Después de la primera ola de la pandemia COVID-19 y poco antes de morir en septiembre 2020, David Graeber escribió un texto (1) invitándonos urgentemente a no caer otra vez « en una realidad donde todo esto cobra algún sentido inexplicable, como las tonterías que suelen suceder en los sueños », a no dejarnos adormecer por los sermones de los ricos y sus secuaces « de que colectivamente todos carecemos de sentido común para evitar las próximas catástrofes » y a « crear una “economía” que nos permita realmente cuidar a las personas que nos cuidan ».
Desde entonces han pasado ya siete meses, estamos entrando ya en la cuarta ola y, a pesar de ello y de que no se vislumbra aún el fin de la crisis, hemos vuelto « a nuestros trabajos “no esenciales” », lo que para muchos esto es « como el despertar de un sueño ».
Como ya sucedió después de la crisis financiera de 2008 y nos lo recuerda D. G., los medios de comunicación y las clases políticas vuelven a incitarnos a pensar de esta manera. Pero entonces « hubo un breve momento de cuestionamiento: ¿Qué son las «finanzas»? ¿No son solo las deudas de otras personas? ¿Qué es el dinero? ¿No es también solo una deuda? ¿Qué es una deuda? ¿No es solo una promesa? ». Y en base a ese cuestionamiento fuimos capaces de pensar que, « si el dinero y la deuda son simplemente una colección de promesas que nos hacemos unos a otros, ¿por qué no podríamos hacernos promesas diferentes y más fáciles? ».
Es verdad que ese momento fue breve, que « la ventana fue cerrada casi instantáneamente por aquellos que insistieron en que nos calláramos, que dejáramos de pensar y volviéramos al trabajo, o al menos empezáramos por buscar uno », y que esa vez, « la mayoría de nosotros nos enamoramos ».
Es pues por ello que « esta vez es fundamental que no lo hagamos ». No olvidar que, en realidad, esta crisis es « efectivamente el despertar de un sueño: un trabajo abrumador, mal pagado y humillado a diario, mientras una gran proporción de la población no hace más que inventar fantasías, cobrar rentas y en general estorbar a quienes están haciendo, arreglando, moviendo y transportando cosas para satisfacer las necesidades de otros seres vivos ». No considerar « como algo totalmente normal que, cuanto más directamente el trabajo de una persona beneficia a otros, es menos probable que se les pague, o que los mercados financieros son la mejor manera de orientar las inversiones a largo plazo, incluso cuando nos están llevando a destruir la mayor parte de la vida en la Tierra ». Y, sobre todo, recordar, después de que se declaré terminada la emergencia actual, realmente lo que hemos aprendido: « que si «la economía» significa algo, es la manera de proporcionarnos lo que necesitamos para estar vivos (en todos los sentidos). Que lo que llamamos «mercado» es en gran medida una forma de catalogar los deseos reunidos de los ricos, la mayoría de los cuales son al menos un poco patológicos, pues los más poderosos ya estaban terminando proyectos de búnkeres para escapar si continuamos ». Además de ser « la mayor parte del trabajo que hacemos hoy el trabajo soñado », que « existe solo por sí mismo o para hacer que los ricos se sientan bien consigo mismos o que los pobres se sientan mal consigo mismos ».
¿Cómo ignorarlo esta vez ? No solo por las nefastas consecuencias de haberlo ignorado sino también para preguntarnos « ¿Y si simplemente nos paramos? » Pues hacerlo « nos permitiría hacernos varias promesas razonables, por ejemplo: crear una “economía” que nos permita realmente cuidar a las personas que nos cuidan ».
En otras palabras: ¿ y si para hacer esto posible decidimos no ser cómplices de un sistema que no lo permite por privilegiar lo no esencial: el dinero (2) y todo lo superfluo que éste sí permite y promueve ?
Octavio Alberola
(1) https://jacobinmag.com/2021/03/david-graeber-posthumous-essay-pandemic
(2) https://youtu.be/0rOOVJ_GLcg