Desde 2014, activistas solidarios, izquierdistas independientes, y otros han cruzado el Tigris para estudiar el desarrollo en Rojava, enclave multiétnico independiente en el norte de Siria. Allí, los kurdos, cuyas aspiraciones se han visto continuamente pisoteadas por generaciones de todo el Oriente Medio, están construyendo una sociedad estructurada institucionalmente en torno a una democracia de asamblea o consejo, y un comité de igualdad de género. Lo más destacable de todo es que lo están llevando a cabo bajo las brutales condiciones de una guerra (defendiendo su sociedad contra los yihadistas Al Nusra del Daesh) y un embargo económico y político (desde Turquía hasta el Norte).
Cualquiera que busque la utopía en la tierra se ve por fuerza desilusionado, dada la naturaleza de los seres humanos. Pero los visitantes occidentales que admiran los impresionantes logros de los que son testigos en Rojava, rápidamente sienten también algo que crea inquietud a muchos: cada espacio interior (los edificios del autogobierno son una excepción importante) exhibe una imagen de Abdullah Ocalan, el líder del PKK encarcelado, colgada en la pared. La inquietud surge del recuerdo de los diversos dictadores del siglo XX -Stalin, Hitler, Mao Tse-Tung- cuyas imágenes fueron de una ubicuidad similar en las naciones a las que estuvieron atormentando durante tanto tiempo.
Los visitantes con experiencia personal en tiranías se pueden sentir especialmente incómodos. En mi visita de octubre de 2015, un delegado cubano dijo que las imágenes le traían a la mente las de Castro, mientras un delegado de Libia recordaba las omnipresentes imágenes de Gadafi. La incomodidad de los visitantes se hace más profunda a medida que sus compañeros elogian al carismático Ocalan. El colíder de Tev-Dem, Aldar Xelil, hace notar que «la filosofía de nuestra administración está basada en el pensamiento y la filosofía del líder Ocalan. Sus libros son nuestra referencia básica». Pamyan Berri, codirector de la Academia de Literatura y Lenguaje Kurdos en Qamislo, me hizo la siguiente afirmación: «Ocalan es la persona más importante. Dependemos de sus libros para enseñar historia, lengua, todo». Sus escritos integran los programas de estudios en esta y en otras academias, como se llaman las instituciones locales educativas (y los cursos de esas academias duran solo unos pocas semanas o meses, no lo suficiente para una investigación y evaluación crítica, pero sí lo suficientemente para inculcar un sistema de creencias. Uno empieza a preguntarse si es eso educación o adoctrinamiento). Uno de los delegados llegó a calificar las numerosas invocaciones a las ideas de Ocalan como «declaraciones recibidas».
Esa veneración generalizada es especialmente preocupante por el compromiso de Rojava de un autogobierno democrático. Pero entonces, los orígenes de esta democracia incipiente están en el propio Ocalan, que los concibió desde la cárcel y los recomendó al movimiento kurdo por la libertad, que tras varios años de debate se comprometió con ellos y comenzó a ponerlos en marcha tanto en Siria como en Turquía. Un sistema de abajo arriba generado desde arriba abajo: de momento, la paradoja es suficiente para que el visitante se devane los sesos.
Pero las personas de mayor nivel de esta pequeña y asediada sociedad proporcionan también tranquilidad al visitante. No hay signos de dictadura, de gulags; al contrario, la ideología que prevalece, la prescrita por Ocalan, aborrece ese Estado. En la Nueva Cumbre Mundial en Derik, en octubre, la cogobernadora del cantón Cizire, Hadiya Yousef, nos resume la ideología dominante: Rechaza la modernidad capitalista por valorar moneda y poder por encima de la gente y porque su clase feudal esclaviza a la mayoría, sustituyendo comunidad por explotación y dominación. Imparte mensajes de «anti-comunidad, individualismo, dinero, sexo, poder. Es Leviatán, el monstruo».
Siguiendo la premisa de que la vida humana es innegablemente social, sigue diciendo Yousef, Rojava pretende construir una alternativa. Contra Leviatán moviliza a la gente para su emancipación. Contra el individualismo y la anomia occidentales, valora la solidaridad común; contra las reglas coloniales y el racismo, apoya la autodeterminación de los pueblos y su inclusión. Contra el Estado (incluyendo repúblicas constitucionales y «democracias» pretendidamente representativas), enseña las prácticas de deliberación y toma de decisiones democráticas; contra la competición capitalista, enseña la cooperación económica. Contra la «esclavitud» del capitalismo de las mujeres (tal como dice), enseña la igualdad de géneros.
