Archivo de la etiqueta: Papa Francisco

Ratzinger y el papado

Recuerdo hace unos años, estando todavía el papa emérito recién fallecido en el trono de Roma, que hubo manifestaciones masivas por la celebración en Madrid de no sé que jornadas joviales de la Iglesia, con la visita de innumerables jóvenes católicos y del propio, entonces, sumo pontífice. El caso es que uno, gruñón y curioso por naturaleza, se pasó por aquellas protestas para ser testigo de algunas escenas peculiares. Así, los manifestantes, cada vez que se cruzaban con aquellos feligreses de corta edad venidos de tierras lejanas les espetaban, a modo de mantra, algo así como «¡Vuestro Papa es un nazi!». Es muy posible que la indescriptible expresión de los fervorosos creyentes, a medio camino entre el estupor y el espanto, estuviera motivada sencillamente por la incomprensión del idioma castellano, aunque no es descartable que estuviera originada en la ignorancia pura y dura acerca del fondo de la cuestión. Hay que decir, cierto es y como no podría ser de otra manera, que Joseph Ratzinger, cuyo nombre artístico fue Benedicto XVI, fue sin duda un tipo ultraconservador y, se destapó en su momento, había pertenecido al parecer a las Juventudes Hitlerianas, algo que él mismo aclaró fue de manera forzosa siendo un tierno infante. El caso es que, pretendiendo ser el que suscribe algo racional en sus protestas, sufrí algo de vergüenza ajena ante aquellos gritos iracundos que transgredían sin pudor la ley de Godwin.

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Fanatismos religiosos (valga el pleonasmo)

Hace escasos días, el escritor Salman Rushdie fue apuñalado repetidas veces por uno de esos fanáticos dispuestos a hacer cualquier cosa en nombre de sus creencias. Hacía ya más de tres décadas que el ayatollah Jomeiní lanzó una fatwa (o como se diga eso) en la que pedía nada menos que el asesinato para el autor del libro Los versos satánicos; al parecer, por haber provocado la ofensa para los musulmanes, pero que dudo mucho que haya leído cualquiera de esos cretinos fundamentalistas. Son las cosas de la religión, mezcladas en este caso con la opresión política para mayor inri. Era yo muy jovencito cuando aquella situación se produjo, que obligo a Rushdie a vivir oculto y protegido durante años; tiene bemoles que el agresor homicida actual ni siquiera había nacido. El bueno de Rushdie, al pasar tanto tiempo, debía haberse relajado en su protección y estas son las consecuencias sangrientas, que deberían reforzarnos en nuestra condena del fundamentalismo religioso, que viene a ser una suerte de pleonasmo; la realidad es que durante esos años no pocos políticos y clérigos habían ratificado la sentencia iniciada por el inicuo Jomeiní, que por cierto murió al poco de lanzar su repulsiva fatwa, e incluso se había aumentado la recompensa económica por servir la cabeza de Rushdie. Una de las grandes vergüenzas de la humanidad, que no son pocas. Por supuesto, hubo numerosas voces de figuras públicas que dieron todo su apoyo al escritor en su momento, aunque la sensación es que no se produjo una condena unánime por gran parte de las instituciones que forman esta civilización tan cuestionable que hemos creado. Valga como ejemplo qe la Academia Sueca, que concede el premio Nobel, no acabó condenando la fatwa hasta hace pocos años.

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Las iglesias y el poder

Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que apartar a la religión iba a suponer el camino definitivo de la humanidad hacia la emancipación. Hoy, bien entrado el siglo XXI, en plena posmodernidad, la cosa no está nada clara y las instituciones religiosas sobreviven tratando de mantener su parcelas de poder, bien adaptándose de manera hipócrita a los nuevos tiempos, bien replegadas en el fundamentalismo, bien una mezcla de ambas cosas (lo más habitual). Pongamos varios ejemplos. Es sabido que la Iglesia Católica basa sus dos milenios de existencia en la unidad jerárquica más férrea con influencia dispar en el poder social y político de las naciones según van pasando los tiempos. Sin embargo, como también es lógico y conocido, según el contexto patrio en el que se ecuentre el poder religioso, se manifiesta tirando hacia un lado o hacia otro. Es decir, aunque sumo pontífice solo hay uno y verdadero, el increíblemente progre Francisco, luego la cosa no está del todo clara según la jerarquía confesional en los diversos lares, que también tienen derecho a conservar sus cuotas de poder. Así, refirámonos a dos de las iglesias más poderosas del planeta, las cuales coinciden mílagrosamente con dos de las mayores potencias económicas como Estados-nación: Estados Unidos y Alemania.

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El año santo

Llega el Jubileo. Se acabó la Expo de Milán y comienza la Santa expo, del 8 de diciembre de 2015 al 20 de noviembre de 2016. Una verbena que el papa Francisco ya ha anunciado que será diferente de la ostentosa del año 2000, pero esto seguramente sea solo su intención o, mejor dicho, su palabra, dado que este Papa pronuncia bonitas palabras con abundante beatitud. Pero la gestión del Jubileo Seguir leyendo El año santo

El Papa Francisco

Hace ya casi un par de años que, tras la dimisión de Ratzinger, existe un nuevo pontífice en el Vaticano. Desde entonces, asistimos a la entronización de un señor que, con el mismo discurso de siempre dentro de la Iglesia Católica, simplemente se muestra mucho más cauto y ‘cercano’ en las formas. Los medios, incluso algunos supuestamente progresistas, han aplaudido las palabras del nuevo Papa con tanta dosis de papanatismo como consecuente falta de profundización en los discursos habituales de una institución simplemente anacrónica.

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Desde Argentina, al Papa Bergoglio: ¡No somos tus hijos!

El viernes 13 de marzo se cumplen dos años de Jorge Bergoglio como Papa  y el comienzo de una restauración católica en la región animada por todo el espectro político (ver La Oveja Negra # 7 http://boletinlaovejanegra.blogspot.com/). Como si la Iglesia no fuera ya influyente, el nuevo jefe despertó un nuevo interés por esa ideología de la muerte que es el catolicismo y renovó el patriotismo latinoamericanista de perfil futbolero. Seguir leyendo Desde Argentina, al Papa Bergoglio: ¡No somos tus hijos!