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Un poco de anarquía en el día a día

Continúan surgiendo en el mundo situaciones, momentos, movimientos, experiencias, todos ellos marcados por metodologías profundamente libertarias, pero que casi nunca se definen como tales. Es preciso partir de esta realidad.
Lo que cotidianamente estamos constreñidos a vivir es convulso, propagador del caos mental y existencial. Un desorden contra natura impuesto y gestionado por fuerzas criminales ávidas de poder y de riquezas sin fin, dominadoras en esta fase del devenir de la humanidad. Entonces, ¿cómo pueden tomar cuerpo experiencias propagadoras de una visión anárquica, insertarse en tal ambiente perspectivas de innovación libertaria? La anarquía, por encima de cualquier prejuicio, debería ser “la más alta expresión del orden”, como con sabiduría escribió Reclus.

Me ha inspirado una propuesta de Francesco Codello que encuentro particularmente estimulante: “Por otra parte, la idea dominante en la pedagogía tradicional de la continuidad del proceso de conocimiento viene ahora sustituida por una práctica de circularidad en espiral que, partiendo de la pregunta, poco a poco se desarrolla y, a través del papel positivo del error, retorna a un nivel cada vez más elevado haciéndose conocimiento activo y búsqueda compartida. De esta forma se produce un paso de un área de no conocimiento a otra de conocimiento, continua y sistemáticamente, que favorece una idea de construcción del saber basada en la experiencia y no en la transmisión”.

Con síntesis y eficacia, Francesco trata una metodología educativa de tipo libertario. Encontrándome plenamente de acuerdo con los puntos que enuncia, de diferente manera los he tratado también yo en alguna ocasión. Lo encuentro interesante, no solo en el ámbito educativo específico sino también para experimentaciones en cualquier campo. Representan una postura científica que ilumina el camino para emprender experiencias con la mira puesta en horizontes de innovación. En las cosas con fondo de huella libertaria, cualquiera que sea su campo de acción, siempre hay un sustrato autoeducativo mutuo e intercambiable socialmente.

Son consideraciones particularmente importantes si se tiene en cuenta que la puesta en marcha de experiencias y tentativas, además de auténticos experimentos sociales, en su multiplicidad son la verdadera y única alternativa que se dibuja en el horizonte de los posibles cambios sociales radicales. Digo esto porque, como ya he analizado y afirmado otras veces en escritos precedentes (algunos publicados en este periódico), el panorama revolucionario clásico, que diseña el momento resolutivo a través de una indiscutible victoria en el combate con el poder, haciéndolo sucumbir, casi una palingenesia revolucionaria, es ahora imposible de proponer, privado como está de fundamento real.

 

Las semillas bajo la nieve

Dicho en pocas palabras, ya no existen más que en la fantasía palacios del poder que asaltar o derruir. Admitiendo que podamos hacerlo, podríamos destruir todos los palacios del poder o matar a todos los tiranos que identifiquemos, pero no conseguiríamos en absoluto ni siquiera arañar de manera significativa el dominio del que queremos librarnos, porque no habita ya en ningún palacio ni está representado por ningún déspota en particular. Para que las posibilidades de una revolución libertaria continúen vivas y sean realistas, resulta indispensable encontrar caminos y procesos de cambio no fundados sobre la ilusión de una forma cualquiera de revolución insurreccional, considerada todavía por demasiados como indispensable para la ansiada regeneración social libertaria.

Las posibilidades y las hipótesis de acción ya no se hallan solo en las lógicas de enfrentamiento, ni esencialmente en las contrapropuestas antitéticas a los poderes dominantes. Se buscan y se reinventan en todos aquellos ámbitos en general poco manifiestos o incluso invisibles, comprendidos en esa genial imagen metafórica que Colin Ward definió como “la semilla bajo la nieve”, lista para ser fértil apenas se den las condiciones adecuadas. Sería verdaderamente fecundo, tanto para nosotros como para las generaciones libertarias venideras, si decidiéramos transferir el pensamiento y la acción de la dimensión proyectual del enfrentamiento para el derrocamiento del poder, como en la tradición en la que hasta ahora nos hemos educado, a la construcción desde ahora de la calidad social que se quiere proponer, en una lógica no ya del enfrentamiento, de la destrucción y de la insurrección, sino de la superación de las dimensiones del poder a través de la puesta en marcha de experiencias alternativas.