Y de hecho, las mujeres desempeñan un papel extraordinario en esta revolución tanto social, como política, como organizativamente; el liderazgo es dual, un hombre y una mujer en cada posición, y las reuniones tienen un cuarenta por ciento de quórum de género. Los centros de mujeres en los pueblos y ciudades muestran que las mujeres en esta sociedad no están condenadas por la dominación patriarcal. El sistema (que tiene tres lenguas oficiales: kurdo, árabe y asirio) abraza a musulmanes y cristianos, árabes y kurdos, y sirios y otros. Sheikh Humeydi Denham, cogobernador del cantón Cizire, con el tocado rojo y blanco árabe, dijo en la cumbre que aceptaba la «diversidad cultural y religiosa» y que «esta administración es nuestra salvación y la de la región».
En la raíz de esta organización emancipatoria en una sociedad tan restringida está la ideología derivada de Ocalan, que es la fuerza conductora de la revolución. Dado que Rojava se ve aislada del mundo por el embargo y por la guerra, la revolución es un triunfo de la voluntad por encima de las circunstancias. Es la demostración fehaciente de lo que puede lograr una fuerza verdadera de la voluntad. Lo que a Rojava le falta en economía, lo sustituye por conciencia, voluntad e ideología (o Filosofía, como dice Yousef).
La imagen y la Filosofía representan el compromiso compartido de la sociedad con el nuevo sistema. «Los retratos de otros países no son comparables a los nuestros», dice Yousef. «Para nosotros, no se trata de un vínculo con él como persona o como individuo. Es un vínculo con la Filosofía, con la mentalidad de refundar la sociedad». Sin duda, la gente respeta la lucha individual de Ocalan, dice, pero eso es también porque él «ha hecho posible el avance de nuestra sociedad y nos ha defendido, por nuestra autonomía. Esto solo ha sido posible con sus ideas».
Y la verdadera fuerza de la convicción ideológica de esta sociedad, como apuntó recientemente el lector de Cambridge Jeff Miley, consiste en dar poder a su movilización militar. El comandante de la YPG (Unidad de Protección Popular) Hawar Suruc afirma que en la defensa de Kobane en 2014-2015, la coalición dirigida por Estados Unidos, «ayudó en los ataques aéreos, pero (…) la filosofía y el espíritu del líder Apo [Ocalan] es el mayor logro de la resistencia de Kobane. Fue la lealtad de los mártires del movimiento y de su líder Apo» lo que permitió a las fuerzas defensivas derrotar al Daesh.
Por tanto, la conciencia es un requisito previo de cualquier revolución. Por el contrario, para generaciones de marxistas no será inevitable que fuerzas sociales históricamente determinadas propulsen necesariamente el cambio social mientras la gente espera sentada. «Los desarrollos más importantes de la Historia», dice Ocalan, «serán resultado de un cambio efectivo en el pensamiento y las mentalidades».
Esta conciencia que hace posible la revolución Rojava es además una conciencia ética, que trata de remodelar los modos de pensamiento y el comportamiento de la gente de acuerdo con las aspiraciones políticas y sociales de esa Filosofía. La Filosofía es por tanto una fuerza moral, como dice Yousef, al proporcionar «patrones con los que tomar decisiones». Aquí se hace eco de Ocalan, que reconocía en su libro Raíces de la Civilización, que es necesaria «una nueva ética» para «un nuevo comienzo (…) hay que formular nuevos criterios éticos, institucionalizarlos y consolidarlos en la ley».
Así, la Filosofía es una fuerza ética contra el capitalismo. Murray Bookchin, el teórico americano radical que influyó en Ocalan, hizo un llamamiento por una «economía moral» contra la economía de mercado, e identificó ética con socialismo. Ocalan concluye: «el socialismo debe verse como algo a aplicar en el momento final del estilo de vida ético y político (…) El socialismo (…) es la ideología de una libertad ética y colectiva».
De ahí, en Rojava, como afirma Yousef, «la vida común, comunal, constituye la base moral de la sociedad». El sistema educativo, dice, «trata de establecer el espíritu de comunidad». En la Academia de Literatura y Lenguaje Kurdos de Qamislo, he visto un manual escolar para niños de ocho y nueve años que inculca los valores comunitarios de la sociedad: la importancia de preocuparse unos de otros, de la naturaleza, de las mujeres. Obviamente, para remodelar a la gente en esas líneas morales, hay que empezar desde pequeños.
