Como libertarios, cuando observamos las prácticas políticas de los «otros» debemos poner mucha atención y no comportarnos como etnocentristas y pensar que nuestra visión de sociedad libertaria es única y exportable a todo el mundo. También en esto, para afinar nuestra mirada sobre la alteridad cultural, la antropología nos ayuda con su aproximación relativista.
Pero, ¿qué es el relativismo? Es una teoría formulada a partir del particularismo cultural de Franz Boas y del antropólogo estadounidense Melville Jean Herskovits, según los cuales, considerado el carácter universal de la cultura y la especificidad de cualquier ámbito cultural, cada sociedad es única y diferente de las demás, mientras que las costumbres tienen siempre una justificación en su contexto específico.
Las necesidades humanas universales pueden satisfacerse con medios cultural y políticamente diversos. Sobre esto no albergamos dudas. Por ello, la idea de que los elementos de una cultura deben comprenderse y analizarse a partir del contexto en que actúa la cultura específica lleva a la conclusión de que no se puede considerar una cultura superior o inferior con respecto a las demás. Incluso en esto no debemos tener dudas en cuanto a libertarios que somos.
Ha sido el antropólogo Melville Herskovits quien ha afirmado, en la estela de los fundamentos precedentes expresados por Franz Boas, que la especificidad de cualquier ámbito cultural no consiente análisis de carácter general sobre la confrontación de culturas.
Esta visión del mundo cultural de los «otros» se pone en crisis y, más que certezas, hace surgir dudas; pero eso no debe espantarnos. Lo importante es convertir estas dudas en la posibilidad de nuevas respuestas, en la creación de cuerpos políticos híbridos e inéditos.
Para los antropólogos, el concepto de relativismo cultural se convierte en imprescindible gracias a la actividad divulgativa de una alumna de Boas, Margaret Mead, cuya obra más célebre (La adolescente en una sociedad primitiva) puede considerarse paradigma de la utilización de argumentaciones de carácter relativista como instrumento de crítica de la sociedad occidental. El texto es fruto de una investigación en las islas Samoa, donde la autora sostenía que las dificultades personales encontradas entre las adolescentes occidentales no son universales ni necesarias, sino contingentes y generadas prevalentemente por las constricciones y las imposiciones de los elementos más tradicionalistas y moralistas que impone la cultura occidental. Las adolescentes samoanas, por el contrario, son dejadas en libertad de elegir en la madurez física, identitaria, sexual, social, sin excesivos condicionamientos, y no sufren las crisis ni las dificultades encontradas en las occidentales. Este es un caso particular, pero paradigmático para comprender el concepto relativista.
El empeño de la antropología, sobre todo en el periodo que va desde sus comienzos hasta la Segunda Guerra Mundial, produce como consecuencia la superación de la antítesis tradicional entre la superioridad de la cultura europea y la inferioridad de los demás pueblos. Estoy convencido de que el pensamiento libertario debe abandonar completamente una concepción etnocéntrica: no se puede pensar de manera única, justa y exportable sin preámbulos al resto del planeta, debemos comprender la importancia de una mirada relativista. El relativismo cultural es una respuesta al etnocentrismo y niega la existencia de una unidad de medida universal para la comprensión de los valores culturales y políticos, ya que toda cultura es portadora de valores y normas que no tienen validez fuera de la cultura misma.
La irrupción del relativismo cultural ha facilitado una comprensión más profunda de las culturas diferentes de la occidental. Pero, ¡atención!, lo que propongo es un método para comprender al otro, no una suspensión total del juicio y de la postura política del individuo. Por ello es muy importante hacer una distinción entre relativismo cultural y relativismo ético; el primero es el que propongo para comprender mejor la cultura y la política de los «otros».
El relativismo cultural (metodológico) es distinto del relativismo ético: mientras el primero constituye una aproximación metodológica, y por ello indica cuál debe ser la metodología correcta para analizar los fenómenos culturales, el segundo se refiere a una actitud de suspensión del juicio ético y moral con respecto a usos, políticas y costumbres presentes en las diversas culturas. Para el relativismo ético, vale el principio de equivalencia de toda prescripción moral; si de hecho no existe una verdad absoluta de referencia sobre la que poder distinguir el bien del mal, entonces todo es lícito, afirmación que pretende colocarse a su vez como norma absoluta, a despecho del presunto carácter «no prescriptivo» del relativismo. No es todo relativo, al contrario; pero para comprender a «los otros» debemos relativizar nuestra mirada.
Andrea Staid
Publicado en Tierra y libertad núm.351 (octubre/noviembre de 2017)