«El post-anarquismo puede ser visto, entonces, como una serie de estrategias político-éticas contra la dominación, sin garantías esencialistas y las estructuras maniqueas que condicionan y restringen al anarquismo clásico. Se podría afirmar la contingencia de los valores e identidades, incluidas las propias, y afirmar, en lugar de negar, la voluntad de poder. Sería, en otras palabras, un anarquismo sin resentimiento.»
El anarquismo y la política del resentimiento, Saul Newman
Nos enfocaremos en repasar algunos aspectos relevantes del corpus clásico del anarquismo y nos detendremos en algunas de sus limitaciones que lo llevaron a su pérdida de relevancia política y teórica. Comenzamos con una ambiciosa definición, para luego establecer conexiones con lo que denominamos post-anarquismo.
Por anarquismo entendemos a una amplia corriente política que se basa en la oposición a toda forma de opresión (de género, de raza, económica, cultural, política, etc.) mediante el uso de medios de lucha consecuentes para el cumplimiento de esa meta. Nace en el XIX como movimiento en oposición al dominio capitalista y como proyecto de construcción de una economía alternativa basada en el apoyo mutuo, la autogestión, la descentralización, la defensa de las libertades individuales y de la libertad de asociación para la cooperación. Los medios para lograr esta construcción son la horizontalidad y el cuestionamiento a la representación, la educación crítica-laica y liberadora, la democracia y acción directa, junto con el combate continuo a los diversos dogmatismos. Además, la mayoría de los identificados con el anarquismo defienden la organización federativa. Otros rasgos básicos son el anticlericalismo, antiautoritarismo y el antiestatismo. La crítica a las religiones se conecta con el cuestionamiento a todos los sistemas metafísicos-dogmáticos opresivos.
El feminismo es otro componente central del anarquismo, dado que combate la doble opresión que padecen las mujeres producto del capitalismo, patriarcado y los diversos dispositivos de control del Estado. El antiestatismo ácrata va más allá del cuestionamiento clasista del socialismo clásico (el problema no es sólo que el Estado sea utilizado por la clase dominante como instrumento para poder explotar y reprimir a los trabajadores), ya que se cuestiona de raíz al gobierno centralizado, la legitimidad de los representantes, el monopolio de la violencia, la burocracia, el dominio arbitrario y parasitario sobre los miembros de la población.
Buscamos hacer una definición amplia y abierta, para no mutilar excesivamente la enorme diversidad de esta corriente política compuesta de múltiples tendencias. Cada vertiente hace hincapié en distintos aspectos y hasta reniega de otros, por ejemplo, el comunismo libertario pone el énfasis en la igualdad, mientras que los más individualistas se enfocan en la defensa de las singularidades y la libertad del individuo. Otras, defienden la insurrección violenta, mientras que muchos tienden al pacifismo.
Identificamos, a su vez, que en algunas corrientes actuales se agregan: el antiespecismo, el anarcoveganismo, el decrecimiento, el municipalismo libertario, la teoría queer, etc. Sin entrar en detalles ya que cada vertiente requiere un trabajo particular, sí es importante señalar que estos nuevos colectivos y movimientos surgen en unas condiciones particulares que caracterizan a las sociedades actuales, como la crisis climática, la explotación exponencial de la biomasa, la emergencia del otro, del abyecto, la mirada de la especie humana sobre las otras especies no humanas (pensamientos heredados del antirracismo y del movimiento por los derechos civiles y humanos de los años ’60, ’70, ’80). A lo que se suma con fuerza desde la hegemonía del neoliberalismo y la cercana crisis capitalista de 2008, un contexto generalizado de crisis política y de las estructuras partidarias tradicionales. Cabe destacar, como lo hace Ibañez (2014), que “el anarquismo no es una cosa del futuro sino del presente”. Busca modificar la realidad actual donde vivimos aunque no sea sobre su totalidad, sino sólo de forma fragmentaria. Para poder incidir concretamente y transformar así el presente, de modo parcelario, pero radical, mostrando de este modo la posibilidad de modos alternativos de existencia.
