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ACRACIA ANARQUISMO NIHILISMO

Determinismo biológico o social

Tengo un pequeño debate como mi sobrina, que va a empezar el tercer año de la carrera de psicología, sobre el determinismo biológico enfrentado al determinismo ambiental (o social). ¡Toma ya! En mi nada humilde opinión, y a pesar de lo que sostengan reaccionarios y autoritarios de todo pelaje, la controversia la va ganando de forma obvia el condicionante de factores ambientales para justificar el comportamiento del personal, incluido el más estúpido y nocivo, que tanto abunda. Hay quien dice que el determinismo biológico, o genético, va de la mano del repulsivo darwinismo social y no es casualidad que tantos preconizadores de la peor cara del liberalismo, quizá tomando algo de la filosofía nazi, consideren que la libertad individual de los más dotados está por encima de cualquier consideración moral sobre ayudar a los no tan afortunados por su carga genética. Es decir, que el que no tenga la suficiente capacidad física y/o intelectual para salir adelante, adiós muy buenas y que le den al más mínimo atisbo solidario; repugnante justificación de la desigualdad social, pero desgraciadamente argumento muy real como uno de los pilares del mundo en que vivimos.

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Sobre el determinismo social

Ya hemos hablado en otras ocasiones del «determinismo social», es decir, en palabras de Mario Bunge, la idea de que la sociedad determina las pautas de valoración y conducta; según la misma, toda tabla de valores y todo código de conducta emerge, se desarrolla y, eventualmente, desaparece junto con la sociedad en la que se inscribe. Frente al absolutismo del determinismo biológico y psicológico, el determinismo social es relativista, ya que cada sociedad adopta los valores y las normas que necesita.

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¿Libertad?

Lo más espeluznante de estas sociedades posmodernas, que sufrimos, para bien o para mal, resulta en la pobre o nula consciencia acerca del concepto de libertad que podemos observar en el común de los mortales. Así, bajo la apariencia de una sociedad libre (liberal, dicen), basada en el consumo más atroz y en el sálvese quien pueda, es difícil comprender que tan pocos seres humanos sean conscientes de lo frágiles y determinados que somos. El libre albedrío, a poco que hagamos el esfuerzo de indagar, aparece como una fantasía reduccionista fruto de una tradición religiosa que deberíamos relegar a los museos de historia. Necio es el que no comprenda que la libertad humana es algo, tan complejo, como apasionante, y que la vida social está sujeta a excesivos condicionantes, máxime en una sociedad que, a pesar de los que aseguren lo contrario, sigue estando jerarquizada y sujeta a demasiados intereses de unos pocos. El que no ponga en cuestión sus actos y creencias, el que elija la vía de alienación del tipo que fuere y adopte la solución fácil del consuelo y la creencia, resulta en alguien más bien papanatas, intelectualmente pobre e indubitablemente determinado.

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El mito del libre albedrío

En este blog, ya hemos abordado el concepto del libre albedrío, basado en una supuesta voluntad libre del individuo, que ya señalamos como una fantasía y un concepto reduccionista proveniente de la tradición religiosa; la libertad humana es algo comlejo y apasionante, pero la vida social está sujeta a tantos condicionantes, máxime en una sociedad jerarquizada y muy mediática, con tantos intereses, que quien no ponga en cuestión sus actos y creencias resulta alguien más bien pobre y determinado.

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¿Determinismo?

Leo un texto divulgativo en el que se parte de que para explicar los mecanismos de funcionamiento de la capacidad intelectual del ser humano no es necesaria ningún «alma celestial». Naturalmente, y aclaro, desprendemos a la noción de alma de todo vínculo teológico o metafísico. También, se dice que la racionalidad no es exclusiva del ser humano, ya que las emociones y facultades de las que se jacta el ser humano están, tanto de forma incipiente como a veces bien desarrolladas, en otras especies «inferiores».

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