Hoy he estado revisando el correo, cartas llenas de elogios, que si soy el gran ideólogo lleno de frescura, que si ha puesto un póster mío donde estaba el crucifijo de su madre, que si muero quieren mis cenizas… Vale. Esta carta dice aquí, que la gente no está receptiva a nuestro mensaje, y lo atribuye a que es muy difícil para los humanos creer que se puede vivir sin autoridad.
A ver. Eso es una tontería. ¿Que el anarquismo no llega porque es un ideal que a la gente le parece un disparate? A la vista está que las personas creen en barbaridades. Hay quien se cree que si se revienta en medio de un autobús lleno de turistas americanos, irá de inmediato a una rave permanente, donde estará todo el día follando lo que aquí no ha podido ser. Hay quien piensa que su patria es la hostia en verso, que cuando sea liberada del yugo extranjero sentirá una alegría y una paz infinitas, y se dedica a coger firmas o a poner bombas por ello. Hay personas que piensan que su cónyuge es lo mejor que le ha podido pasar, y que si lo intenta muy fuerte, dándole mucho amor, dejará de pegarle… La gente, por millones, es capaz de creerse cosas muy raras. Pensar como anarquistas que podemos vivir sin mando ni obediencia, no es lo más raro que existe.
Entonces, ¿qué nos impide llegar con las ideas? Busquemos en nosotros mismos. Hablemos de la ineficacia. Lo primero que tiene que tener un anarquista, es criterio para saber a qué hay que dedicar el dinero. No te gastes pasta en libros, en carteles, en panfletos o en grupúsculos propagandísticos. Con internet actualmente es todo ese rollo mucho más barato. Gástate el dinero que ahorres en asesores, abogados y logística. Porque cuando te metas en una huelga, en una ocupación de viviendas, de fábricas o de tierras, vas a necesitar fondos para sostenerla, abogados para redactar los recursos, economistas para llevar las cuentas, pelas para apoyar a los damnificados… La oficina zumbando de actividad. ¿Que eso por qué? Pues por táctica: hay que concentrar las fuerzas en casos concretos, y machacarlos para ganar. En empresas en las que se negocia el convenio, reventar la reforma laboral, plantear conflictos para ganarlos a la ofensiva. En pisos abandonados, meter allí a las familias de desheredados y que no nos arranquen ni con alicates… Y cuando aparezca algo gordo y grande, no dejar pasar la oportunidad, y echarle encima al asunto todo lo que tengamos. Ganando así, visibilidad y terreno, experiencia y sabiduría, honor y calidad.
Y ese es el simple secreto de la victoria. Haciendo eso aparecerán medios de comunicación propios, bibliotecas acumulando nuestros libros, programas educativos hablando de Malatesta, y kamikazes dispuestos a inmolarse por la llegada del mundo nuevo. Si lo haces al revés, primero los libros y luego los conflictos, cuando te metas en un problema, sin experiencia ni recursos, Dios y el Estado, tienes mi palabra, no te sacará del lío.