Arranca el nuevo año y muchos tenemos la sensación de que la sociedad española ha pasado página en relación a la pandemia. Seguimos observando —con cierta estupefacción, eso sí— las noticias sobre los rebrotes del virus en China, pero ya sin dramatismos, ya sin el miedo incorporado a nuestro día a día… Llegados a este punto, aún queda, claro está, la sensación compartida de que hemos atravesado una crisis social sin precedentes, de carácter mundial, que se ha llevado por delante la vida de miles de personas; una crisis, la provocada por el COVID-19, que ha puesto el foco en la fragilidad de un sistema cuyas costuras se han vuelto visibles, evidenciando de manera trágica las consecuencias de una gobernanza neoliberal que ha precarizado nuestra existencia, debilitando los sistemas de salud y deteriorando en grado sumo las condiciones de trabajo de la mayor parte de los trabajadores y trabajadoras.
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