«Yo me considero un francotirador tanto política como artísticamente»: Nelson Garrido, fotógrafo venezolano

[Nota previa de El Libertario: Es grato reproducir esta conversación  que tuvo en territorio chileno nuestro estimado compa, quien desde hace años es colaborador permanente y amigo muy cercano de nuestro grupo, que ha contado con su apoyo en todas las iniciativas que le hemos propuesto, así como con la ONG, “el espacio de los que no tienen espacio en Caracas”, ese ámbito para la disidencia rebelde y la creación alternativa del que Nelson fue creador y ha sido principal promotor por tanto tiempo.]

Nelson Garrido se sienta en el sillón y sus ojos se van rápido a un ejemplar de revista Rebeldías que hay sobre la mesa. Sus ojos se abren y se apresura en decir: “Yo soy anarquista”. Si venía con buena disposición, ahora es aún mayor al enterarse de que la entrevista va para tal tipo de publicación. Ninguna pregunta y comienza a relatar que conocía grupos en Santiago, Valparaíso, Temuco: “Los desalojaron a todo el mundo. Aquí ha habido un movimiento muy fuerte [contra el] movimiento anarquista. Con eso del caso bombas sencillamente aniquilaron el movimiento. Es sistemático te digo, yo vi el proceso (…) Pero esta vez estoy desconectado porque desarmaron toda la estructura”.

Entonces, claro, se explica su contacto con lo que algunos llamarían grupos hípsters. O en sus palabras: “Son como espacios alternativos que se están formando, pero con un nuevo corte, no tan político pero sí con carácter autogestionado”. Nelson Garrido es fotógrafo, tiene 66 años y nació en Venezuela. Cuando no está en Caracas a cargo de su espacio cultural Organización Nelson Garrido, “la ONG” (una burla a dichas instituciones más que un afán autorreferencial), viaja por Venezuela y Latinoamérica danto talleres. “Yo siempre doy ideas libertarias en mis talleres, y uso la fotografía como una excusa para el pensamiento anarquista. Definitivamente”, explica, a la vez que afirma aceptar las invitaciones a charlas y talleres en la medida que lo dejen decir lo que quiera. Lo cual más de una vez ha implicado que las invitaciones sean sin vale otro.

Es activo, eso sí, en salir de las capitales, razón de tenerlo en Copiapó, lugar donde se realiza esta entrevista: “El capitalino cree que todo se lo merece porque él es capitalino. Por eso para mí es importante venir a Copiapó, porque apoyo esa descentralización de la capital en toda Latinoamérica”. Pero, siempre crítico, añade una responsabilidad a las “regiones”: “Las regiones no pueden producir en función de que sean aprobados en Santiago. Las regiones tienen que producir literatura, publicaciones, autogestionadas, como sea, pero que sea en función de la región (…) Para criticar Santiago también hay que criticar a las regiones que no terminan de consolidarse como independientes de la capital”.
De la misma forma, observa la dependencia que hay del arte en Chile en torno a los Fondart, los que hacen que los “artistas” se vuelvan unos “llenadores de carpetas”. “Tú tienes que tener obras con o sin Fondart, entonces es como una cultura dependiente del Ministerio de Cultura”, recalca.

-¿Se limita el mensaje, la producción, cuando se recibe un financiamiento estatal?
«Sí. No puedes generalizar, pero sí, de base, oye si tú estás hablando mal del Estado, el Estado no te tiene por qué financiar para que hables mal del Estado. Yo digo, tú puedes usar esos recursos, sabiendo dónde los vas a utilizar, pero no puedes perder el fin en sí que es el arte, que es para generar críticas hacia el Estado, entonces se transforma en como un arte domesticado. A mí me preocupa el exceso de becas y de financiamiento que domestica el movimiento cultural”.

Otra área que ve domesticada es la educación, de la cual dice: “La información tiene que ser una manera de transmitir un pensamiento libertario, de práctica de libertad. El conocimiento, si no es una parte crítica y lo incorporas a tu vida, es simplemente acumulación de información. Y esa es la gran crisis de toda la educación a nivel mundial. La educación no puede ser para domesticar. La verdadera educación es crear inconformes”.
Dice que en sus talleres siempre mete elementos de inconformidad. A la pasada dice que está a favor de la piratería en todo sentido. Y cita a Jean-Luc Godard: “Lo importante no es de dónde sacas las cosas, sino a dónde las llevas”.
Su forma de enseñar, también dice, se trata de generar continuidad con quienes asisten a sus talleres.
Le gusta volver a trabajar con los mismos grupos después de años y se mantiene en contacto con esas personas y las apoya por correo electrónico comentando de su trabajo, dando referencias bibliográficas, y en lo posible generando intercambios entre los países, recibiéndolas él en la ONG. Ese espacio nació como un lugar para desarrollar talleres de fotografía, pero como la fotografía debe nutrirse de otros contenidos, el espacio terminó volviéndose un centro cultural más amplio.