Metodologías profundamente libertarias

Sin duda, por ejemplo, hoy todos miramos con expectación, curiosidad e interés lo que está sucediendo en la Rojava, región kurda del norte sirio, y también a las realizaciones sociales que animan Chiapas, que desde hace dos décadas lleva adelante autónomamente una experiencia social avanzada y radical. Ambas, aunque no se declaren anarquistas, están desarrollando experiencias fundamentales desde el punto de vista libertario, en las que no por casualidad los anarquistas son los primeros en identificarse. Llaman nuestra atención porque están llevando adelante, con una inteligencia constante y profunda convicción, experimentos sociales en aspectos diferentes entre sí pero con idéntica acumulación de espíritu de libertad, que las incluye entre las posibilidades que desde siempre el anarquismo auspicia y propugna. Son sendas a recorrer que están preparando, junto a otras que todavía no han emergido (las famosas “semillas bajo la nieve”), lo nuevo a construir para desarrollar una calidad de vida social que ya no esté fundada sobre el dominio, sin el dominio como constante de las relaciones e interrelaciones.

La sintética propuesta de Codello citada más arriba tiende a sugerir un sentido y una metodología que van profundamente al encuentro del conjunto proyectual que estoy intentando diseñar. Nos dice que los procesos de aprendizaje en vez de ser lineales, es decir, prefijados y conformes a los designios del poder, deben estar caracterizados por una “circularidad en espiral”, o sea no verticales, compartidos y mutuamente intercambiables, fundados sobre la horizontalidad y la reciprocidad en las relaciones experimentadas directamente. Es una experiencia que genera peticiones de participación y de intercambio, que estimula un anhelo que “poco a poco se desarrolla y, a través del papel positivo del error, retorna a un nivel cada vez más elevado, haciéndose conocimiento activo y búsqueda compartida”.

Aquí asume un valor ejemplar lo que en otras ocasiones he llamado “autocorrección”, es decir, la capacidad de ejercer sobre lo realizado una crítica tendente a perfeccionarse, en una lógica en la que el sentido del error desaparece: “No hay errores sino experiencias diferentes”. De este modo, lo que se hace vive un pasaje fecundo y extremadamente significativo “de un área del no conocimiento a otro de conocimiento”, porque es vivido directamente por todos los que participan. Todo esto favorece “una idea de construcción del saber fundada en la experiencia y no en la transmisión”.
Una metodología extremadamente significativa, lista para favorecer experimentaciones basadas en la autoconstrucción y la autogestión, al mismo tiempo estimulante para autoeducarse en la autoconstrucción y la autogestión de forma compartida con los demás.

Como justamente subraya también Graeber, en esta fase histórica siguen surgiendo en el mundo situaciones, momentos, movimientos, experimentaciones y demás, todo marcado por metodologías profundamente libertarias, a menudo con claras características invariablemente anárquicas, pero que casi nunca se definen como tales. Habría que tenerlo en cuenta de forma oportuna, porque es una señal que indica que existe una salida espontánea de revuelta para buscar y experimentar situaciones de tipo libertario, incluso para construir desde ahora alternativas que den un sentido verdadero de liberación y de libertad social.

En cualquier caso, la gran mayoría de los anarquistas están inmersos en este signo de los tiempos, que entre otras cosas les mira directamente, de manera episódica y fragmentaria. Deberán formar parte plenamente para inclinarlo hacia un radicalismo coherente hasta el fondo, proponiendo experiencias propias y coherentes y valorando las ya existentes, tendiendo a crear una red difusa y autogestionada de relaciones entre las diversas experiencias que se están llevando a cabo.
Este conjunto múltiple deberá tender a ser un movimiento planetario, que agite y luche conscientemente para recorrer un camino realista hacia la anarquía, independientemente de si se define o no como tal.

Andrea Papi

Publicado en Tierra y libertad núm.220 (enero e 2016)

Un comentario sobre “Un poco de anarquía en el día a día”

  1. Me parece que si nos atenemos al fundamento de lo que nos define como anarquistas o libertarios, la libertad, una relación sin dominación en la que la autonomía es la base del acuerdo, no es posible concevir otra forma de desarrollo de la «revolución libertaria» que la de un proceso autoeducativo, en el que los resultados de la experimentación consolidan o modifican el sentido y la manera del caminar de nuestras vidas en cada «contexto histórico».
    A partir de ahí, parece pues lógico apoyar o participar en todas las experiencias sociales que funcionen con esta coherencia libertaria aunque no lleven tal «etiqueta». Y en este sentido, no tienen por qué ser excluidas las experiencias insurreccionales que se desarrollen en base al rechazo de la dominación para abrir espacios de experimentación al proceso autoeducativo.

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