La noción de anomia y el anarquismo

Anomia significa, etimológicamente, ausencia de ley. Anómico tiene el sentido de «alegal», y no hay que confundirlo con algo «ilegal» (contrario a la ley). Parece ser que la palabra «anomia» (o «anomía», como aparece en algunas ocasiones) se forma por analogía con otras en las que interviene la misma formación originaria del griego: «autonomía» (ley propia), «heteronomía» (ley ajena), «teonomía» (ley divina), «eleuteronomía» (ley de la libertad)…


André Ladande considera dos usos del término «anomia»: uno procedente de Guyau, en su Esbozo de una moral sin obligación ni sanción, según el cual vendría a ser la «ausencia de ley fija» y se distancia del concepto kantiano de autonomía; en otro sentido, procedente de Durkheim (uno de los padres de la sociología moderna, junto a Weber y Marx), sería anomia un estado de «desarreglo» y de falta de coordinación. El mismo Durkheim considera en su obra el «trabajo anómico» como una de las formas de la división de trabajo anormal y el «suicido anómico» resultaría de una falta de organización.


Efectivamente, los dos sentidos filosóficos de la palabra «anomia», originados en Guyau y en Durkheim, parecen contraponerse en gran medida, aunque no deja de haber puntos en común. Guyau le da predominancia a los aspectos positivos de la anomia, la vinculó al pluralismo, a la libertad de elección, al dominio de la razón e incluso a la autonomía individual tal y como él la entendía (alejada de la categoría universal kantiana). Guyau era un indudable heredero del pensamiento de la llustración y creía en un progreso que liberara a los seres humanos de todo dogma y toda tradición. Como puntos coincidentes, Durkheim, al igual que Guyau, realiza una crítica al utilitarismo inglés, a la consideración del ser humano como una abstracción y en su negación de la existencia de principios morales universales. Este autor realizará un giro estrictamente positivo a la sociología, oponiéndose a Comte y a todo intento de convertir la investigación sociológica en una deducción a partir de leyes universales, apostando por el método científico y la búsqueda de leyes que surjan de las expresiones concretas de las relaciones entre los diversos grupos sociales (nunca leyes universales).

Durkheim considera que las personas deben construir su libertad en base al respeto a los demás, a la responsabilidad ciudadana y a la autonomía moral. Da una importancia primordial a la educación para construir una sociedad de individuos responsables y asentar una moral respetuosa con derechos y deberes y desprendida definitivamente de toda tradición y de todo vínculo sobrenatural. Para Durkheim, la anomia es un estado transitorio de inmadurez y falta de concreción de leyes sustentadas en la solidaridad, en la moralidad y en el civismo. La meta será la superación de la anomia con el fin de ser responsable y definitivamente libre. Al parecer, no es este autor tan entusiasta acerca de lo benéfico del pluralismo, como lo es Guyau (y el anarquismo), pero su visión parece estrictamente científica, ya de por sí cuestionable, y tampoco puede considerarse definitivamente distanciada de la libertaria.

Queda claro que el anarquismo no es, ni ha sido, ningún tipo de anomia (en el sentido más amplio del término). El anarquismo tiene sus reglas, su moralidad, y lo que propicia es la autonomia social e individual (con la complejidad que tiene dar un sentido definitivo a dicho concepto, estrechamente vinculado a una libertad responsable y solidaria). El deseo de los libertarios o anarquistas ha sido siempre, muy al contrario de cualquier deseo de erradicar toda norma, asentar una correcta práctica social, unos «buenos hábitos». Aunque no nos gusten demasiado las frases lapidarias, la conocida frase «la anarquía es la más alta expresión del orden (creo que de Reclus) lo dice todo en la cuestión del deseo de establecer una sociedad justa basada en normas propias (nunca, en el sentido «jurídico» de leyes que manen del Estado, hablamos en tal caso de «heteronomía»). La anarquía, tal como la propicia el anarquismo, supone la institucionalización (con toda la flexibilidad y crítica que se quiera) de normas libertarias en la sociedad, la concreción de justicia, libertad e igualdad en la práctica social mediante esas instituciones libertarias (en las cuáles existirá una radicalización del federalismo, con autonomía de grupos e individuos). Anarquismo no es sinónimo de «ausencia de normas», como no lo es de una organización ni de una estructura social (es más, puede entenderse como una profundización o potenciación de «lo social»). El paradigma estatal supone que se vean las normas sociales como imposiciones, y no como formas de relacionarnos con los demás profundizando en la libertad y en la moral. Es tal vez un problema de terminología, si ley (jurídica) es sinónimo de imposición (Estado) y obediencia (jerarquía), la norma tal y como la podemos entender en una sociedad libertaria está estrechamente vinculada a la interacción con los demás, a la práctica social, y a una justicia y a un derecho que solo cobran auténtico sentido en dicha praxis.

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