Richard Dawkins es un reconocido científico, el cual se considera ateo, humanista y escéptico. Una de sus más conocidas obras, y conscientemente controvertida, es El espejismo de Dios (The God Delusion), publicada en 2006, en la que afirma la irracionalidad de la creencia en deidad alguna y el gran daño que la religión produce a la sociedad. Es un libro, en palabras de su autor, escrito para todas aquellas personas educadas en una religión, que se muestran indecisos a abandonarla al no ser siempre conscientes de que esa renuncia es una opción personal. Hace poco, discutía en un grupo ateo sobre la vinculación de la no creencia en algo sobrenatural con la moral; ciertas personas, en mi opinión con un ateísmo algo incompleto, negaban de alguna manera esa vinculación y consideraban a autores como Dawkins propugnadores de una renuncia a Dios desde un punto de vista meramente cognitivo. Nada más lejos de la realidad. El autor de El espejismo de Dios deja claro desde el inicio que considera el ateísmo como una mejora de la conciencia, como una opción no solo realista, sino además valiente y espléndida.
Para aquellos que consideran el agnosticismo una postura más razonable, alejado de todo ateísmo «dogmático» hay todo un capítulo dedicado a que cambien de idea. Dawkins considera que la hipótesis de Dios está tan sujeta a un análisis científico y al escepticismo como cualquier otra. Las razones históricas de filósofos y teólogos, bien endebles la verdad, para creer en Dios son repasadas en el capítulo 3. El capítulo llamado «Por qué es casi seguro que no hay Dios» está especialmente dedicado a aquellos que insisten en la existencia de un diseñador cósmico; la estética del mundo existente se explica de mucha mejor manera gracias a la selección natural darwiniana (y aquí podremos comprobar que tal vez no sepamos lo suficiente sobre ella). La teoría de Darwin, además, al tener lógicamente sus lagunas, en lugar de hacernos fantasear sobre nuestras necesidades y miedos, puede potenciar nuestra conciencia en aras de buscar una mejor explicación para el Cosmos. De esta manera, Dawkins propone también la selección natural como modo de mejorar nuestra conciencia. Segundo mensaje para los que afirman, de manera pobre, un mero ateísmo cognitivo. Los siguientes capítulos abundan en la raíces del pensamiento religioso, y tratan de desmontar la idea de que es omnipresente, desvinculan la moral de la religión e incluso invitan a dudar de que esta sea algo mínimamente bueno.
Hay que pensar que todos somos, en mayor o en menor medida, un producto de la educación y circunstancias que hemos sufrido. Lo principal, para escapar a todo adoctrinamiento, es realizarse preguntas, y este libro resulta magnífico en ese aspecto. El capítulo 9 está dedicado a la infancia, a cómo los niños son instrumentalizados por la religión (también, como es obvio, por otras doctrinas) y no tarda demasiado en ponerse una etiqueta a personas que son demasiado jóvenes para decidir. Precisamente, como el objetivo es el aumento de la conciencia, hay que señalar este gran problema en la humanidad. Hay quien ha afirmado que la religión es un sentimiento con el que nunca se acabará, ya que se manifiesta de una forma o de otra; Dawkins propone que una comprensión adecuada de la grandeza del mundo real puede asumir el papel inspirativo que, históricamente y de manera distorsionadora, ha tenido la religión. Además, y como otro mensaje con la intención de mejorar la conciencia, el ateísmo es sinónimo de orgullo, de una vida saludable y de independencia mental. Para ello, hay que desprender definitivamente la condición atea de toda «estigmatización».
Hay que recordar que la situación de los no creyentes en la considerada como una de las naciones más poderosas y avanzadas (naturalmente, esto hay que ponerlo muy entre comillas) es comparable a la sufrida por los homosexuales no hace tanto tiempo (me refiero a nivel de invisibilidad, es evidente que todavía se sufre cierto apartheid en este aspecto). Recordaremos que en los orígenes de los Estados Unidos de América, trató de apartarse la religión de la política; sin embargo, su realidad fue pronto bien diferente. La siguiente frase, de John Stuart Mill, es esclarecedora: «El mundo se sorprendería si supiera qué gran proporción de su más brillantes próceres, incluso de aquellos que la opinión popular distingue como ejemplos de sabiduría y virtud, son completamente escépticos sobre religión». Por ello, es necesario que los ateos salgan a la luz, como así viene ocurriendo en los últimos años, y libros como este ayudan a que estas personas empiecen a mostrarse. Naturalmente, los ateos son con seguridad mucho más difíciles de organizar que los seguidores de cualquier doctrina. Existe la simpática analogía de que tratar de organizar un grupo de ateos es como tratar de hacerlo con un «rebaño» de gatos, casi imposible al no someterse a autoridad alguna y pensar cada uno de forma independiente. Aunque Dawkins no lo menciona, viene al caso señalar la vinculación del ateísmo con el anarquismo, y ya se sabe que existen formas de organización libertaria en la que trata de respetarse al máximo la individualidad. Jamás, los ateos seremos un «rebaño», pero igualmente queremos hacer oír nuestras voces a nivel, tanto individual, como colectivo.
Respecto al título del libro, Dawkins eligió la palaba «espejismo» al definirse como una «falsa creencia o ilusión». De manera significativa, se recuerda la cita de Philip E. Johnson: «El darwinismo es la historia de la liberación de la humanidad del espejismo de que su destino está controlado por un poder mayor que él mismo» (desgraciadamente, como recuerda el propio Dawkins, parece ser que la cita está sacada de contexto y Johnson es en realidad un fervoroso «creyente»; seguramente, esta cita demuestra los juegos dialécticos de los que son capaces los religiosos). Otra cita más esclarecedora, esta vez de M. Pirsig, autor de El Zen y el arte del mantenimiento de motocicletas, dice lo siguiente: «Cuando una persona sufre espejismos, eso se denomina locura. Cuando muchas personas sufren espejismo, se denomina religión». Creyente o no, cualquier «espíritu» verdaderamente libre debería atreverse a echar un vistazo a El espejismo de Dios.