A propósito de la contingencia política y social en Venezuela, le comentamos que desde afuera a veces uno no sabe qué pensar. Si no le creemos a los medios mainstream, ¿cuál es la verdad? ¿Será tan horrible lo que sucede en Venezuela? Él dice que es incluso peor que lo que se ve en las noticias. La ONG ha debido parar sus talleres para apoyar las manifestaciones, y el desabastecimiento es tal que su paso por Chile también tiene que ver con crear redes solidarias a través de La ONG Santiago en Chile, que se suma a La ONG Buenos Aires en Argentina y La ONG Madrid en España. La ONG está “En Resiliencia” y están juntando fondos porque no hay ni papel para imprimir. Una red de solidaridad internacional que se ha creado a lo largo de todos los años con el apoyo que han brindado a tantas personas. “Las puertas están abiertas para todos aquellos que no han encontrado su lugar, y para esos que están buscando encontrarse con nuevos lenguajes” se lee en el sitio www.laong.org. Y es a los alumnos de la ONG a quienes mandan cuando invitan a la ONG a exposiciones, conversatorios: “Hay que formar a los que vienen nuevos, hay que invertir en las nuevas generaciones. No me invites a mí a viajar, invita a mis alumnos. Así es donde se forma, hay un problema de centralización de conocimiento en un sector” sentencia el hacedor de imágenes, como se autodenomina.

En el caso de Chile ha logrado diversos intercambios con varias fotógrafas y fotógrafos locales, con quienes ha afianzado una relación en los diez años que lleva vinculado con el país en términos profesionales. Destaca entra esas experiencias el trabajo “Aiwin” que hizo con comunidades mapuche y el claustro en Valparaíso en 2010. A esta relación se suman dos años que pasó en Chile cuando sus padres fueron exiliados de Venezuela. “Mi papá es militar, era exiliado porque en la época de macartismo cualquier viso de medio progresista era catalogado de comunista, y yo me ligué a los movimientos sociales también en Chile”, relata. De esas experiencias, su relación con el “maestro” Nicanor Parra, su participación en peñas culturales o conocer a la Hormiguita (Delia del Carril) por los años 67, 68.

-Dentro de tu formación se leen maestros, fundaciones. ¿Pasaste por una universidad en algún momento?
«No, yo tuve una mala escolarización porque no creo en las instituciones desde que era chico. Tuve la suerte de ser formado por maestros que me marcaron, mi formación ha sido autodidacta, pero con grandes maestros que he tenido la suerte de conseguírmelos. Desde Francia de muy joven con Carlos Cruz-Diez, que fue mi gran maestro, después César Rengifo en Venezuela (…) Y Nicanor Parra es un pensamiento que te marca. Chile me marcó mucho sobre todo a nivel político”.

¿Y cómo fue la salida de Chile?
“Nosotros nos fuimos antes de que llegara Allende, y yo llegué a Venezuela a tratar de incorporarme a la guerrilla venezolana pero ya tampoco existía. Y te digo, yo milité en la izquierda, pero después llegué, con todos los fracasos, al anarquismo producto justamente de no estar de acuerdo con todas esas organizaciones de izquierda que en ese momento uno cree que pueden ser soluciones, pero luego en el tiempo se da cuenta que son el mismo poder con otra cara”. Más adelante repetirá: “Yo tengo ya 66 años, he estado metido en hartos movimientos políticos que no llegan a nada, donde pues tus dirigentes terminan haciendo pacto con el poder, y están en la izquierda, pero aprovechándose del poder y chupando el poder. ¡Ah, no me calo más esa! Entonces prefiero trabajar como hormiguita, como agitador profesional que soy, y yo solito, en el área que tengo”.

-Hay harta teoría en tu discurso. Muchas de las cosas que dices tienen que ver, por ejemplo, con la teoría del espejo de Lacan, o un planteamiento similar al de Slavoj Zizek en torno a plantear la pregunta más que dar la respuesta. ¿Crees que hay una resistencia dentro del movimiento a anarquista a hablar en términos más elaborados? ¿Es bueno o malo hablar de modo más cuidado estéticamente? ¿Es ya esnob?
“Yo parto de iniciar una fractura ideológica. Esa fractura ideológica hace que yo pueda decir que yo soy anarquista y no pertenezco al movimiento anarquista.
Pero me considero anarquista por no pertenecer al movimiento anarquista. No sigo ningún lineamiento sino veo la anarquía como la anarquía utópica, pienso más en todo el planteamiento de Hakim Bey de la creación de focos de resistencia en todas partes, pero no comparto ciertos lineamientos. En el movimiento anarquista internacional existen unas posiciones que son totalmente incorrectas, por lo menos así es la posición venezolana anarquista, hay sectores que están totalmente cuadrados con el chavismo. Me parece absurdo”.

