Lo del discurso del jefe de Estado, léase, claro, el rey, la noche del 24 de diciembre es algo que empieza a parecer un nuevo episodio de alguna ya reiterativa serie de muertos vivientes. El programa estelar se completa, un rato después, con la inevitable aparición en la misma televisión pública del cantante ultraconservador Raphael, aunque este al menos tiene buena voz. No es que me importe lo más mínimo lo que pueda decir el monarca, pero uno tiene que aguantar el chaparrón de caspa y patetismo si quiere rellenar estas líneas con algún análisis político. No obstante, quizá lo más penoso y deplorable sea escuchar a algunos críticos biempensantes lamentarse de que Felipe VI no condenara abiertamente los escándalos de su padre Juan Carlos y solo pasara de puntillas por el tema cuando aludió a unos supuestos «principios éticos» inherentes a la corona, «a pesar de las circunstancias». Sí, las palabras son indignantes, un insulto al común de los mortales que habita este indescriptible país llamado España. Pero, ¿alguien podía esperar otra cosa de una institución inicua y añeja? Es más, ¿ha soltado alguna vez un monarca un discurso, con esa voz de los borbones siempre meliflua y monocorde, que no sea mera retórica vacía?
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¡Viva la estulticia!
A estas alturas, supongo que mucha gente se habrá echado unas risas con el difundido vídeo de multitud de personajes esperpénticos clamando ¡Viva el rey! No puede ser de otro modo, especialmente, cuando ves a alguien como Toni Cantó, trepa descarado donde los haya, vociferar a los cuatro vientos, puño en alto, que las loas al monarca es «lo auténticamente progresista y revolucionario». Es muy posible que se trate de un trabajo humorístico encubierto, sobre todo cuando comprobamos que la iniciativa parte de una plataforma, o algo así, llamada Libres e iguales. Es decir, un grupito que afirma estar a favor de la igualdad de los seres humanos, concepto inequívocamente unido a la noción de libertad, tal y como han concretado de toda la vida los anarquistas, se muestra a favor de un sistema que demuestra, de forma más explícita que cualquier otro, que el privilegio existe y de qué manera. ¡Cosas de este indescriptible país llamado España! Otro gran momento hilarante, en forma de oxímoron, es cuando otro de estos ‘intelectuales’ surgidos de averno asegura que, porque cree en el republicanismo de verdad, grita ¡Viva el rey! No, no creo que el fulano se muestre sutilmente irónico y quiera significar algo tan cierto como que la forma del Estado, sea república o monarquía, esconde formas de opresión política. A pesar del involuntario tono jococo del asunto, yo, que he tenido la santa paciencia de ver y escuchar los 14 minutos (y un segundo) del inenarrable «trabajo» audiovisual, no he podido evitar que se me congele la risa entre los dientes. Seguir leyendo ¡Viva la estulticia!