Centenario de la Rebelión de Kronstadt

«Con la decisión de destruir a los marineros de Kronstadt y con la acción a sangre fría del gobierno para hacerlo, los líderes comunistas habían cambiado el movimiento del socialismo benevolente al fascismo maligno»
Whittaker Chambers, escritor estadounidense, antiguo espía soviético y ex-militante del Partido Comunista de Estados Unidos

La Revolución rusa es uno de los episodios más importantes del siglo XX, pues determinó el desarrollo del mundo en base a sus parámetros a partir de 1917. Frente a un modelo político/económico como la democracia liberal, que entró en una crisis en el periodo de entreguerras, y el ascenso del fascismo, se situó la salida revolucionaria que tenía el ejemplo ruso como uno de sus principales referentes.

Sin embargo, tal y como apunta el historiador Julián Vadillo Muñoz en El Obrero, «el estudio de la Revolución rusa se ha realizado normalmente de una manera excesivamente somera y simplista, reduciendo a una lectura binaria un acontecimiento complejo donde su jugaron numerosos proyectos revolucionarios, algunos de los cuales salieron derrotados. La revolución rusa fue un proceso mucho más complejo que bolcheviques contra mencheviques o rojos contra blancos. Otras opciones revolucionarias, como el poderoso socialismo-revolucionario ruso o el anarquismo mostraron sus cartas y sus opciones en el proceso que se abrió en 1917«.

Entre los acontecimientos mas importantes que se dieron en aquel proceso estuvo la Comuna de Kronstadt, una ciudad fortificada ubicada en la isla de Kotlin, situada a 30 kilómetros de la revolucionaria Petrogrado (hoy San Petersburgo) y servía de protección para esta ciudad.

¿Qué es Kronstadt?

Kronstadt era el núcleo de la flota rusa del mar Báltico, la más numerosa e importante. Rodeada de fuertes secundarios y baterías navales se comunicaba en invierno mediante caminos trazados sobre la gruesa capa de hielo que recubría el golfo. La construcción más emblemática de la ciudad era la Plaza del Ancla, preparada para desfiles militares y más tarde utilizada para inmensas asambleas, capaz de albergar 30.000 personas, casi el total de la población en los momentos que nos ocupa. Estaba habitada por los marineros de la flota del Báltico, residentes en grandes cuarteles; por los soldados de la guarnición, mayormente artilleros; por varios miles de obreros de los arsenales e industrias auxiliares y por funcionarios, comerciantes, artesanos y sus respectivas familias.

En el artículo «La Rebelión de Kronstadt contra el bolchevismo», publicado por la Confederación Sindical Solidaridad Obrera, se señala que «tradicionalmente los marinos se reclutaban entre los obreros más calificados, los más políticamente avanzados. Además tenían facilidad para conocer otros países y la diferencia entre sus regímenes y la brutal opresión de la monarquía zarista, podían establecer contactos con las ideas y programas de grupos políticos exteriores y rusos emigrados y además podían hacer circular, pese a la severa disciplina y vigilancia, literatura prohibida en su país. Por otra parte les contagiaba la proximidad de San Petersburgo, luego Petrogrado, donde la vida política e intelectual era intensa y la actividad de grupos revolucionarios se desarrollaba entre los obreros y los numerosos estudiantes universitarios provocando manifestaciones y tumultos periódicos.

La concienciación y compromiso de los marineros de Kronstadt se evidenció en las serias revueltas de 1.905, 1.906 y 1.910, duramente reprimidas, y sobre todo en la revolución de 1.917. Los grupos bolcheviques, socialistas revolucionarios, anarquistas, maximalistas y sindicalistas, bien organizados, ejercían una profunda influencia en la población y la energía desatada situó a Kronstadt en la vanguardia de la revolución, ayudando a los bolcheviques a tomar el poder y a merecer toda clase de elogios por parte de los nuevos dirigentes».

Jorge Álvarez añade, sobre los marineros, en un artículo en La Brújula Verde que «en 1917, durante la Revolución de Febrero, los marineros destinados en Petrogrado se unieron a la insurgencia, ejecutaron a sus oficiales y se convirtieron en un modelo revolucionario, máxime cuando en la consiguiente guerra civil se mantuvieron en el bando rojo. Así, aportaron su granito de arena para que los blancos terminaran derrotados y por fin se pudiera abrir un período de paz».

