Por mecanismos que me son ajenos, las personas, con diferentes grados, pueden dividirse entre aquellos que desean mejorar las cosas y otros que, sencillamente, piensan que vivimos en el mejor de los mundos posibles. ¿Progresistas y conservadores? Se me dirá que, hay que ver, que si el maniqueísmo, que si una visión simplista del mundo, y bla, bla, bla. Una vez, se equivoca esa gente de medio a medio y yo, por supuesto, me encuentro cargado de razón como demostraré ipso facto. En primer lugar, y sin ánimo alguno de claudicar, hay que aceptar que una gran parte de la población es, y es posible que lo fuera en cualquier otro modelo de sociedad, sencillamente conservadora. Esto es, en mi nada humilde opinión, que se limita, no solo a considerar que la sociedad es como es, sino que apuntala el sistema de manera obvia y consciente. Es cierto que apuntalar, apuntalamos todos en mayor o menor medida, en caso contrario, habría que mostrarse desobediente e insumiso en cada aspecto de nuestra vida: no pagar impuestos, buscar alternativas al consumo, etc., etc. Ya adelanto que el que suscribe no es ningún modelo al respecto y acepto, falsamente contrito, todas las críticas que se me puedan hacer al respecto. Sin embargo, una cosa es esa, que uno se vea más o menos obligado a vivir o sobrevivir en una sociedad que no le gusta, con arranques de valentía solo esporádicos, y otra muy distinta es ser un papanatas sin remedio. Seguir leyendo De imaginarios, ideologías y doctrinas varias
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Reaccionarios, conservadores, progresistas y otras gentes de malvivir
Si difícil es comprender a un conservador (que me concreten qué diablos hay que conservar en esta sociedad tan gris y aquejada de males), no digamos ya es tratar de hacerlo con alguien abiertamente reaccionario. Por si alguien no tiene claro el significado de semejante epíteto, a menudo malentendido, aclararemos que se trata de algún presunto homo sapiens reacio a cualquier innovación social y política. Vamos, alguien partidario de no sé muy bien qué valores tradicionales, en el mejor de los casos, o nítidamente carca y retrógado las más de las veces. En este inefable país, denominado sin asomo de vergüenza Reino de España, abundan a cascoporro por motivos obvios. Estos especímenes reaccionarios se presentan en diversos grados y, en su forma más pura y tal vez algo sincera, con cierta retórica grandilocuente a poco que el sujeto haya leído alguna que otra línea, nos soltará un pequeño discurso sobre la grandeza del pasado. Por supuesto, el relato no tiene un gran recorrido y no tardaremos en observar las costuras del tipo que suelta halagos, encubiertos o no tanto, a toda suerte de gestas militares, naciones de aspiraciones imperiales y civilizatorias, monarcas indescriptibles, figuras religiosas pasadas de vueltas… No habrá ni un asomo de lucha de clases en todo ello, de las personas que verdaderamente han sufrido la historia en sus carnes, ya que eso deben ser cosas de rojos.
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