-Ya entrarías a cuestionar la denominación, o autodenominación.
“Claro, el problema es la autodenominación. Yo creo en el anarquismo utópico, o sea la lucha es contra el poder, cualquier forma de poder, pero así radicalmente. O sea que hay ciertas formas organizativas, siguen siendo instancias con sellos anarquistas, pero con los mismos vicios del estalinismo. Y por eso la cosa del pensamiento. Yo soy un librepensador y tengo derecho justamente a analizar las cosas desde mi punto de vista que es particular”.

-En términos estéticos, ¿materialmente hay un prejuicio a ciertas formas?
“Yo creo que no hay que tener prejuicios, uno usa los referentes en función del discurso que quieras dar. Yo soy un fotógrafo de oficio, creo en el oficio, creo que uno tiene que profundizar en el pensamiento y uno tiene derecho a recurrir a cualquier elemento. O sea, esa cosa chapucera, de que no es radical si no es chapucero, yo no estoy totalmente de acuerdo. Yo creo en la profundidad del pensamiento y no en la superficialidad. Y yo creo que lamentablemente se ha caído en esa cosa superficial de atacar la forma sin ver el fondo de las cosas. Yo creo que en el movimiento anarquista también hay mucha superficialidad, como también lo hay en la derecha”.

-Desde este planteamiento anarquista, de la idea de oposición, ¿qué orden tiene el arte como prioridad en un contexto revolucionario o de revuelta social?
“Yo primero estoy convencido de que el arte no es una cosa de especialistas. El arte se ha transformado en una cosa así como de especialistas y de secta. Para mí todo ser humano es un artista potencialmente. Yo creo que el arte es fundamental dentro del proceso de cambio político y justamente fomentar toda esa parte creativa que todo ser humano tiene, desde cocinar, de trabajar en una fábrica, de hacer arte, todo eso hace parte del arte, es asumir una relación diferente, que no haya relaciones de poder. Evidentemente el arte se ha transformado en un mercado de arte, y tienes una cantidad de códigos, es decodificar eso, y regresar a la esencia del arte que es un hecho chamánico. Inicialmente el arte primitivo estaba como expresión de un colectivo, hasta tenía facultades curativas, cosas chamánicas. Yo creo mucho en eso, en el arte público (…) Y aparte de mi trabajo que ha sido creativo, yo tengo un trabajo de cuarenta años de fotografías antropológicas de toda Venezuela y yo me he nutrido mucho de lo popular, y yo creo que lo popular es un hecho contemporáneo; el problema es justamente que la cosa clasista dice que lo popular está aparte, lo popular tiene que ver con el pasado. No, lo popular es un hecho contemporáneo.
Pero hay que redefinir la función del arte en la sociedad y yo sí creo que cambio tiene que ver con arte. O sea, un cambio de la sociedad de un nuevo tipo tiene que partir de un arte mucho más accesible, popular”.

-¿Pero supongamos que llega un levantamiento popular, Nelson Garrido está tomando fotos, armas, o ambas?
“No, si hay una cosa yo agarro armas antes que todos. O sea, para mí la fotografía es una consecuencia de la vida, mi compromiso político está antes que generar arte. O sea, yo soy un agitador profesional. O sea, toda la forma organizativa de la ONG, la manera que hago arte, es de un agitador. Yo fui formado como agitador, eso sí lo traigo de la militancia política y ante todo está la misión social. Yo jamás subordinaría, no me quedaría haciendo fotos mientras hay un movimiento popular. Me parece más importante el momento popular donde uno es un anónimo. En este momento porque no está planteado, pero ahorita con la confusión tan grande, yo al menos estoy con un escepticismo hacia cualquier forma de organizativa de manera radical. Uy, no, para que a mí me reincorporaran a una lucha política así activa, no sé, no se ha creado todavía. Yo me contento con agitar en las ideas y ser un agitador. Pero ojalá que llegue eso”.

-En el contexto de las marchas feministas en Chile y relacionado con esta preocupación tuya del cuerpo como elemento central dentro de tu obra, la discusión ha estado centrada en las mujeres con las tetas al aire, ¿cuál es tu interpretación de esta crítica que hay desde los hombres, de las mismas mujeres, a estas mujeres que se sacan la ropa?
«En todos los talleres que he estado dando desde que llegué a Chile siempre llegamos al tema del acoso sexual. O sea que es el tema central que está pasando y yo toco el tema del cuerpo, el erotismo, la diversidad sexual, y por supuesto siempre caemos en ese tema. (…) Yo creo que es un problema político, un problema de poder. Hay una instancia de poder que abusa a esa persona, que puede ser del punto de vista familiar, del punto de vista escolar, de un punto de vista laboral, pero una instancia de poder. Estamos luchando contra un poder que genera ese tipo de acciones. Yo creo que a veces se queda en el acoso sexual con la consecuencia, pero hay que ir al origen político que es justamente el abuso de poder. Hay que politizar mucho más la pelea sobre el problema del poder. Con su consecuencia, ¿entiendes? Pero es una cosa que me parece maravillosa que está pasando. Esas marchas son importantes porque es un resurgimiento que la gente esta en la calle luchando por algo, porque después de todos los desastres ideológicos, la gente no está activada y yo sí siento que en torno al problema del acoso sexual se ha generado un movimiento político que es super interesante y más de nuevas formas de responderle al poder”.