Julián Vadillo explica que «desde el inicio de la revolución, Kronstadt y la flota del Báltico habían tenido un papel protagonista en el proceso revolucionario. Allí, desde muy temprano, existió un soviet (consejo) diverso, compuesto por numerosas corrientes revolucionarias, que plantaron cara a las políticas que se desarrollaban desde la Rusia interior. Con el triunfo de la revolución de febrero de 1917, donde los marinos de Kronstadt tuvieron un papel protagonista, esta plaza del Báltico se convirtió casi en una república independiente, ya que consideró que las medidas adoptadas por los gobiernos provisionales eran insuficientes en las aspiraciones revolucionarias. Al frente de este soviet había personalidades como la de Efim Yarchuk, un anarquista natural de Bialystok (en la actual Polonia) que había tenido un papel protagonista en el desarrollo del anarquismo en su ciudad natal. En numerosas ocasiones los marinos de Kronstadt desembarcaban en Petrogrado y se unían a las movilizaciones de los trabajadores. Sin su participación, la revolución de octubre de 1917 no habría sido posible y ello le valió el calificativo por parte de Trotsky de ‘orgullo y gloria de la Revolución’.

Sin embargo, a pesar de la participación de los marinos de Kronstadt en la Guerra Civil o, incluso en los hechos revolucionario de 1918 como el cierre de la Asamblea Constituyente, que lo efectuó el marino anarquista Anatoly Zhelezniakov, pronto comenzó a surgir una crítica por parte del soviet de Kronstadt ante el gobierno bolchevique al que consideraba que estaba formando una estructura dictatorial».

El descontento general

Recuerda la Confederación Sindical Solidaridad Obrera que «a comienzos de 1921 se podía dar por terminada la guerra civil . Los ejércitos blancos habían sido derrotados, el gobierno menchevique de Georgia estaba sometido y los últimos restos de las milicias anarquistas ucranianas se batían a la desesperada, con su líder, Néstor Makhno, herido y acorralado. Sin embargo, una profunda crisis económica se extendía por el país; las comunicaciones no se restablecían adecuadamente, la industria estaba paralizada y la producción agrícola había disminuído drásticamente.

Durante la guerra el gobierno bolchevique había impulsado una política económica de férreo control estatal, el llamado Comunismo de Guerra. La vida pública estaba prácticamente militarizada y sometida a todo tipo de controles y en los aspectos económicos este control era asfixiante. Los instrumentos principales de esta política eran los zagraaditelnye otriady, destacamentos armados que efectuaban las requisas y confiscaciones, muchas veces verdaderos expolios, a los campesinos y que rodeaban las ciudades para evitar el comercio no controlado, sus actuaciones eran a menudo brutales y arbitrarias; además se había organizado una eficaz policía política para aterrorizar a los disidentes y descontentos, la Cheka, que no dudaba ante el asesinato y la tortura. La situación del campesinado era similar a la esclavitud feudal zarista, sobre todo en las granjas estatales, los Kolzsjos; los obreros industriales estaban obligados a jornadas de trabajo extenuantes, dada la caída en picado de sus salarios, que sin embargo no les procuraban medios suficientes de subsistencia. Los sindicatos también estaban controlados y las protestas eran reprimidas como actos de traición. Con el final de la guerra cabría esperar el cambio de esta política, pero esto no se produjo. Los disturbios y las huelgas se extendían espontáneamente por las principales ciudades, sobre todo Moscú y Petrogrado en demanda de mejoras económicas y de la vuelta de las libertades conseguidas al comienzo de la revolución. La respuesta del gobierno bolchevique fue el envío y despliegue de tropas, liberadas por el cese de los combates, y carta blanca para la actuación de la cheka, como ocurrió en Petrogrado».

Por su parte, Jorge Álvarez explica que «la Vesenkha (Soviet Supremo de Economía Nacional), entonces dirigida por el bolchevique Alexei Rykov (que luego sería primer ministro), afrontó la crítica situación con el llamado comunismo de guerra, un drástico programa político y económico que incluía medidas extremas para garantizar el suministro de alimentos a las dos grandes bases del poder de la Revolución: el Ejército Rojo (incluyendo la Armada) y las ciudades (donde los revolucionarios tenían su principal bastión, ya que el campo estaba más dividido). Eso supuso una mejora para las tropas, gracias a la cual pudieron imponerse al Ejército Blanco, pero un empeoramiento para la mayoría de la gente que devino en descontento, sobre todo en las dos grandes capitales, Moscú y Petrogrado.

