UTOPÍA ACRACIA ANARQUISMO

Vivamos las Utopías

Este escrito no pretende ser una reseña expresa del recientísimo libro de Carlos Taibo Anarquía para jóvenes (y para quienes no lo son tanto), Catarata, 2025. Podría hacerla, toda vez que he tenido la oportunidad de leerlo —se lee amigablemente de un tirón al constar de algo más de 120 páginas, con breves y numerosos epígrafes escritos en un estilo eminentemente sintético, pedagógico y divulgativo—. Sin embargo, utilizaré la presentación de dicho libro, a la que asistí, para enlazar con la miniserie de TV Apagón y el concepto o teoría del Colapso, sobre el que este autor ha profundizado y reflexionado en los últimos años. 

En efecto, el pasado 12 de junio de 2025, en la Universidad de Jaén, y en el contexto de la actividad Cafés Distópicos. Debates necesarios para el futuro inminente, que organiza esta Universidad en colaboración con el colectivo Actuando para transformar, estuve en la presentación del mencionado libro de Carlos Taibo, moderada por la periodista Antonia Merino.

Como puede inferirse por el nombre del libro, se pretende acercar, eso sí de forma básica y sucinta, las ideas y prácticas del anarquismo a la juventud y también al resto de la población. En estos tiempos distópicos, en estos malos tiempos para la lírica —como cantaban Golpes Bajos hace ya varias décadas— en los que no dejan de sorprendernos acontecimientos esperpénticos, diarias aberraciones y excentricidades  de índole social, político y ético; en estos tiempos en los que las encuestas oficialistas e intencionadas nos cuentan que la juventud mira a la extrema derecha y al autoritarismo, especialmente los chicos; resulta muy estimulante, apasionante y necesario plantearse de qué manera el anarquismo puede empezar a formar parte del imaginario, de los referentes en los que mirarse esa juventud de hoy y el resto de personas.

El libro consta de tres partes. La primera y más extensa lleva por título Explicar la anarquía en la que a lo largo de más de setenta epígrafes se presentan y exponen a grandes pinceladas, anotaciones básicas sobre muchas de las preguntas, de las históricas señas de identidad, y las respuestas que el anarquismo ha dado y sigue dando a las cuestiones políticas, económicas laborales y sociales de la vida diaria —democracia directa, democracia representativa, el estado, la represión, las elecciones, la acción directa, las colectivizaciones, las mujeres libres, decrecimiento, migraciones, el colapso, antimilitarismo, la inteligencia artificial…—, sin que esto tenga que interpretarse, desde mi punto de vista, como la aportación de un cuerpo doctrinal e identitario ortodoxo y monolítico frente a la admisión y constatación de la pluralidad de los anarquismos: colectivista, comunista, mutualista, primitivista, individualista, prefigurativo, anarcofeminista, anarcosindicalista…).

La mayor parte de la intervención del autor durante la presentación, y en consecuencia lo más relevante del acto, estuvo centrada en la segunda parte del libro Sobre la juventud de nuestros días, dedicada a su intento de comprensión de esta etapa evolutiva. Para ello, en esta segunda parte se argumenta, de manera similar a la primera, con numerosos epígrafes, los grandes interrogantes que hoy afectan o podrían definir a la juventud, con el ánimo de intentar indagar en su personalidad, en mi opinión,  acercamiento que debemos hacer sin maximalismos excluyentes, maniqueísmos ideológicos de izquierda versus derecha, prejuiciosos tópicos y mitos o búsqueda judeo-cristiana de culpabilidades para no asumir ningún tipo de responsabilidades ni ejercer autocrítica alguna —redes sociales, 15M, plan Bolonia, competitividad, meritocracia, la militancia, youtubers e influencers…—.

Finalmente, en una tercera parte del libro se exponen como reflexiones finales Cuatro conclusiones: la identificación de los libros como la mejor herramienta frente a la realidad digital que nos cerca; el espacio social a ocupar por las y los ancianos de quienes debemos aprovechar su experiencia; poner en duda la capacidad e inteligencia del capitalismo (ecofascismo) para que siga siendo la mejor y única solución y constatar la realidad de los actuales Tiempos oscuros capaces de provocar el fin de la especie humana.

Se nos vende que la juventud no participa socialmente, no tiene compromiso con la realidad, no milita políticamente aunque asume la idiosincrasia e imaginería de la extrema derecha. Se nos dice que es una juventud xenófoba, racista y machista también, y sobre todo, es y vive en una permanente orgía hedonista, consumista y acrítica sin más criterio que su individualismo, la obtención de placer inmediato, lejos de cualquier compromiso colectivista o solidario. Una juventud que tiene alterado el funcionamiento de su sistema cognitivo al estar nutrida y educada desde lo digital, las redes sociales, los algoritmos manipuladores y el patetismo de las y los adefesios influencers que la conducen hacia la total desinformación.

