Frente a la realidad de las «revoluciones socialistas» convertidas en vulgares Estados capitalistas, lo sorprendente es la extraordinaria fidelidad de la «Izquierda marxista» mundial a esos ensueños, pese a que todos ellos hayan acabado en el mismo fracaso revolucionario. Una extraordinaria pero también extraña e irracional fidelidad, pues ella se mantiene a pesar de las múltiples decepciones producidas a lo largo del último siglo y de las que se están produciendo en lo que va ya del siglo XXI allí donde se pretende liberar a los pueblos por la fuerza y no por ellos mismos.
Claro que en el seno de esta Izquierda hay marxistas lúcidos y honestos que denuncian -como lo hacemos los anarquistas- estas traiciones a las luchas emancipadoras. Marxistas que también se esfuerzan por comprender las causas que produjeron tales fiascos revolucionarios. Pero, desgraciadamente, son aún muchos los que en el mundo siguen creyendo en tales ensueños y en mantener una fidelidad ciega en las experiencias populistas, particularmente en las que están en curso en América Latina, por proclamarse éstas «socialistas», aunque ahora, ante la evidencia del fracaso del «socialismo» de Estado en Rusia y China, es el «socialismo del siglo XXI», inventado por el comandante Chávez, la referencia.
Que haya masas oprimidas que se dejen embaucar por nuevos Mesías es comprensible, pues no sólo se las ha educado en la obediencia sino que se les ha ocultado la historia, precisamente para que no reflexionen y no puedan ver cómo acabaron las esperanzas de aquellas que se dejaron embaucar por Mesías que también pretendían liberarlas y emanciparlas.
La credulidad de las masas explotadas y oprimidas en los discursos emancipadores demagógicos y su irracional pasión por los caudillos es bien conocida. No sólo en Iberoamérica sino en el mundo. Por ello no es de sorprender que se dejen embaucar y manipular tan fácilmente. Ya sea por no haber vivido las experiencias populistas y carecer de memoria histórica, o porque la demagogia revolucionaria no es puesta todavía en evidencia por la realidad social o política de esas experiencias. Lo sorprendente es la facilidad con la que las «vanguardias» izquierdistas «olvidan» las enseñanzas históricas para acomodar su credulidad a la retórica revolucionaria de cualquier populismo que se reclame de izquierda. Inclusive ante retóricas o experiencias populistas a todas luces demagógicas. Una credulidad real o simulada, comprensible en las «vanguardias» izquierdistas europeas, puesto que para ellas es necesario poder explotar símbolos o mitos revolucionarios lejanos para justificar sus discursos «radicales» que no se corresponden con sus prácticas reformistas o simplemente diletantes…
Lo «curioso» es que esta credulidad se produzca también en algún que otro grupo e individualidad que se reclama del anarquismo o del anarcosindicalismo. Curiosa por no decir sospechosa, puesto que, además de ser paradójica (¿cómo un anarquista o un anarcosindicalista puede sentir simpatía por jefes de Estado?), esta «credulidad» se vuelve, en algunos casos, en ataques calumniosos contra los anarquistas o anarcosindicalistas que denuncian esos falsos procesos revolucionarios…
El cuento del «apoyo crítico»
Como en el pasado, cuando surgieron las revoluciones que se pretendían socialistas en Rusia y China, también ahora hay anarquistas (o que se lo dicen o creen serlo) deslumbrados por los resplandores propagandísticos provenientes de esas nuevas luchas políticas por la conquista del Poder. Luchas que también pretenden ser -como aquellas- movimientos populares por el socialismo. Y también, como entonces, ese deslumbramiento se traduce por un apoyo (por lo menos verbal) calificado de «apoyo crítico» a esos movimientos…
Un «apoyo crítico» justificado por los «avances sociales» que tales movimientos pretenden haber producido o estar produciendo, y que, en algunos casos, llegan inclusive a calificar de «prometedoras experiencias autogestionarias» y hasta de «libertarias»…
Un apoyo que no llega a ser francamente total porque, a pesar del deslumbramiento por los espejismos emancipadores, el ejercicio del Poder sigue siendo en todos esos movimientos centralista y caudillista. De ahí que estos «anarquistas» se vean obligados a hacer malabarismos dialécticos para justificar su apoyo -desde posiciones supuestamente anarquistas- a movimientos y procesos, esencialmente autoritarios, que sólo buscan crear un nuevo ordenamiento social en beneficio de la clase o la burocracia dirigente. Pero sin que esos malabarismos dialécticos les impidan descalificar a cuantos manifiestan dudas sobre la buena fe, revolucionaria y socialista, de esa nueva clase burocrático/dirigente. Sobre todo si las dudas se manifiestan públicamente y se pone en evidencia la realidad de ese «socialismo» transformado en paradigma del capitalismo de Estado; pues, entonces, las descalificaciones se vuelven calumnias y se califica el anarquismo, de los que no comparten su adoración por esos jefes de Estado, de «utópico», además de calificar de «puristas», «dogmáticos» y «sectarios» a cuantos afirman y recuerdan la incompatibilidad del anarquismo con cualquier forma de autoridad, y más aún cuando la autoridad es la del Estado.