Y es que en la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, como se denominaba entonces el país, se impusieron el racionamiento, la prodrazvyorstka (requisamiento de excedentes agrarios), la prohibición de las empresas privadas, la nacionalización de industrias con centralización de su gestión y el control del comercio exterior por el Estado. Todo ello, unido a la escasez de combustible y el deterioro de la de por sí mala red viaria, dificultó aún más el abastecimiento y todo eclosionó el 22 de enero de 1921, al anunciarse la reducción de un tercio de la ya exigua ración de pan».

El levantamiento de la Comuna de Kronstadt

El artículo de la Confederación Sindical Solidaridad Obrera precitado indica que «el eje sobre el que giraba la sociedad kronstiana era la Plaza del Ancla, sede de multitudinarias y activas asambleas. La burocracia centralizada orquestada por el nuevo poder chocó con este sistema de vida, la firma del tratado de Brest-Litovsk, entre Lenin y el gobierno alemán, que significaba la renuncia a la extensión de la revolución, irritó a la población. Los marinos vieron además catastrófica la reorganización militar decretada por Trotsky para poner en pie el Ejército Rojo y que abolía el poder de las asambleas en los barcos y reinstauraba la disciplina y jerarquía anteriores, precisamente la revolución había sido posible por el arresto y ejecución de buena parte de los antiguos oficiales. El carisma de los bolcheviques declinaba y miles de marinos abandonaban el partido. El soviet de Kronstadt se vaciaba de bolcheviques y acogía un mayor número de socialistas de izquierda y anarquistas. Con el fin de la guerra los marineros obtuvieron permisos y pudieron comprobar sobre el terreno los estragos que el Comunismo de Guerra ocasionaba por todo el país.

Con ocasión de las huelgas y disturbios en Petrogrado, Kronstadt envió una delegación a la ciudad y, a pesar de los obstáculos que le interpusieron, pudo constatar en toda su crudeza las condiciones en que vivían los obreros y la represión que se estaba desatando sobre ellos. El hecho de conocer que se amenazaba a los huelguistas con la marcha de los marineros de Kronstadt sobre Petrogrado para reinstaurar el orden irritó sobremanera a los 32 delegados desplazados. El 28 de febrero de 1921 se celebraron tensas reuniones a bordo de los acorazados Petropavlovsk y Sebastopol, anclados en Kronstadt, que emitieron una resolución conjunta de 15 puntos» que exige la celebración inmediata y generalizada de elecciones para sustituir a todos los soviets locales por soviets libres; la libertad de palabra y prensa para todos; libertad de reunión de sindicatos obreros y campesinos; libertad para los revolucionarios encarcelados; cierre de las oficinas del partido bolchevique sostenidas por el Estado; igualación de las raciones de víveres; abolición de los destacamentos militares comunistas permanentes en fábricas o unidades militares, etc.


Después de haber oído el informe de los representantes enviados por la asamblea general de tripulaciones de buques a Petrogrado para investigar la situación allí reinante, resolvemos:

  1. En vista de que los actuales sóviets no expresan la voluntad de los obreros y campesinos, celebrar inmediatamente nuevas elecciones mediante voto secreto, con libertad para que todos los obreros y campesinos puedan realizar propaganda electoral en el período previo;
  2. Dar libertad de expresión y prensa a los obreros y campesinos, a los anarquistas y a los partidos socialistas de izquierda;
  3. Asegurar la libertad de reunión para los sindicatos y las organizaciones campesinas;
  4. Llamar a una conferencia no partidaria de obreros, soldados del Ejército Rojo y marineros de Petrogrado, Kronstadt y de la provincia de Petrogrado, para una fecha no posterior al 10 de marzo de 1921;
  5. Liberar a todos los prisioneros políticos de los partidos socialistas, así como a todos los obreros, campesinos, soldados y marineros encarcelados en vinculación con los movimientos laborales y campesinos;
  6. Elegir una comisión que revise los procesos de quienes permanecen en las prisiones y campos de concentración;
  7. Abolir todos los departamentos políticos, porque a ningún partido deben dársele privilegios especiales en la propagación de sus ideas o acordársele apoyo financiero del Estado para tales propósitos. En cambio, deben establecerse comisiones culturales y educacionales, elegidas localmente y financiadas por el Estado;
  8. Retirar de inmediato todos los destacamentos de inspección caminer
  9. Igualar las raciones de todos los trabajadores, con excepción de los que realizan tareas insalubres;
  10. Suprimir los destacamentos comunistas de combate en todas las ramas del ejército, así como las guardias comunistas que se mantienen en las fábricas y talleres. Si tales guardias o destacamentos resultaran necesarios, se designarán en el ejército tomándolos de sus propias filas y en las fábricas y talleres a discreción de los obreros;
  11. Dar a los campesinos plena libertad de acción respecto de la tierra, y también el derecho de tener ganado, con la condición de que se las arreglen con sus propios medios, es decir, sin emplear trabajo asalariado;
  12. Requerir a todas las ramas del ejército, así como a nuestros camaradas los cadetes militares (kursanty), que aprueben nuestra resolución;
  13. Pedir que la prensa dé amplia publicidad a todas nuestras resoluciones;
  14. Designar una oficina de control itinerante;
  15. Permitir la producción de los artesanos libres que utilicen su propio trabajo.
    PETRICHENKO, Presidente de la Asamblea de la Escuadra
    PEREPELKIN, Secretario
    .

