas rusos. Dado que en España se desarrolló un movimiento anarcosindicalista mucho más amplio, parece enteramente apropiado que un historiador español con declaradas simpatías por el libertarismo haya alumbrado un nuevo estudio sobre el papel de los anarquistas rusos en el año del centenario, y esta es la tarea que lleva a cabo Carlos Taibo. Tiene muy pocos datos nuevos que presentar (si es que tiene alguno) y la mayor parte del libro se dedica a una comparación de las aspiraciones del anarquismo ruso con las actuales políticas y estructuras desarrolladas por el bolchevismo y las instituciones soviéticas. El libro concluye con un análisis de la revuelta de Kronstadt de 1921 y del movimiento de Néstor Majnó en Ucrania, que fueron las principales expresiones de libertarismo durante la guerra civil rusa».

Vaya decepción. Yo, que ingenuamente esperaba que Payne se refiriese de forma agria al desvarío ideológico que supone que en 2017 todavía haya gente que se reconozca «libertarista» -el traductor del avalador de Pío Moa no sabe, al parecer, que lo de «libertarismo» no tiene uso alguno en el castellano peninsular-, me topo con una opinión que se limita a juzgar, prosaica y arrogantemente, la presunta originalidad de mi libro. No sin antes echar mano el amigo Payne, eso sí, y por rellenar líneas que no quede, de ese jugoso argumento que sugiere que es muy lógico que en un país, España, con un movimiento anarcosindicalista tan potente en el pasado, algún valiente historiador se interese por sus correligionarios rusos.

Dice Payne que no aporto ningún dato nuevo. En su sentido más literal, nada tengo que oponer a semejante afirmación. En el buen entendido, claro, de que mi propósito en «Anarquismo y revolución en Rusia» no era aportar eso, datos nuevos, sino recuperar, antes bien, aquello de lo que la abrumadora mayoría de los historiadores al uso, y entre ellos los representantes de los vencedores de 1917 y 1991, no hablan. Y es que la huella de lo ocurrido con los comités de fábrica, con la comuna rural, con la revuelta de Kronshtadt o con la majnóvshina rara vez se asoma, y cuando lo hace es de manera frugal y meramente descriptiva, a los trabajos que, publicados en los últimos tiempos, se interesan por lo sucedido en Rusia un siglo atrás.

Las carencias que, al respecto, arrastran esos textos de los que hablo invitan a recelar, por lo demás, del conocimiento del propio Payne -un historiador especializado en España- en lo que respecta a Rusia, en general, y a los anarquistas rusos, en particular. A poco que se repase la bibliografía especializada se descubrirá que estos últimos no constituían en modo alguno «una pequeña fuerza a la izquierda incluso de Lenin» (comprendo que a los lectores de Payne les resultará difícil imaginar que pueda haber algo «a la izquierda» de Lenin). Y se sentirá la obligación de subrayar que el giro libertarizante que el mayor dirigente bolchevique asumió en abril de 1917 algo le debió al temor de que esa supuesta pequeña fuerza adquiriese, en el marco general de una revolución social en ciernes, un papel prominente. Esto aparte, y por lo demás, si Payne hubiese prestado alguna atención a las tesis que desarrollo en mi libro, pronto se habría percatado de que entre ellas, y en lugar principal, está la de que el impulso libertario mayor no se verificó ni en Kronshtadt ni al calor de la majnóvshina, sino, por el contrario, a través de lo ocurrido al amparo de soviets, comités de fábrica y revueltas campesinas de muy diverso orden.

Ninguna sorpresa puede suscitar, en fin, que a Payne no le interese, o le parezca irrelevante, la crítica libertaria del incipiente poder bolchevique -el contemporáneo de los hechos, y no el «actual», como lo que supongo que es una pésima traducción da a entender-, una crítica que la historiografía liberal ha esquivado siempre. Pena es que el señor Payne no se haya tomado la molestia de certificar siquiera que el autor del libro que glosa no es un historiador, sino un profesor de Ciencia Política (de la condición de «español» que me atribuye ya hablaré otro día). La historiografía revisionista tiene que revisar, en efecto, muchas cosas.

Carlos Taibo

Tomado de: http://www.carlostaibo.com/articulos/texto/index.php?id=534

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