Pero unos días después de abandonar Rojava, estando en Londres, me encontré con un joven bielorruso llamado Boris y le mencioné este libro de texto. Me dijo que él se había educado con esos libros instructivos desde comienzos de los noventa, en los tiempos de la Unión Soviética, y eso le había determinado a ser exactamente lo contrario de lo que ellos habían pretendido lograr.
Para la naturaleza humana resulta intrincado y complejo, y cualquier propósito consciente podría salir mal. Los programas elevados para remodelar a la gente se han topado, tal como nos recuerda la historia de Boris, con consecuencias inesperadas. De hecho, los órdenes sociales construidos siguiendo ideologías políticas suelen divergir de la visión fundadora, e incluso llegar a ser opuestos. Somos testigos de los diversos resultados tiránicos de la visión emancipatoria original del marxismo, o de cómo la idea de individualismo, que era liberadora en los tiempos de John Locke, hoy ha tomado la forma de un egoísmo amoral y rapaz; o de cómo el ideal de Adam Smith de un mercado libre con sus constricciones morales ha desembocado en una enorme división entre ricos y pobres.
Y en cuanto a enseñar moralidad, no parece una propuesta sencilla. Algunos la aceptarán entusiasmados, como Creyentes Verdaderos; otros la apoyarán, otros la aceptarán pasivamente y otros estarán en desacuerdo pero sin alterarse; otros disentirán activamente. Incluso en una sociedad utópica, algunos no llegarán a estar de acuerdo y, en mi opinión, también están en su derecho.
Así pues, cualquier sociedad organizada siguiendo una idea de comunidad, debe plantearse la cuestión de la autonomía individual respecto a la comunidad como conjunto. ¿Cómo manejará el colectivo social las disensiones y voluntades libres de cada individuo? Obviamente, las sociedades conscientemente construidas según ideologías emancipatorias han llegado a ser profundamente antiliberales. El filósofo polaco del siglo XX Leszek Kolakowski comentó en cierta ocasión que «el demonio (…) inventó los Estados ideológicos, es decir, los Estados cuya legitimidad se basa en el hecho de que sus propietarios son propietarios de la verdad». Porque «si te opones a ese Estado o a su sistema», continúa, «eres un enemigo de la verdad» (en Modernity of Endless Trial, p.189).
En Rojava, si la ideología de Ocalan está considerada como la verdad, debemos preguntarnos qué pasa con los que disienten. Yousef, por poner un caso, pone a la comunidad por encima de todo, seguramente también por encima de la autonomía individual. «Ninguna vida humana es más importante que la comunidad», dice, lo que suena como propio de los «Verdaderos Creyentes». «Renunciar a la comunidad significa renunciar a nuestra humanidad». Para ella, «los individuos se unen a la comunidad con su libre voluntad mientras tenga un valor moral». Para ella, la libre voluntad parece más bien escoger libremente integrarse en la comunidad.
Encontré otro momento de duda en una discusión sobre una nueva editorial, que está abriéndose camino en Rojava. El nuevo editor publicó un libro el año pasado, un libro sobre poesía kurda que no habría podido aparecer bajo el régimen. Hay dos libros más en prensa, según dice el ministro de Cultura de Cizire, Berivan Xalid, y hay otros más planeados para el próximo año, de los que saldrán miles de ejemplares.
Pero mientras estoy leyendo un libro sobre los estatutos más recientes (que he cogido en la oficina del Consejo Legislativo de Cizire), encuentro una ley sobre edición de libros. Dice que todos los editores deben tener licencia; que un comité del Ministerio de Cultura decidirá qué libros se publican; que ese comité determinará si el libro es «adecuado», su compatibilidad con el sistema legal y su adecuación a las líneas morales de la sociedad». ¿Qué significa «líneas morales de la sociedad»?, me pregunto, recordando que la Filosofía sobre la que se ha construido Rojava es una línea moral.
La ministra de Cultura Xalid está cerca, así que le pregunto qué significa esa frase. Me dice que significa que no puede publicarse ningún libro que admita sexo adolescente antes del matrimonio. «Es nuestra cultura», explica. Pero la frase no habla explícitamente de sexo adolescente, por lo que le pregunto si se puede publicar un libro que argumente que «el Estado es bueno» o que «el capitalismo es bueno». Me dice (a través de un traductor, por supuesto), «Debemos respetar las tradiciones en nuestra sociedad. Los adolescentes no pueden dormir juntos. Nadie promoverá el sexo entre adolescentes antes del matrimonio».
