Como a día de hoy, todavía, es posible escuchar de boca de algunos anarquistas que están en contra de la propiedad privada, esta aseveración me suscita no pocas preguntas y reflexiones. Uno es así de terco. Hay quien afirma que el anarquismo moderno nació como una corriente socialista, que a diferencia de otras no consideraba la libertad como algo dispensable y que proponía la colectivización de los medios de producción para participación y disfrute de todas y todos. Niego la mayor, uno considera desde su alabada ingenuidad que las ideas anarquistas (mejor en plural) son también herederas del liberalismo. Se me ocurrió, recientemente en cierto evento libertario, recordar aquella declaración del bueno de Rudolf Rocker, cuando sostuvo que se trataba el anarquismo de la síntesis de las dos grandes corrientes de la modernidad, socialismo y liberalismo, y observé con estupor cómo se torcieron varios morros entre aquel granado público. Recordemos, está muy bien indagar en la historia y aprender un poquito de ella sin ese detestable dogmatismo anclado en el pasado, algunas de las propuestas ácratas sobre el trabajo y la propiedad. Así, una de ellas es la que recibió el nombre de colectivismo, según la cual el productor debía tener todo el derecho a la propiedad de los bienes de consumo, ya que los mismos serían un garante de la libertad individual. Una vez escuché hablar de un anarquista de primera generación, no recuerdo el nombre, que ante el enfrentamiento con los marxistas, afirmó que esa gente, con sus prácticas autoritarias, iban a conseguir que las personas odiaran el término comunismo.
Efectivamente, creo que fue otro presagio ácrata que acabó cumpliéndose, al menos en gran parte del imaginario colectivo, y yo mismo he quedado bastante impregnado de ello hasta el punto de que hay quien me considera anticomunista (apelativo que no me gusta nada, por tener connotaciones reaccionarias en este inefable país llamado Reino de España). Aunque, he de decir que tengo cierta aversión similar con el vocablo colectivismo, provocador también de cierto estado de ánimo que agrede un poco mi inequívoca condición ácrata, algo nihilista y algo individualista. Tranquilidad, dejo ya de mirarme el ombligo. Para el caso que nos ocupa, recuerdo que también se produjo la propuesta de un comunismo libertario, que bien es cierto, diseñaba un horizonte algo utópico. Según el mismo, la deseada revolución social, con toda la producción en manos de los trabajadores, conduciría a una abundancia tal, que sería también innecesaria la propiedad privada de los útiles de consumo y todo el mundo podría sencillamente coger lo que necesitase del, digamos, montón. Se ha dicho, algo cuestionable, que ese comunismo libertario, basado en la máxima a cada uno según su necesidad, suponía una evolución del colectivismo anterior, que sostenía a cada uno según su esfuerzo y eso se criticó como una continuación del salario propio del capitalismo. Hay que decir que las colectividades libertarias, durante la guerra civil y social, tenían rasgos más pragmáticos próximos al colectivismo, valga la redundancia. Estos rasgos de las propuestas libertarias, sean colectivistas o comunistas, o incluso mutualistas (un intercambio autogestionario de bienes y productos, que concibe incluso un mercado verdaderamente libre, sin especuladores, ni capitalistas), como no puede ser de otra manera, invitan a seguir haciéndonos preguntas en esta era llamada posmoderna en la que hay que poner en cuestión las grandes ideas totalizantes modernas.
Partamos de que nadie niega que, en gran parte de los casos, como dijo aquel, la propiedad es un robo. En otras palabras, el usufructo indebido que algunos realizan gracias a la explotación del trabajo ajeno. Concebir la propiedad privada, como dijeron los liberales clásicos, como una suerte de derecho natural lleva a no pocos problemas conceptuales y considerarla fundada en algo así como la ocupación, e incluso el trabajo (ya que muchos propietarios sí son productivos, no todos viven del trabajo ajeno), conduce en la práctica a la desposesión de gran parte de la sociedad. Es lo que viene a ser el capitalismo realmente existente, digo yo. Sin embargo, concebir una propiedad exclusivamente colectiva me suscita un horizonte, digamos, totalizante, y creo que forzosamente coactivo, que me chirría y no solo por que no se vislumbre en la actualidad una organización de masas que pueda llevar a la práctica ese ingente empeño. ¿A qué llamamos colectivo? Sí, las ideas libertarias son eminentemente descentralizadoras, federaciones de una suerte de grupos o comunas humanas. Pero, ¿a qué llamamos comunas?, ¿un tipo de grupo humano más o menos independiente que se otorgue sus normas y organice su propio trabajo y concepción de la propiedad? Entonces, la propiedad dentro de ese grupo, aunque posiblemente solidaria en el libre intercambio de bienes y productos con otros, sería también privada. ¿No? Las propuestas anarquistas, unas u otras, deberían tener, efectivamente, unos rasgos comunes innegociables: cooperación, solidaridad y apoyo mutuo. Con todas las dificultades que haya en la práctica para ello, y hay que tener cuenta que las va a haber y de qué manera en todos los ámbitos de la vida, la libre experimentación, también en la organización del trabajo y la propiedad, debería ser un horizonte a tener en cuenta. Libertad de experimentación, siempre con esos valores morales (lo dice un ácrata nihilista) y con la permanente preocupación de no caer en desigualdades excesivas, mucho menos en la indigencia de parte de la sociedad. Nadie dijo que fuera fácil. Para el caso que nos ocupa, y como conclusión previa, yo no creo que debamos expresar que estamos en contra de la propiedad, sea de un tipo de otro. Yo, al menos, estoy muy a favor y espero haberme explicado bien.
Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/04/06/reflexiones-sobre-la-propiedad-con-perdon/