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Nuestro 19 de julio

El 19 de julio de 1936 ha tenido tal importancia en la vida y en la historia del movimiento revolucionario y libertario que todavía hoy se oyen ecos y llegan reflejos de cuanto sucedió y de lo que le siguió.
Ni podía ni puede ser de otra manera. Por primera vez, aunque por reacción a un golpe de Estado militar, tomaba cuerpo una auténtica revolución social con una fuerte impronta libertaria. Rápidamente quedó claro que en España se jugaba la posibilidad de un nuevo escenario en el que el proletariado verdaderamente hubiera podido tomar un papel protagonista de su propia vida, por encima de dictaduras de partido y de los engaños de la democracia representativa.

Por estos motivos, los sucesos de España, en los que el heroísmo y la determinación del anarquismo hispano fueron decisivos, llamaron la atención de todo el movimiento anarquista internacional. Anarquistas de varios países llegaron en poco tiempo de toda Europa, de América, para apoyar la gigantesca lucha contra el proyecto devastador y dictatorial de los militares, sostenidos por el clero y los grandes propietarios de tierras y empresas.

Dos meses antes de la constitución de las Brigadas Internacionales -tras una ley promulgada a propósito a finales de octubre- apoyadas y pertrechadas por el Partido Comunista de la Unión Soviética, los anarquistas italianos crearon, en colaboración con exponentes republicanos de Justicia y Libertad, una columna propia incorporada como sección de la Columna Ascaso. Camillo Berneri fue su comisario político. En el frente de Huesca recibirán su bautismo de fuego en Monte Pelado, muriendo varios compañeros, algunos de ellos procedentes de Argentina, Bélgica o Túnez, lugares en los que residían tras exiliarse de Italia. Otros paisanos suyos, encuadrados en la Columna Durruti y en la Ortiz, caerán en las sucesivas batallas. Pero no son solo los anarquistas italianos quienes acuden en apoyo de la inicial transformación de la sociedad, que se caracterizó por el surgimiento de innumerables colectividades y por el proceso de socialización, así como por la necesidad de luchar contra el fascismo internacional que se manifiesta con el envío de tropas italianas y alemanas, con el bombardeo indiscriminado llevado a cabo por italianos y alemanes.

De Francia, Gran Bretaña, Suecia, Suiza, Países Bajos, Bélgica y muchos otros sitios, llegan, superando dificultades de todo tipo, militantes listos para la lucha. Numerosos exiliados alemanes, perseguidos por el nazismo, encuentran en España, como los exiliados italianos, un motivo más para ajustar las cuentas con sus sangrientas dictaduras.
La revolución libertaria del primer periodo representa para todos una escuela de vida, la confirmación de la posibilidad real de un socialismo que se revitaliza y se refuerza en la libertad. No son solo los combates armados los que representan el horizonte último de estos militantes: es el proceso reconstructivo de la sociedad, que se realiza día a día, horizontalmente, con la libre experimentación acordada, lo que da a todos la fuerza y la energía para reproducir y generalizar en sus territorios esta experiencia.

Después se producirá la involución ministerial y la degeneración burocrática, se desencadenarán las jornadas de mayo de 1937 en Barcelona, el desmantelamiento de la experiencia aragonesa y la liquidación de las colectividades. Será la derrota militar. Pero la luz de esa experiencia que Enzensberger definió como «el corto verano de la anarquía», ha seguido iluminando la vida de muchos, de muchísimos.
Durante muchos años la referencia a la España revolucionaria ha sido constante en simposios y congresos, en prácticas y en propuestas. La solidaridad construida en aquellos años ha continuado funcionando en las diferentes formas de asistencia a los militantes que durante mucho tiempo han proseguido la lucha incluso tras el establecimiento del criminal y sanguinario régimen franquista, atrayendo a la juventud libertaria de varios países, de Gran Bretaña a Italia, pasando por Alemania, con la constitución de la Cruz Negra.

El conocimiento de la importancia de lo realizado y de lo que el movimiento libertario español representó, ha constituido durante años el motor para la reconstrucción de un movimiento libertario de masas a escala internacional.
Solo las profundas transformaciones acaecidas en el campo social, las modificaciones en la organización del trabajo, la pérdida de peso de los sectores de referencia del anarquismo, la reestructuración del aparato estatal en clave de «servicio», han debilitado fuertemente esta perspectiva, empujando al anarquismo hacia nuevas vías, enfrentándose con una realidad cada vez más variada, con una práctica del dominio cada vez más invasiva, con nuevos deseos y nuevas necesidades.
Pero la fuerza de aquella lucha, la importancia de aquel ejemplo, permanece y permanecerá siempre en nuestros corazones, porque como decía el recordado e inolvidable Durruti, «llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones, y este mundo está creciendo en este instante», como aquí y como ahora.

Massimo Varengo

Publicado en Tierra y libertad núm.337 (agosto de 2016, especial sobre el 80 aniversaro de la Revolución española)

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