¿Qué diablos es la derecha?

Que nadie me pregunté por qué estaba ahí, pero en mi casa, recientemente, ha aparecido un librito denominado ¿Qué era la derecha? ¿Qué es? Ahora hablo del autor, pero para que el pobre sufridor que lea esta líneas se haga una idea, se trataba de una colección donde los mismos interrogantes se aplicaban a diversos conceptos: ayuntamientos, capitalismo, nacionalismo, socialismo… Lo digo todo, si aclaro que dicha serie de cuentos, editados en los años 90, estaba dirigida por Rosa Regás y que el dedicado al ambiguo concepto político de izquierda estaba suscrito nada menos que por Felipe González. Para echarnos unas risas. El caso es que el ejemplar que ocupa estas líneas, dedicado a la derecha, fue escrito nada menos que por Aleix Vidal-Quadras. No, para los que conozcan este fulano, a día de hoy, no es un lapsus al escribir su nombre de pila. El hoy conocido como Alejo, al parecer, firmaba antaño con la forma catalana de su nombre. Tal vez, la explicación para semejantes variantes en la gracia personal estriba en las volubles y enajenantes identidades colectivas (y en sus obsesiones con la lengua). El caso es que no pude evitar echar un vistazo a lo que este tipo pudiera decir sobre la identidad de la derecha.

Para los que lo desconozcan, Vidal-Quadras era por aquel entonces miembro del Partido Popular, creo que senador y también miembro de algún comité nacional, de esos tan preparados para conquistar el poder y la hegemonía cultural. Dato importante, acabó abandonando a principios de 2014 la fuerza dirigida por Rajoy, por desacuerdo en diversos aspectos, para entrar en otro partido conservador de reciente constitución: Vox. No duró mucho ahí, todo hay que decirlo, vamos a pensar que por vislumbrar la avalancha ultra que se avecinaba. Conociendo, más o menos, los antecendentes del personaje, me mostré casi ávido de volver a revisar las líneas que dedicó al concepto político de ‘derecha’ más de dos décadas atrás. No es que el pequeño ensayo tenga, en mi nada humilde opinión, un gran interés político, ni de ningún otro tipo, pero merece una nota a pie de página en la inicua historia de la derecha de este inefable país. Máxime, si la propia Rosa Regás, futura y polémica directora de la Biblioteca Nacional, venía a decir en el prólogo haber elegido a Vidal-Quadras por representar a la derecha «civilizada».

El autor dedica bastantes líneas, con una retórica florida, que no es lo mismo que calidad literaria, a tratar de desmontar lo que considera una caricatura, que es la visión de la derecha como sustentadora de caciques y terratenientes, para hacer una defensa nada original del liberalismo: el concepto de libertad meramente negativa (ausencia de coerción, fundamentalmente para enriquecerse), la meritocracia, democracia (representativa), igualdad (solo jurídica, ya que imponer cualquier otra sería autoritario)… y bla, bla bla. Lo dicho, la cantinela de siempre. Hay que aclarar que Vidal-Quadras, claro, describe un liberalismo fundamentalmente económico, ya que cualquier otro es ajeno a la derecha de este país; de hecho, siempre se opusieron a medidas liberales en un sentido amplio. Sin embargo, al margen de los lugares comunes, hay una cosa que me ha irritado especialmente en este librito. El peculiar Vidal-Quadras, después de su apología de los más dotados, como legítimos detentadores de los medios de producción, llegaba a decir que la derecha democrática se acababa aliando con «la derecha más contundente y menos proclive a pasar por las urnas» cuando se amenazaba el derecho a la propiedad. No, no es una alusión indirecta, pocas palabras después mencionaba la Guerra Civil y a algún millonario impresentable que financió a Franco y sus secuaces. Esto, por encima de cualquier otra teorización más propia de la literatura de ficción, es lo que define a la derecha de este país. Cualquier persona decente, tenga la ideología que tenga, debiera condenar aquel golpe de Estado y la cruel dictadura posterior. Pocas personas de derechas, en este insufrible país, conozco que lo hagan y, desgraciadamente, en gran parte de la población ha calado ese relato ambiguo sobre la historia reciente (de este indescriptible país).

Juan Cáspar

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