Silvia Bevilacqua
Assegnista di ricerca Università di Chieti
Traducción por Deepl (pro), revisada por F. García Moriyón
Mi abuela no era anarquista, o mejor dicho, mi abuela creía que no era anarquista. Nadie le había explicado nunca qué era el anarquismo y cómo había contribuido a la formación de una sociedad basada en el principio de la libertad y el apoyo mutuo. Sin embargo, hace algún tiempo, poniendo las cosas en orden, encontré una nota manuscrita suya. Es un poema muy corto, probablemente copiado de alguna revista. Las palabras escritas dicen que la infancia en su crecimiento no debe ser juzgada, atacada, culpada o tratada con intolerancia, sino alentada en un contexto de confianza, cuidado, atención, amor y amistad. No sé de quién era este poema, no se indica, pero es bastante evidente cómo en estas palabras resuena el eco de cómo, para muchos abuelos y abuelas (incluso bisabuelos y bisabuelas ahora), el pensamiento anarquista era el horizonte dentro del cual dar sentido a la existencia humana. Mi abuela, pues, no era anarquista, se reconocía en algo que es propio del anarquismo. Para muchos fue así, para mí ciertamente. El anarquismo es también algo en lo que, en un momento determinado de la vida, uno se reconoce y, a partir de ese momento, trata de ejercerlo plenamente, en sus prácticas y en sus investigaciones. Un compromiso para conectar medios y fines que, veremos más adelante, es un elemento esencial de esta reflexión. Esa nota de mi abuela no está tan alejada de lo que expresó Janusz Korczak, tanto en su compromiso de toda la vida con el cuidado de niños y niñas, en su mayoría huérfanos, como en sus cientos de escritos dedicados a la infancia, tema único de sus obras. Especialmente en el volumen: El derecho del niño al respeto,1 invierte la dirección adultocéntrica de la educación, y más en general de la relación existencial adulto‐niñez, centrándose no sólo en lo que los niños y niñas llegarán a ser, sino en lo que son, pueden y desean ser en el momento en que viven su infancia o juventud. Ese tiempo tiene derecho a ser vivido porque es tiempo humano y tiempo de vida. Esta es la primera postal del pasado, procede del Hogar de Huérfanos de Varsovia, está escrita hacia 1941:2
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