Tengo un amigo, que aboga por algo que él llama Unión de Repúblicas Ibéricas; creo que no, no le añade lo de Socialistas, pero por ahí van los tiros. Incluso, sostiene sin rubor que los anarquistas en el pasado, o al menos algunos de ellos, estaban también en esa línea. No puedo evitar que una mueca escéptica se dibuje en mi rostro ante semejante afirmación, pero bueno, al fin y al cabo los ácratas llamaron a su organización específica Federación Anarquista Ibérica. Es posible que pudiera haber una línea de entendimiento con los libertarios si estuviéramos hablando de un verdadero sistema federal, con autonomía de cada grupo, plena solidaridad entre ellos, profundización en la democracia y una economía autogestionada. No, nada de eso se produjo en la llamada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, a pesar de tener una estructura federal de boquilla, la población era presa de un feroz centralismo. Pero, vayamos con nuestros hermanos portugueses, a los que habría que preguntar si quieren formar parte de una estructura social y política junto a este inefable país (llamado, hasta nueva orden, Reino de España). Acaban de celebrarse unas elecciones en el país vecino, donde, para horror de la progresía, ha ganado la derecha y ha subido, notablemente, la extrema derecha.
El caso es que no hace tantos años, el Estado de Portugal abría la puerta a la esperanza con un pacto gubernamental formado por los socialistas, un bloque de izquierdas (que se define también como socialista, pero supuestamente algo más radical que los anteriores) e incluso el partido comunista. Era quizás la mayor coalición gubernamental de progreso, inédita entre los portugueses, conocida hasta entonces, ya que todavía quedaban unos años para que se formara otra de increíbles proporciones en el país vecino (llamado España, que parece que me cuesta escribirlo). Si notáis un tono sarcástico en mis palabras, estáis en la línea correcta. Por lo visto, era también la primera vez que en unas elecciones en Portugal que no gobernaba la lista más votada. Alguien de derechas bautizó a la coalición de gobierno como geringonça, que no sé si significaba exactamente lo que en castellano llamamos jerigonza, pero que es algo peyorativo seguro, aunque hay quien recibió con ilusión la ¿nueva? política, supuestamente, a favor de los más humildes y tratando de ampliar derechos. ¿Qué ha ocurrido para que, a día de hoy, estemos de nuevo en la casilla de salida gobernando la derecha? Debe ser algo parecido a lo de este inenarrable país (sí, España), aunque aquí sí se ha mantenido la coalición de progreso en el gobierno (de puro milagro y sumando hasta los votos del tato).
De hecho, la historia reciente de los dos países que forman Iberia puede decirse que es muy similar: tras décadas de dictaduras, llega una democracia formal y la entrada en la Unión Europea para imponer una serie de políticas que empujan a convertir ambas economías en, al menos en su mayor parte, meros servicios con un mercado laboral, entre patético y deleznable. Todo atado y bien atado. De verdad que, aunque no lo parezca, me gustaría decir lo contrario, a pesar de ser un terco y lúcido ácrata, pero me agota ya analizar el enésimo fracaso de gobiernos «progresistas». La pregunta es «fracaso» en qué sentido, en el de no haber podido renovar los votos del poder o el de no haber podido transformar gran cosa, por no decir nada. Algunos, pertinaces creyentes en la posibilidad de conquistar el Estado para frenar los desmanes capitalistas, sostendrán lo de siempre: se las han ingeniado para apartar a los buenos, los auténticos izquierdistas, que lo seguirán intentando. La realidad es que ningún gobierno, por muy socialista que se presente, ha caminado lo más mínimo a transferir el poder político y económico a la sociedad civil (o, al menos, mantener algún vínculo). Seguiremos insistiendo en que la verdadera lucha y los logros reales, por supuesto, se realizan al margen del Estado.
Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2024/03/11/nuestros-hermanos-portugueses/