Esta resolución será refrendada el 1 de marzo por una gran asamblea de 15.000 personas en la Plaza del Ancla; la prepotencia y amenazas de los oradores bolcheviques, sobre todo los prebostes Kalinin, presidente de la República, y Kuzmin, comisario jefe de la flota, consiguieron que el refrendo fuera prácticamente unánime.

La resolución aprobada por los marinos fue colgada en la Plaza del Ancla de Kronstadt el 2 de marzo de 1921 resumía las peticiones revolucionarias. Pero, como advierte Julián Vadillo, «al mismo tiempo, la prensa oficial del gobierno apuntaba que en Kronstadt existía una conspiración de blancos y zaristas en conexión con potencias extranjeras. Esta cuestión fue la que llevó a los marinos a constituir un Comité Revolucionario el mismo 2 de marzo y mantener bajo arresto a los dirigentes bolcheviques de Kronstadt (Kuzmin y Vasiliev). A la cabeza del movimiento revolucionario estaban marinos de probada militancia revolucionaria como Stepan Petrichenko, antiguo militante bolchevique, o Perepelkin, simpatizante del anarquismo. Como órgano de prensa del Comité Revolucionario se editó Izvestia (Noticias) y el centro neurálgico de la rebelión estuvo en los acorazados Petropavloks y Sebastopol. Aunque se ha argumentado en numerosas ocasiones la existencia de grupos organizados detrás de la revuelta, en realidad fue una movilización de los marinos que contó con el apoyo de algunas fuerzas políticas de la izquierda opositora al gobierno de Lenin».

Finalmente, se consumó la ruptura con las autoridades al designarse un Comité revolucionario provisional, Revkon, en tanto se celebrasen elecciones al nuevo soviet y procederse al arresto de los bolcheviques más destacados. Se comenzó a imprimir un diario, Izvestiia, cuya cabecera subrayaba “Todo el poder a los soviets y no a los partidos”.

Hasta que no se intercambiaron los primeros cañonazos Konstradt siempre pensó que el acuerdo con los jerarcas bolcheviques era posible sin derramamiento de sangre.

La reacción bolchevique

“Éste fue el relámpago que iluminó la realidad mejor que cualquier otra cosa» – Lenin refiriéndose a Kronstadt

«La reacción del gobierno, por su parte, fue apuntar a una conspiración contra el gobierno, donde se unían fuerzas diversas de la reacción contrarrevolucionaria», explica Julián Vadillo. «Sin embargo, Lenin supo leer a la perfección la revuelta de Kronstadt: una revuelta de la izquierda que ponían en tela de juicio el proceso iniciado por su gobierno. De ahí que fuese más peligrosa pues lo que volvía a poner encima de la mesa era el modelo revolucionario, algo que los bolcheviques no querían volver a tratar tras tres largo años de guerra civil. Para el gobierno, la única opción contra los marinos de Kronstadt era asaltar la fortaleza y acabar militarmente con la rebelión.

A pesar de los intentos de mediación que algunas personalidades de la época ofrecieron, como la de los anarquistas Alexander Berkman, Emma Goldman, Nikifor Perkus y G. Petrovsky, la decisión del asalto estaba tomada. Zinoviev y Trotsky eran partidarios de iniciar el asalto lo antes posible para evitar el deshielo de la fortaleza lo que habría hecho inexpugnable o más difícil su toma. El ‘orgullo y la gloria de la revolución’ había pasado a ser ‘la canalla contrarrevolucionaria'» y Trotsky les acusó de actuar en connivencia con Francia mientras declaraba la ley marcial.

