La teoría queer y el anarquismo

Con este artículo, repasamos someramente lo que ha supuesto en los últimos 30 años la teoría queer, con su permanente crítica de la construcción de una identidad sexual ajustada a lo que se considera normalidad social, ya que considera que en ella intervienen factores muy complejos a tener en en cuenta, y su innegable vínculo con un anarquismo siempre propiciador de que las minorías posean sus propios mecanismos de expresión.

El término queer viene a significar en inglés «raro» o «extraño», pero que también se utiliza para referirse de modo despectivo a alguien diferente («maricón» si se refiere a alguien gay, pero puede usarse para alguien simplemente con una conducta que se considera fuera de lo normal). La teoría queer, que tiene mucho que ver con la posmodernidad, considera que las identidades sexuales son en realidad construcciones sociales, por lo que no puede hablarse de que se encuentren instaladas en la naturaleza humana; se rechazan entonces las categorías universales e inamovibles (hombre, mujer, heterosexual, homosexual, transexual…), ya que parten de considerar lo heterosexual como lo aceptable y todo lo demás como anómalo. Por lo tanto, la teoría queer parte de cuestionar una sexualidad dominante que observa la realidad en términos duales enfrentados (hombre/mujer, heterosexual/homosexual…), propiciando mecanismos reguladores de lo que considera normal (lo heteronormativo) e ignorando la complejidad de los factores que intervienen en la construcción de la identidad sexual, donde lo político es también importante. En cualquier caso, la teoría queer recoge diversas interpretaciones de una sexualidad que observa como diversa, por lo que es importante comprender su complejidad; se trata, tanto de una crítica radical de la cultura imperante, como de todo un movimiento social reivindicativo y emancipatorio, que se inicia en la década de los 80 del siglo XX. Hay así una doble vertiente: la teórica y la activista. Es importante que se comprenda la teoría queer como rabiosamente posmoderna, ya que realiza una permanente crítica a todo lo quiere entenderse como natural e inamovible.

Como hemos dicho, el término queer tiene en el lenguaje un uso peyorativo, estigmatizador y excluyente; el componente social tenía una gran importancia, ya que las personas que no se ajustaban a los cánones de la burguesía eran los más perjudicados e incluso aquellos homosexuales que adquirían cierto estatus se convertían en parte del engranaje del sistema para discriminar a otros (lesbianas, transexuales, negros…). Es más, hay quien considera que la teoría queer nace precisamente contra esa especie de «identidad gay» cada vez más extendida, que buscaba la respetabilidad y la normalización con valores obviamente conservadores como es la institución del matrimonio. Así, puede considerarse que el movimiento queer nace como respuesta a una doble exclusión: la que llevó a cabo la predominante en la sociedad, la normalizadora de lo heterosexual, pero también la que practicó una llamada «identidad gay», que igualmente se estaba imponiendo, contra aquellos movimientos radicales y antisistema que ponían en peligro su propia integración y legitimación dentro de la sociedad.

De esta manera, el concepto queer se despojó de toda connotación despectiva y adquirió su propio discurso reivindicativo propiciador de la diversidad. Como no podía ser de otra manera, encontramos a un anarquista como uno de los responsables de que el término queer adquiera unos tintes subversivos y reivindicativos dando la vuelta al significado tradicional de ‘raro’, ‘extraño’ o ‘sospechoso’; se trata de Paul Goodman y su obra de 1969 The Politics of Being Queer. El movimiento queer tiene mucho que ver con el anarquismo, siempre preocupado por el reconocimiento de las minorías, excluidos a nivel económico y social, pero también con dificultad para dotarse de sus propios mecanismos de identidad con el fin de expresarse activamente. Al igual que en las ideas anarquistas, en las teoría queer se propicia permanentemente la crítica, no se da nada por sentado ni se pretenden verdades definitivas; la identidad no es algo dado para siempre, algo estático, sino que se encuentra en constante movimiento. Recapitulando, la teoría queer considera que las categorías sexuales no son estables ni pueden unificarse fácilmente, que la identidad sexual puede encontrarse en permanente cambio, ya que depende de circunstancias sociales muy concretas (se encuentra, por así decirlo, en constante construcción), y que los criterios para establecer las categorías sexuales deben ser cuestionados y refutados.

El vínculo entre lo queer y lo ácrata es obvio, ya que comparten presupuestos importantes como es la posibilidad de vivir sin una autoridad inmutable y sin relaciones de dominación. Si hay quien ha considerado que la reflexión queer ha puesto excesivo énfasis en la identidad personal y en el individualismo, ignorando algunas injusticias sociales, tal reproche no puede hacérsele al anarquismo cuyo objetivo es siempre la emancipación colectiva, aunque teniendo en cuenta siempre la libertad individual (pero no es simplemente «una forma radical de individualismo», tal y como sostienen algunos de sus críticos, algo que demuestra una notable ignorancia). El anarquismo, precisamente, trata de tener en cuenta todas las formas de discriminación, por lo que puede aportar a la teoría queer una ampliación de los que se consideran excluidos sociales y una notable comprensión de lo que son las injusticias sociales de diverso tipo. Aunque no somos amigos de colocar prefijos y epítetos al anarquismo, sí hay que aceptar que la teoría queer tiene mucho que ver con el llamado posanarquismo. Los problemas que pueden surgir con la teoría queer, que recordemos nace asumiendo los presupuestos de la modernidad, son los propios de quien establece una separación radical entre anarquismo clásico y posanarquismo. Entre esas premisas ya inaceptables para la posmodernidad se encuentra la imposibilidad de establecer categorías universales, entre las que se encontraría también una teoría ética, algo precisamente objeto de crítica contra lo queer por parte de algunos autores. Aceptando esta permanente crítica a establecer un modo de comportarse universal, válido para todos los seres humanos del planeta, sí hay que conocer y validar el rico corpus anarquista para establecer relaciones sociales solidarias y cooperativas; tal vez, pueda verse como paradigmas locales con aspiraciones de ser universales, sin que intervenga mecanismo autoritario alguno. Eso es, también, anarquismo.

Capi Vidal

Fuentes:

Ética márica, de Paco Vidarte (Editorial Egales, Madrid 2007).

«Una aproximación a la teoría queer: el debate sobre la libertad y la ciudadanía», de Ángela Sierra Gonzále.

«Teoría queer. Posibilidades y límites», de Alfonso Henriquez R.

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