Dejando a un lado la cuestión de la sexualidad adolescente, creo que sería bueno para la revolución de Rojava aclarar el sentido de esa cláusula, o eliminarla. Es potencialmente un resquicio legal para suprimir la autonomía individual de los escritores, y por tanto la autonomía individual y la disensión. La crítica, en mi opinión, debe poder florecer. Dejemos que se publiquen libros sobre el capitalismo, así como libros que los critiquen a su vez. Dejemos que se reconozca y aprecie la disensión. Paradójicamente, el camino hacia la solidaridad democrática se basa en apoyar la legitimidad de la disensión. Dejemos que Rojava abrace el pluralismo y la diversidad no solo a nivel étnico, sino también al poroso nivel de lo individual.
Pero quizás estoy siendo demasiado rígida y mi preocupación es excesiva. El propio Ocalan, en sus escritos de la cárcel, escribió favorablemente sobre el individualismo. En Raíces de la Civilización, lamenta que desde tiempo inmemorial las religiones hayan perseguido y asesinado a los librepensadores. «Fortaleciendo al individuo -y, por tanto, efectuando un equilibrio justo entre individuo sociedad- se puede alcanzar un poder considerable. Este poder puede desempeñar un papel revolucionario y liberador cuando las sociedades conservadoras y reaccionarias que ahogan al individuo desaparezcan. Esta es la posición progresiva y justificada del individualismo en la Historia».
Pero la filosofía de Ocalan no siempre es coherente. Durante los años que ha estado en la cárcel, ha cambiado sus ideas en varios aspectos. En Raíces, por ejemplo, alaba el capitalismo: «A pesar de sus características negativas, hemos de reconocer la superioridad de la sociedad capitalista. Su marco ideológico y material ha superado a todos los sistemas anteriores». Y: «A pesar de todas sus visibles deficiencias, el capitalismo es claramente preferible al socialismo [se refiere al socialismo de Estado] exactamente por su sensibilidad hacia los derechos individuales y a que establece modelos de libertad individual». Creo que la presencia de esas inconsistencias en la filosofía de Ocalan es beneficiosa para Rojava como sociedad. Una ideología que es tan contradictoria tiene menos facilidad para convertirse en el demonio de Kolakowski, ya que pueden darse en ella diferentes puntos de vista, y dado que ambos pueden entrecomillar lo que la gente piensa y discutir con ellos y hablar sobre ello largo y tendido.
No puedo evitar observar que algunos de los más destacados participantes del autogobierno de Rojava no están plenamente de acuerdo con la Filosofía que les presenta Hadiya Yousef. Durante mis dos visitas, escuché a dos oficiales hablar sobre la economía de un modo no totalmente anticapitalista. En diciembre de 2014, Abdurrahman Hemo, por entonces consejero económico de Cizire, dijo a la delegación académica que los cantones necesitaban mayores inversiones para sobrevivir. Legalmente, explicó, la inversión debe ser conforme a las reglas de la economía social y canalizada en cooperativas. Pero yo me pregunto si eso se puede llevar a la práctica.
Y el pasado octubre, Akhram Hesso, primer ministro de Cizire, declaró en la delegación de la Cumbre del Nuevo Mundo que Rojava tenía una «economía mixta», con «economías privadas y generales al mismo tiempo». Es como la «economía de mercado social» en Alemania, dijo aprobadoramente, pero con igualdad entre propietarios de fábricas y trabajadores. Curiosamente, esta sociedad ideológicamente anticapitalista tiene al menos un líder que disiente del programa anticapitalista. Que Hesso es miembro de la coalición de oposición ENKS (Asamblea Nacional Kurda de Siria) más que del PYD, orientado hacia la Filosofía, es también prueba de la diversidad política de Rojava. Dudosa ante el porvenir, la economía de Rojava y otros muchos asuntos tendrán mucho que discutir, dentro y fuera. Mi esperanza es que la estima de esa sociedad por Ocalan incluya siempre la estima por afirmaciones como esta: «Uno de los elementos más importantes de la democracia contemporánea es la individualidad: el derecho a vivir como individuo libre, libre de dogmatismos y utopías, conocedor a la vez de su fortaleza» (Raíces). Y espero que del mismo modo que tanto la gente de Rojava como los visitantes tienen en consideración las imágenes de Ocalan en las paredes, piensen también en su llamada «a la discusión pendiente sobre la contradicción entre el individuo y la sociedad», sin la cual «no podrá resolverse la creciente crisis de la civilización», y su afirmación sobre la necesidad de «conseguir un equilibrio entre esos dos polos».
Invoquemos a Ocalan a favor de la libertad individual para disentir: una gran paradoja de Rojava. Que así sea.
Janet Biehl
Publicado originalmente en Tierra y Libertad # 342 (enero de 2017)