Evitando hablar de la juventud como un todo absoluto homogéneo, si nuestros esquemas mentales nos permiten mirar con un foco más amplio, alejándonos de la oficialidad, descubrimos que la juventud es también quien más participó en el voluntariado que asistió en la DANA de Valencia del pasado octubre de 2024, durante muchos días y emitiendo un claro grito, una señal clara de apoyo mutuo, autoorganización y solidaridad. Así mismo, la juventud participa mayoritariamente en las movilizaciones sociales y estudiantiles contra la guerra, el genocidio del pueblo palestino, la venta de armas a Israel y contra el rearme militarista al que nos ha avocado el trumpismo y la OTAN. La juventud es quien protagonizó el 15M de forma espontánea, el movimiento por una vivienda digna y la lucha contra los desahucios, la lucha feminista o el movimiento del orgullo LGTBIQ+, el movimiento ecologísta, los movimientos sociales diseminados por toda la geografía, el movimiento pro ruralización de las ciudades actualmente inhabitables o el regreso a la vida rural.

Es la juventud de hoy quien percibe, posiblemente por primera vez en varias generaciones, su futuro en claro retroceso con respecto a la vida de sus padres. Una juventud que intenta ubicarse en ese mundo que está heredando de degradación de los derechos sociales y laborales, de competitividad extrema, de neoliberalismo feroz y fundamentalmente de un deterioro irreversible en la relación que mantenemos con la vida en el planeta, en un contexto de cambio climático, escasez de recursos y una crisis medioambiental como nunca antes se había vivido como especie.

La generación actual vive y vivirá peor que la de sus padres, entre otras cosas, por el modelo económico del capitalismo de última generación, negacionista, supremacista y crecentista ilimitado capaz de optar por la degeneración absoluta de las relaciones laborales y humanas como consecuencia de obviar la depredación a la que está sometiendo a los recursos medioambientales, lo que sin duda nos conducirá, más temprano que tarde, a un colapso generalizado.

En esa situación de colapso, las viejas recetas neoliberales ya no les servirán, se les quedarán insuficientes, porque el ecofascismo que planifican, como rostro final del capitalismo, usará el poder y la fuerza sin ningún tipo de contemplaciones para gestionar de manera arbitraria y sectaria los escasos recursos medioambientales que perduren. ¿Qué papel futuro nos espera a la mayoría de la población?

A la juventud a la que acusamos de estar desmovilizada, de carecer de conciencia social o política, no podemos darles lecciones quienes como adultos tan solo tenemos un acercamiento vago, impreciso, accesorio e irrelevante sobre el desastre y degradación medioambiental que sufrimos y al que tan solo somos capaces de imaginar y dar respuestas continuistas como el capitalismo verde o las campañas de reciclaje pero en absoluto planteamos un cambio de modelo social, económico, medioambiental; quienes como adultos hemos ido haciendo dejación en la transmisión, con suficiente convicción, de la conciencia de clase y el sentido crítico, del valor de la educación, la solidaridad, el reparto; quienes como adultos hemos asistido impávidos al encarecimiento de la vivienda, a la pérdida de derechos sindicales, sociales y laborales, aceptando que la juventud quede sumida en la precariedad laboral más absoluta que les impone no alcanzar la madurez suficiente para pensar en independizarse de la familia y constituir la suya propia en sus múltiples formas, lo que además se traduce en problemas galopantes de salud mental; quienes como adultos hemos contribuido con nuestra desmovilización a la apatía actual; quienes seguimos insertos en el patriarcado y las graves consecuencias de violencia que implica para las mujeres; quienes como adultos…

No podemos sentirnos orgullosos del mundo que dejamos por herencia, sumido en guerras, violencias, masacres, exterminios, genocidios, desigualdades extremas, contaminación e insostenible para vida en un futuro próximo.

En este escenario, Taibo aludió en su presentación del libro a la miniserie distópica de TV Apagón estrenada en 2022 que se sigue emitiendo en una de las numerosas plataformas que existen. Es una serie española original e innovadora en su formato ya que se compone de cinco capítulos que concluyen en sí mismos, independientes, pero que mantienen la misma línea de continuidad argumental y narrativa ficticia —la falta de energía y electricidad provocada por una tormenta y radiaciones solares y, por tanto, sin control humano sobre las mismas, genera un colapso tecnológico general que afecta e impide cualquier tipo de comunicaciones, internet y la práctica totalidad de servicios para la comunidad durante meses— creando una situación distópica que podría recordarnos o ser homologable a lo que sucedería, lo que sucederá, cuando se llegue a una situación de colapso general como describe y analiza Carlos Taibo en numerosas publicaciones de los últimos años (Ante el colapso. Por la autogestión y el apoyo mutuo. Catarata, 2020; Cuatro lecciones sobre decrecimiento, colapso, ecofascismo e Iberia vaciada. Catarata. 2023).

Conviene recordar que esta situación de apagón general es ya algo que hemos vivido el pasado 28 de abril de 2025 durante largas horas. Ese día, un fallo en la red eléctrica —hecho todavía no suficientemente explicado y del que nadie ha asumido responsabilidad alguna— provocó un corte de electricidad que afectó a millones de personas de toda la península ibérica y partes de Francia y Portugal. Las reacciones humanas ante esta situación, y que se catalogaron como sorprendentes por muchos medios de comunicación, fueron de responsabilidad, tolerancia, tranquilidad, cooperación, comportamientos éticos, mirar con sensibilidad y sin contaminación lumínica a las estrellas, a los campos, a la naturaleza… No sabemos qué pasaría, qué reacciones humanas emergerían si esa situación de apagón general se hubiera mantenido en el tiempo. Al menos, en ese primer día de apagón generalizado, la población estuvo a la altura de lo que debe ser la respuesta de una especie inteligente.