-Acá en Chile. ¿O cómo es en Venezuela?
“En Venezuela tenemos un problema político tan grave encima que esencialmente estamos luchando contra el poder que nos está matando. Pero yo vi eso tan fuerte aquí como en Lima, en Argentina, es una cosa que está arrancando a nivel mundial con una potencia grandísima. El gran problema es que, si no hay una perspectiva política, eso queda [sonido pirotécnico] como pasó en España con los desadaptados, que pasó con una cantidad de movimientos, que cuando llegado un cierto nivel de presión social empezaron negociaciones que los líderes pasen a la asamblea, se incorporen…. El movimiento estudiantil, en un momento pasan a ser de los partidos y pasan a agarrar cargos partidarios y ya por supuesto se les acaba el carácter y se separan del movimiento de masas para estar en el movimiento político de Podemos y esas cosas. Por eso en toda América Latina, uno tiene la proyección de qué va a pasar con todo eso. Hasta dónde vamos a llegar políticamente con eso. ¿No va a pasar lo mismo que pasó con el movimiento estudiantil? Ojalá que no. Yo soy muy pesimista lamentablemente. En la forma organizativa creo que parten las cosas con muy buenas intenciones y después el poder de una u otra manera termina con el movimiento. Ya se llame izquierda o derecha”.

-¿No hay una escapatoria a eso?
“Mira, por el momento yo veo que no hay escapatoria. Yo me considero un francotirador tanto política como artísticamente. Yo soy un foquista, creo en la lucha de focos, en crear zonas de inconformidad, donde se creen personas que no estén de acuerdo con lo que está pasando, pero sin instancias de poder. O sea, crear focos. En la forma organizativa no veo ninguna opción en este momento. Y no quiero ser pesimista, pero coño, hay que ser realista”.

– ¿Y en Venezuela, ni siquiera los pueblos originarios?
“En Venezuela hay muy poca presencia por un problema numérico. Pero con el contexto chavista los embaucaron en unas promesas que nunca se cumplieron, que la independencia regional, el derecho a la tierra, y todo eso se disolvió. Es tanto que ahorita el movimiento indígena que hay ha sido hasta atacado por el gobierno. Y lamentablemente atacados hasta por sectores de la guerrilla colombiana que han ejecutado dirigentes indígenas. (…) No tienen fuerza y no tienen la presencia como la tienen los mapuche. El mapuche tiene una presencia real. En Venezuela la matanza de indígenas fue tan grande que nunca hubo etnias tan grandes como la mapuche. Se quedaron como pequeños focos que no tienen suficiente fuerza para plantearse ese tipo de cosas. En la colonización y hasta los años 50 era que ejecutaban zonas indígenas y los mataban los terratenientes. Lo que se han mantenido son los guajiros, que están entre Venezuela y Colombia, que son un movimiento bastante fuerte, pero en su propia cultura. No se plantean… ellos no son mapuche, ellos no son venezolanos, ellos no son colombianos, ellos son guajiros. Pero no está planteado como aquí como en Bolivia en Perú donde hay una presencia indígena mucho más grande (…) Ellos están en una lucha que por lo menos les regresen los territorios, a una ley guajira, que se les aplique una ley
guajira y no una ley del Estado. Y eso lo han logrado. Pero el problema es que eso está mezclado con el narcotráfico, el poder, entiendes, toda esa cosa que lamentablemente la discusión indígena la han manipulado mucho también”.

Por eso Nelson Garrido insiste:

“La única manera contra el poder es crear redes, pero así con focos. Y hay focos en todas partes. Yo sí estoy ilusionado porque en los países que llego siempre llego a esos focos, y fomentar esos focos para que se creen redes de comunicación, hacer algo paralelo al poder. Y sí se puede, yo estoy convencido, eso me tiene bien ilusionado. Porque son personas, no son instituciones. Yo me relaciono con personas, no con instituciones”.

Revista Rebeldías

Tomado de revista Rebeldías # 4, Chile, primavera 2018. Número completo accesible en https://revistarebeldias.files.wordpress.com/2018/11/rebeldicc81as-primavera-2018-1.pdf

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