«Y esto dista mucho de ser poca cosa, sobre todo cuando constatamos que los principios, las prácticas y las realizaciones que caracterizan el anarquismo son reinventadas, reivindicadas y desplegadas por colectivos y por personas que no provienen necesariamente de los medios que se definen explícitamente como anarquistas» (2014: 16).
Siguiendo a Ibáñez, aquí creemos que cabe distinguir analíticamente entre los movimientos neo-anarquistas (manifestación práctica libertaria) y post-anarquismo (renovación teórica del pensamiento ácrata). Los primeros se asemejan a la tradición de lucha libertaria por su énfasis en la autogestión, la acción directa, la creación de espacios autónomos prefigurativos, la democracia directa, etc. Por post-anarquismo hay que entender una tendencia en formación que se caracteriza por compartir preocupaciones propias del pensamiento ácrata, aunque gran parte de las influencias sean extramuros, es decir, provenientes de pensadores ajenos al anarquismo “purista”.
Para comenzar a acercarnos a una definición de post-anarquismo, consideramos que estamos hablando de un conjunto de filosofías políticas y teorías sociales nuevas que están empezando a autopercibirse, muy lentamente, como afines a la corriente ácrata. La “infidelidad” o heterodoxia hacía la tradición es una característica típica de esta reapropiación de los clásicos como Bakunin, Stirner, Kropotkin, etc. El dogmatismo y la ortodoxia no se corresponden con esta corriente radicalmente crítica y reflexiva, a pesar de los muchos defensores de la tradición anarquista que se resisten a los cambios y afirman la vigencia de los “sagrados” principios fundadores.
Hay pensadores que no retoman a los clásicos ácratas (anarquismo extramuros según Ibáñez), pero debido a su trabajo de investigación y preocupaciones políticas se acercan a los temas típicos de la reflexión libertaria: los problemas de la representación, la crítica a la democracia liberal, la teorización sobre el poder y las más sutiles formas de opresión, la reflexión sobre la libertad, etc. Debido a esto es difícil hablar de una teoría post-anarquista, puesto que sólo se puede considerar que hay parecidos de familia o puntos de convergencia entre los distintos enfoques que comparten temas como son el avance del control, los peligros pero también posibilidades que acompañan al desarrollo tecnológico, la elaboración de alternativas que superen la dicotomía estatismo (marxista o keynesiano, tanto en sus versiones socialdemócratas, populistas o leninistas) o neoliberalismo (incluyendo los libertarios de derecha o “anarco-capitalistas”). Esta disyunción de las corrientes políticas partidarias está en crisis, junto con el dualismo izquierda-derecha. El anarquismo, por su posición alternativa ante estos problemas, se presenta como un camino que está en sintonía con nuevos valores emergentes y del que puede prosperar (o tener ventajas) debido a los cambios sociales y culturales que favorecen su desarrollo.
El post-anarquismo como corriente de pensamiento y praxis se manifiesta, desde nuestro punto de vista, en movimientos políticos neo-anarquistas diversos como el autonomismo y el zapatismo, en las acciones directas de las protestas contra la globalización neoliberal y el surgimiento de las ideas altermundistas que despidieron los años 1990 y dieron la bienvenida a los años 2000. También en algunas manifestaciones del “argentinazo” como las masivas asambleas, las fábricas autogestionadas de fines de 2001, etc. Más recientemente, y como emanación de la crisis internacional de 2008, las protestas y zonas autónomas en Grecia, el movimiento 15-M en España, el Occupy Wall Street de Estados Unidos, las manifestaciones de los estudiantes chilenos y el masivo movimiento que en Brasil se opuso a la realización del mundial de fútbol. Por otro lado, se ve con más claridad y en otra dimensión, en los cantones kurdos organizados a partir del municipalismo libertario o confederalismo democrático. Se expresa, además, en algunos rasgos de culturas alternativas o contraculturas como son el anarcopunk, el skinhead antifascista, el hardcore californiano y de Los Ángeles, en ciertos sectores del movimiento animalista global como el anarcoveganismo, y en la ética hacker y el hacktivismo de esta era digital. También en algunos pueblos indígenas y hasta en diversas comunidades nuevas que se organizan sin jerarquías y de forma democrática. Es importante aclarar que si bien no todos se denominan explícitamente “anarquistas”, existen relaciones entre sus modalidades de lucha y sus estilos de vida: organización descentralizada o federal, horizontalidad, respeto y defensa de la diversidad y el Planeta en su conjunto, el amor libre o las formas de parejas alternativas, la descreencia de la idea de fronteras, la oposición a la “toma del poder” del Estado como estrategia política para lograr transformaciones, la democracia y acción directa, la construcción de una contracultura contestataria y transgresora. El énfasis en la autogestión y la libertad.