Volviendo a la serie comentada, cada capítulo es dirigido por un diferente director/a y versan sobre diferentes contextos y situaciones humanas que surgen cuando estamos sometidos a una situación extrema como puede ser un apagón eléctrico general pero también un colapso ético y social.

Rodrigo Sorogoyen dirige el primer episodio Negación dando nombre a la primera respuesta política e institucional frente a lo que indican las y los científicos. Toda vez que las amenazas del apagón son evidentes, los refugios solo existen para quienes detentan el poder.

El segundo episodio Emergencia, dirigido por Raúl Arévalo aborda el caos inicial provocado por el apagón y sus consecuencias para un servicio público y de emergencias como un hospital de una gran ciudad. Asistimos a los egoísmos personales, las prioridades que establecemos en los valores éticos, las listas de espera con privilegiados para las emergencias, pero también asistimos al altruismo, a la justicia social, a los procesos de autogestión y trueque entre individuos y colectivos —en otros tiempos marginados— ante el abandono por parte de las instituciones.

El tercer episodio es dirigido por Isa Campos y se titula Conexión. En él, una familia en una urbanización sometida a la escasez propia del apagón y del colapso generado intenta sobrevivir y convivir debiendo hacerlo ante la presencia de un grupo de adolescentes y niños abandonados que se autoorganizan pero que son percibidos como agresores, jóvenes que intimidan. En algún sentido, recuerda a la percepción pública que se nos está vendiendo de las y los jóvenes migrantes no acompañados.

En el capítulo cuarto, Supervivencia, dirigido por Alberto Rodríguez se aborda la historia de un grupo de personas errantes que intentan reconstruir una vida comunitaria tras el apagón pero que precisan de estrategias de supervivencia de las que carecen —en contraste con quien ha vivido siempre en el monte sin electricidad—, estando dotados únicamente de la violencia y la usurpación para vivir.

La serie termina con un quinto y último capítulo titulado Equilibrio dirigido por Isaki Lacuesta en el que la soberbia, la dominación, la jerarquía y el abuso de poder por parte de quien detenta la propiedad de una explotación agrícola con respecto a las familias de los jornaleros migrantes que la cultivan, declinan ante las estrategias de cooperación y apoyo mutuo e intercambio cultural que se precisan, no solo para vivir en situaciones de colapso y sin tecnología  sino en un futuro utópico que debemos construir.

Mi opinión personal es que estamos ante una serie bien construida desde el punto de vista cinematográfico que desarrolla varias ideas que subyacen en el fondo de los diferentes capítulos como son el papel que juegan la clase política y las instituciones ante situaciones de emergencia grave y generalizada (burocráticas, negacionistas y finalmente ecofascistas) y las respuestas adaptativas y de supervivencia que encontramos las personas  que trascienden desde los valores éticos neoliberales de la competitividad e individualismo a las formas de cooperación, autoorganización y apoyo mutuo que ya nos señalara Piotr Kropotkin.

Pensar en el colapso, es una oportunidad para pensar en el presente y sobre todo en el futuro y plantear propuestas y modelos libertarios que lo construyan de manera alternativa al que conocemos. Si bien, el debate sobre el colapso, sus causas y consecuencias (el modelo económico capitalista que lo provoca, las crisis por agotamiento de los recursos energéticos y medioambientales, el cambio climático…) tan solo forma parte actualmente del mundo de la ficción literaria o cinematográfica, sin duda, la realidad nos determinará para que empiece a formar parte del debate político y social de una forma crítica e inminente y que seamos capaces de emitir respuestas ecosociales que garanticen la igualdad y el futuro de la humanidad, en una sociedad más ruralizada, decrecentista, menos compleja, más comunitaria y siempre bajo nuestro control humano con prácticas de democracia directa y apoyo mutuo, frente a las propuestas ecofascistas que el poder desplegará en cuanto lo precise.

La distopía, las distopías son ya el referente de nuestro día a día. Las vivimos casi de forma natural. Han dejado de sorprendernos. Ya no son una ficción. Se han instalado en nuestro imaginario como una realidad: Asistimos impasibles al genocidio del pueblo palestino retransmitido en directo por TV; Donald Trump inaugura una prisión rodeada de cocodrilos; un genocida propone a un presidente autoritario para el premio Nobel de la Paz, se cazan miles de migrantes para deportarlos; la guerra caprichosa de los aranceles pone la calidad de vida de los pueblos al servicio de los intereses espurios de multinacionales y magnates.

Si este es el referente que tienen la juventud difícilmente podremos avanzar. No esperemos a una situación de colapso para desplegar nuevas formas de existencia, nuevas formas de autoorganización social. Vivamos las Utopías ya.

Jacinto Ceacero

Deja un comentario