El miedo a la extensión del movimiento y a la llegada de la primavera, que permitiría, a comienzos de abril con el deshielo del golfo, la movilidad de la flota; les determinó a Trotsky y a Zinovieiv a aplastar militarmente Kronstadt cuanto antes. «Así decretaron el arresto de todos los familiares de los kronstianos en calidad de rehenes, ejecutaron a los responsables de la escuadra aérea, que simpatizaba con el movimiento y concentraron en Petrogrado ingentes cantidades de armamento y hombres», explica el artículo de Solidaridad Obrera. «Según revelarían los últimos prisioneros del ejército rojo, apresados por los kronstianos el 17 de marzo, no menos de 80.000 fusileros, varios miles de jinetes, 4 trenes blindados, decenas de baterías móviles…constituían el formidable aparato militar lanzado contra Kronstadt».

La caída de Kronstadt

La ciudad no era un hueso fácil de roer, sus sólidas murallas, su potente artillería y la resolución de sus habitantes alargó el asedio durante 11 días. Además, los quince mil defensores de Kronstadt contaban con ciento veinticinco cañones y sesenta y ocho ametralladoras, además de la artillería del Sevastópol, el Petropávlovsk y otros barcos menores. Pero el 7 de marzo comenzó el cañoneo de la fortaleza. «Los kronstianos confiaban en un levantamiento generalizado de Petrogrado, pero la presencia del ejercitó lo imposibilitó», nos cuenta el artículo de Solidaridad Obrera. «El ataque se vertebró sobre los Kursanty, fanáticos cadetes de las academias de oficiales del Ejército Rojo y sobre los destacamentos de la Cheka. La situación de muchos de los asaltantes fue increíblemente dramática. Como en otras ocasiones las tropas de choque las constituían principalmente mongoles y asiáticos que apenas entendían el ruso; si una unidad se negaba a atacar se la desarmaba y sus miembros enviados a presidio; si vacilaba se ejecutaba a la quinta parte de sus efectivos. La artillería de Kronstadt resquebrajaba el hielo del golfo y oleadas de asaltantes perecían en el agua helada; pero si trataban de retroceder los kursanty los ametrallaban por la espalda».

Finalmente la constante afluencia de refuerzos atacantes y la debilitación progresiva de los recursos de Kronstadt provocó que el 17 de marzo un ataque masivo de soldados envueltos en sudarios blancos consiguiera penetrar en la fortaleza. «Entre los días 16 y 18 de marzo de 1921 la fortaleza de Kronstadt fue asaltada por las unidades del Ejército Rojo a cuya cabeza estaban Tujachevsky y Kamenev. La desigualdad de fuerzas hizo que la plaza cayese muy rápido, huyendo algunos líderes de la revuelta y otros fueron detenidos», explica Julián Vadillo. 50.000 soldados participaron en el asalto.

«Los cadetes tomaron a la bayoneta la primera línea sin escuchar las llamadas de sus adversarios a unírseles», explica Jorge Álvarez en su artículo. «Los combates fueron muy duros a lo largo de la jornada y al caer la tarde los rebeldes habían perdido la mayoría de los fuertes, al coste de un gran número de bajas para los otros. Los reductos que quedaban se tomaron el día 18 y la lucha continuó, paroxística, por las calles de la ciudad, ya que los civiles, mujeres incluidas, participaron en su defensa. Los bolcheviques encerrados fueron liberados y, ya de noche, los mandos rebeldes entendieron que habían perdido la partida , emprendiendo la huida con los suyos: ochocientas personas pasaron a Finlandia y al día siguiente se les sumaron otras ocho mil.

Atrás dejaron, según imprecisas estimaciones, unos seiscientos muertos, mil heridos y dos millares y medio de prisioneros; enfrente, se calcula que los atacantes sufrieron en total unas diez mil bajas. Por supuesto, el número de fallecidos se incrementó enseguida con la ejecución de cientos de rebeldes y colaboradores; el resto, incluyendo familiares, acabaron en campos de trabajo forzado -sobre todo en Solovki- y tuvieron un destino similar, sólo que más lento, por enfermedades, frío o hambre. Los que lograron escapar al país vecino no lo pasaron mucho mejor y cuando pudieron regresar más tarde, acogidos a una amnistía, descubrieron que era un engaño y también acabaron presos en campos».

«Con el fin de la rebelión de Kronstadt acababa la posibilidad de abrir un nuevo proceso revolucionario», añade el historiador Julián Vadillo. «Pocas semanas después fue también derrotado Majnó al igual que meses después lo sería la más caótica revuelta de Tambov encabezada por el socialista revolucionario Alexander Stepanovich Antonov. Los debates ahora dejaban de estar en la calle y los soviets para estar en los órganos internos del Partido Comunista».

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