Al servicio del «socialismo» autoritario
Lo más sorprendente es que estas «conversiones» ideológicas tan contradictorias se produzcan en estos tiempos de derrumbe del «socialismo real». Ese que imperó en todos los países en donde se pretendió haber enterrado definitivamente al capitalismo a través del capitalismo de Estado.
¿Cómo es posible que estos «conversos» crean en la posibilidad de llegar al socialismo autogestionario y libertario a través del autoritarismo y del Estado, cuando hasta los marxistas se han visto obligados, tras el derrumbe de la Unión Soviética y la instauración del «capitalismo socialista» en la China de Mao, a hacer autocrítica y reconocer que el socialismo sin libertad no es, no puede ser socialismo?
Sí, ¿cómo es posible descalificar, desde posiciones que se pretenden antiautoritarias y libertarias, las denuncias que desde los movimientos sociales de base se hacen al burocratismo y corrupción imperantes en Venezuela, Bolivia, Ecuador, etc.? Sí, ¿cómo negar que la nueva clase oligárquica se ha apropiado -para su exclusivo beneficio- las protestas sociales que permitieron tales cambios políticos en esos países, sin que se hayan traducido en verdaderos cambios sociales para el pueblo?
Esas actitudes se comprenderían si la realidad fuera otra, si en esos países no se hubiese instalado -con la excusa del antiimperialismo yanqui- el bonapartismo «revolucionario» para incrementar aún más su dependencia de las transnacionales del Capital global y aplicar las mismas políticas productivistas y extractivistas que antes la Izquierda denunciaba por ser destructoras del medio natural, social y cultural.
Sí, se comprenderían tales posiciones, si ese bonapartismo no criminalizara -como en los Estados capitalistas- toda forma de protesta social y laboral, si no persiguiera a las comunidades indígenas o campesinas que se oponen a la transformación de sus tierras en campos petrolíferos o en explotaciones mineras… Comunidades que no sólo luchan para preservar su entorno natural sino también por rechazar el modelo de explotación y dominación al que quieren integrarles (por las buenas o por las malas) los gestores nacionales e internacionales de los intereses del Capital global.
Curioso y extraño pues que, cuando las «crisis» del capitalismo y del «socialismo» autoritario han demostrado lo que la humanidad puede esperar de tales paradigmas y la justeza de la crítica anarquista de todas las formas del Poder, haya «anarquistas» defendiéndolos… Pues, que lo quieran o no, los dos paradigmas tienen en común, como ideal y praxis, la explotación y la dominación, como también la misma concepción del «progreso» basado en la ideología del consumo sin límites y de la depredación de la naturaleza.
Sí, curiosa y extraña la actitud de estos «anarquistas» que tratan de desacreditar a cuantos alertan -por ser consecuentes con el ideal manumisor ácrata y ser conscientes de lo que está en juego hoy para la humanidad- sobre lo que hay detrás del populismo que se pretende de izquierda. Y más después de lo que este populismo ha demostrado ser a lo largo de la historia y de lo que es en estos mismos momentos, cuando son muchos los marxistas que coinciden con los anarquistas en denunciar este falso «socialismo» populista, por ser conscientes de los daños causados a la lucha por la emancipación de los pueblos, por los ensueños de la revolución a través del Poder y las fidelidades ciegas.
Sí, extraña esta actitud; pero también muy significativa… Pues es obvio que no dedicarían el tiempo y las energías que los defensores del Estado y el Capital están dedicando a combatirnos si nuestras denuncias y campañas no fueran justas y no correspondieran al sentir de los pueblos que no quieren ser nuevamente traicionados.
Octavio Alberola
Fragmento del texto más amplio, del mismo título y autor, que en versión completa ha sido editado como folleto y es accesible en http://starm1919.blogspot.com.es/2016/08/la-revolucion-cubana-y-la-ensonacion.html.