«La anarquía, en el significado más amplio de la palabra, es realizable siempre, con diversidad de grado, y se realiza tanto más cuanto menos se contenta uno con la realidad ya adquirida», así se expresaba Luigi Fabbri para tratar de alentar a las personas de su entorno en un pésimo momento, después del primer gran conflicto bélico en el siglo XX. Fabbri (1877-1935), como tantos anarquistas, tuvo múltiples facetas a lo largo de su vida para contribuir al ideal, principalmente la de escritor y educador, además de ser un incansable militante; fue un habitual colaborador de la prensa anarquista en Europa y, también más tarde, en Sudamérica: director de Umanità Nova, coeditor de L’Agitazione, colaborador de Universitá popolare… Muy joven, conoció las prisiones italianas, en las cuales pasará muchos años, como tantos otros militantes anarquistas. En diversos momentos de su vida, se negó a asumir el papel de líder revolucionario manteniéndose con ello fiel a sus ideas libertarias. Desde 1897, año en que conoció a Malatesta, le unió a él una gran amistad y una confluencia de pensamiento dedicando una de sus últimas gran obras al estudio de la vida y las ideas del que llamaba su maestro. De hecho, al parecer, el propio Fabbri se consideraba un divulgador del pensamiento malatestiano, aunque hay quien le considera un pensador original distanciado de su maestro en algunos aspectos. Ambos, en cualquier caso, tras vivir el fascismo, el nazismo y la deriva de la Revolución rusa, les unió una repugnancia sobre los medios violentos, los cuales identificaban con la metodología autoritaria. A partir de 1922, con el ascenso del fascismo en Italia, la situación para los anarquistas fue muy complicada; en 1926, se obligó a los docentes a jurar fidelidad al régimen fascista y Fabbri, como profesor de escuela primaria, se negó, algo que le obligó al exilio a Francia. Tras ser expulsado también del país galo y pasar por Bélgica, se dispuso a partir para Sudamérica. En Uruguay, se dedicó sobre todo a la actividad periodística, pero destaca su labor en el periódico anarquista La Protesta, de Argentina, aunque también siguió ejerciendo de profesor. En septiembre de 1930, un golpe militar llevó a la dictadura en Argentina y toda actividad obrera fue prohibida, especialmente la anarquista, por lo que las instalaciones de La Protesta fueron clausuradas y destruido su material. Será Uruguay, un país donde se respiró un aceptable aire de libertad hasta el golpe de Gabriel Terra en 1933, donde pasará los últimos años de su vida.
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Mi abuela anarquista. Postales infantiles del pasado
Silvia Bevilacqua
Assegnista di ricerca Università di Chieti
Traducción por Deepl (pro), revisada por F. García Moriyón
Mi abuela no era anarquista, o mejor dicho, mi abuela creía que no era anarquista. Nadie le había explicado nunca qué era el anarquismo y cómo había contribuido a la formación de una sociedad basada en el principio de la libertad y el apoyo mutuo. Sin embargo, hace algún tiempo, poniendo las cosas en orden, encontré una nota manuscrita suya. Es un poema muy corto, probablemente copiado de alguna revista. Las palabras escritas dicen que la infancia en su crecimiento no debe ser juzgada, atacada, culpada o tratada con intolerancia, sino alentada en un contexto de confianza, cuidado, atención, amor y amistad. No sé de quién era este poema, no se indica, pero es bastante evidente cómo en estas palabras resuena el eco de cómo, para muchos abuelos y abuelas (incluso bisabuelos y bisabuelas ahora), el pensamiento anarquista era el horizonte dentro del cual dar sentido a la existencia humana. Mi abuela, pues, no era anarquista, se reconocía en algo que es propio del anarquismo. Para muchos fue así, para mí ciertamente. El anarquismo es también algo en lo que, en un momento determinado de la vida, uno se reconoce y, a partir de ese momento, trata de ejercerlo plenamente, en sus prácticas y en sus investigaciones. Un compromiso para conectar medios y fines que, veremos más adelante, es un elemento esencial de esta reflexión. Esa nota de mi abuela no está tan alejada de lo que expresó Janusz Korczak, tanto en su compromiso de toda la vida con el cuidado de niños y niñas, en su mayoría huérfanos, como en sus cientos de escritos dedicados a la infancia, tema único de sus obras. Especialmente en el volumen: El derecho del niño al respeto,1 invierte la dirección adultocéntrica de la educación, y más en general de la relación existencial adulto‐niñez, centrándose no sólo en lo que los niños y niñas llegarán a ser, sino en lo que son, pueden y desean ser en el momento en que viven su infancia o juventud. Ese tiempo tiene derecho a ser vivido porque es tiempo humano y tiempo de vida. Esta es la primera postal del pasado, procede del Hogar de Huérfanos de Varsovia, está escrita hacia 1941:2
Seguir leyendo Mi abuela anarquista. Postales infantiles del pasadoCarácter ético del anarquismo
El tema de hoy no es muy cómodo. Es difícil hablar de ética, especialmente por parte de una persona de mi edad. Estamos acostumbrados a ridiculizar a los viejos que sermonean a los más jóvenes. Nadie se siente impulsado a escuchar. Sin embargo, no podemos prescindir de la ética: la vida sería imposible si, en lo cotidiano, no juzgáramos continuamente nuestros actos y los ajenos Seguir leyendo Carácter ético del anarquismo