En el plano estrictamente teórico, en la teoría crítica actual hay un potente interés por la biopolítica, la autonomía, los problemas ontológicos-políticos; también por la reconceptualización de la explotación, el problema del deseo, la estratificación social, la subjetividad, la epistemología crítica, la ética vitalista, los estudios críticos animales, etc. Todas estas preocupaciones pueden ser asociadas, quizás con bastante arbitrariedad, con el significante post-anarquismo. Claro que no se pretende afirmar que estas reflexiones e investigaciones están guiadas por la influencia y el horizonte político anarquista, sino que identificamos que promueven una renovación teórica del pensamiento crítico libertario con potencialidades emancipadoras. No abordamos en este trabajo todos estos temas, sino que seleccionamos sólo algunos para poder profundizar.
Como mencionamos anteriormente, las teorizaciones asociadas al post-anarquismo están en movimiento, en estrecha relación con las luchas, acompañan a los movimientos y buscan potenciarlos. Son teorías explícitamente cargadas de valores y fines políticos, alejadas de las aspiraciones universales y más ancladas en problemas delimitados o locales y prácticos. No son neutras ni quieren serlo, por esto están en constante tensión con la lógica académica. No obstante, en las universidades el interés por el estudio del anarquismo va avanzando y es de allí de donde emerge la sugerente reflexión post-anarquista. Aunque todas las corrientes no se denominan lisa y llanamente “anarquistas”, un conocimiento mínimo de estos saberes emergentes nos permite ver afinidades con la tradición anarquista. Cuando critican al Estado, al capitalismo, a la mercantilizada cultura burguesa, al marxismo dogmático, a los partidos políticos junto con la pretensión de cambiar la realidad a través de la institucionalidad liberal o la “toma del poder” (democracia delegativa, burocracia estatal, centralización “democratica”, instituciones represivas, etc.) se acercan mucho a los pilares del pensamiento libertario. Estas críticas, reiteramos, no emergen la mayoría de las veces desde las formaciones identitarias ácratas, sino que proliferan desde actores involucrados en los distintos movimientos sociales, los académicos comprometidos con el cambio social o desde el arte crítico. Es cierto que este pensamiento muchas veces tiene muy pocas conexiones directas con la tradición teórica del anarquismo, sin embargo, hay puntos de confluencia y de cercanía entre estas tradiciones críticas provenientes del marxismo, el psicoanálisis, el estructuralismo, la filosofía nietzscheana, heideggeriana y los conceptos, preocupaciones y lineamientos centrales del corpus anarquista [3].
