¿Cómo es posible que con acceso a la educación superior, alguien quiera creerse el timo de la Autoayuda? O sea, cójase a alguien con titulación e ínfulas de clase media –que esté de los nervios–, y dígasele que leyendo una serie de libros y yendo a una serie de cursillos, mejorarán sus sensaciones…
A mí cuando me hablaron la primera vez de la autoayuda y del crecimiento personal, me llamó la atención que la llamada autoayuda siempre esté dirigida por otra persona que se dedica a dar consejos de pago. Sorprendente.
A menudo se nos recrimina, dado el pertinaz y alto nivel de crítica que exhibimos en este blog, el no aceptar que las personas crean y practiquen lo que les venga en gana para tratar de mejorar sus vidas. Se trata de la primera falacia, creemos que repetida como un mantra, cuyo escollo a veces es notablemente difícil de salvar.
Dijo aquel filósofo, tan influyente en la modernidad para bien y para mal, que la creencia religiosa venía a ser «el consuelo de los afligidos». No puedo estar más de acuerdo. Dejemos claro que semejante aseveración poco o nada aporta sobre lo benévolo o no de la religión, ya que la misma vendría a ser una consecuencia de los males terrenales. Si a las carestías materiales o físicas, se une el miedo, la inseguridad y las promesas de una existencia mejor, más acá o más allá, el despropósito viene a ser mayor. En la actualidad, al menos en las sociedades mal llamadas desarrolladas, la carestía material está habitualmente mezclada con todo suerte de malestares físicos y psicológicos, lo cual empuja a que gran parte del personal abrace sin pudor las más variopintas y descabelladas creencias, teorías, doctrinas y terapias. Al parecer, la tremebunda crisis sanitaria que estamos sufriendo en los últimos tiempo ha hecho que los libros llamados de autoyuda aumenten sus ventas de forma notable. Para que luego digan que la gente no lee. El problema, por supuesto, al menos en este caso, no es la falta de lectura. El problema es que… ¡madre mía qué lecturas!
Nos repiten: sé fuerte, sé independiente, sé autosuficiente, bástate tú misma… Nos lo repiten desde panfletos de autoayuda, desde las terapias, desde los consejos más bienintencionados. Nos lo repite el anuncio que nos quiere superwoman y tu madre cuando te ve arrastrando una pena domesticada por las esquinas. Nos lo repite el sistema a múltiples niveles. En lo privado y en lo público. En la salud Seguir leyendo No quiero ser fuerte. Quiero ser vulnerable→
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