Pero no sólo la crítica compartida los acerca al anarquismo, ya que comparten la desobediencia, la construcción en la sociedad actual de espacios liberados, que funcionan con otras lógicas, y acercan a muchas personas a vivir la experiencia de otro mundo posible aquí y ahora. Esto se vincula con la preocupación por usar medios de lucha que prefiguren los fines que se anhelan: es decir, se entiende que no se puede disolver el Estado mediante la toma del poder del Estado, no se puede llegar a la horizontalidad utilizando organizaciones verticalistas, no se puede combatir a las ideologías autoritarias con un nuevo dogma, etc. Estas coincidencias, junto con otras que ya mencionamos antes, permiten comprender la afinidad entre los nuevos movimientos libertarios y los anarquistas [4]. A diferencia de otras corrientes, no proponen dejar los grandes cambios sociales para un futuro distante, sino que proponen transformar la vida ahora mediante acciones disruptivas directas, y vivir de la forma más libre e igualitaria posible sin exigir el sacrificio que requieren las leyes de la historia. La transformación radical a nivel macro o societal no requiere la subordinación de las singularidades a un proyecto, sino que implica la participación activa de los individuos en la autotransformación de la existencia y en la transmutación de valores. El énfasis en el cambio desde el presente y en las alternativas inmanentes o en los márgenes del sistema son un aspecto clave de la política constituyente libertaria.
Para finalizar este apartado, es importante destacar que la multiplicación de prácticas libertarias no va acompañada de un crecimiento en simultáneo de organizaciones identificadas con el anarquismo (sindicatos, grandes federaciones. organizaciones específicas, etc.). No hay demasiadas organizaciones con peso social que compartan el imaginario clásico ácrata y que tengan fuertes lazos con la memoria colectiva de las luchas y experiencias anarquistas. La mayoría de los identificados con el anarquismo consideran que lo que estamos llamamos neo-anarquismo no son revolucionarios auténticos, y tienen caracterizaciones peyorativas que impiden asociar a estos movimientos y sus formas de lucha con su “gloriosa tradición” anclada en los esquemas clásicos de la lucha de clases. Esto se convierte en un obstáculo para revitalizar la tradición e impide una mayor influencia del anarquismo sobre el neo-anarquismo. Esta influencia podría retroalimentar tanto a los anarquistas -que por su aislamiento sectario y su anclaje en la antigua tradición tienen muy poca relevancia-, como a los nuevos libertarios -que muchas veces sufren de una ausencia de una memoria colectiva que permita un mayor arraigo e identificación política-.
Por ello mismo, uno de los propósitos más ambiciosos de este trabajo es contribuir a superar esta situación de disputa estéril entre distintos modos de practicar y entender los principales principios políticos libertarios [5]. La dilucidación de lo que tienen en común anarquistas, neo-anarquistas y post-anarquistas (aceptando y entendiendo las diferencias que los separan) creemos que habilitaría la posibilidad de una fuerte aceleración del renacimiento del proyecto libertario. Crecimiento que sería más que deseable en un contexto de colapso del capitalismo y de crisis de las alternativas marxistas clásicas y populistas.
Anahí Méndez e Iván Cicchini
Sección extraída de la ponencia titulada “¿Post-anarquismo? Reflexiones sobre la emergencia del pensamiento libertario y su influencia en la renovación de las prácticas anarquistas”, cuyo texto completo es accesible aquí.
Notas
[3] Para ver esta afinidad, entre perspectivas tan diferentes, un buen comienzo es la lectura sintética de la tradición anarquista que hace E. Jourdain. En su libro El anarquismo hace un recorrido que va desde los orígenes (siglo XIX) del anarquismo hasta las múltiples corrientes actuales. Recomendamos la lectura de este libro para conocer las experiencias históricas libertarias y acercarse a las principales corrientes actuales. Por falta de espacio, no examinaremos en profundidad este libro, aunque lo tendremos en cuenta para pensar la actualidad del anarquismo.
[4] Aunque muchas veces el anarquismo se vio afectado por la subordinación o sacrificio del presente para la realización de la redención revolucionaria en el futuro.
[5] Nato Thompson (2012) “La venganza del anarquista”, en Contraindicaciones. Política, arte contemporáneo, amarillismo, proselitismo, demagogia.
Un capataz con sus problemas, evidentemente, me preguntó en el tajo: «¿tú tienes trompa de elefante o (lo que entendí) algo muy chiquitito?»
Le respondí: «yo, gatillo de perdiz».
Me pasa muchas veces y veo mucha paja por ahí.